IRREVERENTE

Les platico:

Con su Stradivarius “Marqués de Corberon, 1725, Steven Isserlis transforma un concierto en una odisea musical.

A propósito de una de las piezas que escogió para su debut en estas bárbaras tierras del norte, “Variaciones sobre una canción folklórica finlandesa de Feruccio Busoni”, le pedí a mi querido amigo Agustín Gutiérrez Canet que escribiera para nosotros.

Agustín fue embajador de Finlandia, hoy se encuentra en retiro tras más de 40 años en el servicio exterior mexicano y es amante de la música clásica.

Aquí está su texto:

Por Agustín Gutiérrez Canet

De las bellas artes, la música es quizá la más arraigada en la cultura del pueblo finlandés.

Desde luego Finlandia ha sido cuna de grandes pintores como Akseli Gallen-Kallela, de escritores como Mika Waltari, de arquitectos como Alvar Aalto, de diseñadores como Tapio Wirkkala o cineastas como Aki Kaurismaki, pero ningún artista finlandés es más universal que el compositor Jan Sibelius.

La Academia Sibelius, considerada una de las mejores escuelas de música en el mundo, forma talentosos músicos y conductores contemporáneos, entre los cuales destaca la ascendente joven estrella Tarmo Peltokoski.

El folklore se origina en el poema épico Kalevala, fundamento de la identidad cultural y la tradición musical del pueblo finlandés.

El Kalevala recopila la historia oral de la epopeya del pueblo finlandés –al igual que el Popol-Vuh del pueblo maya o el Cantar del Mío Cid del pueblo español-origen de las tradiciones finlandesas.

Sibelius puso por nombre Kullervo a la monumental obra sinfónica en honor del personaje trágico del Kalevala, quien se suicida con su espada.

La música folklórica está presente en el Kalevala a través de instrumentos típicos como el kantele, parecido al salterio, y símbolo musical del país.

Así, en este contexto de finales del siglo XIX en Finlandia, nació Variaciones sobre una canción folklórica finlandesa del compositor italiano Feruccio Busoni, entonces profesor de piano en el Instituto de Música (hoy Academia Sibelius) de Helsinki, cercano amigo de Sibelius y de otros colegas compositores”.

Olvidé decirles que Agustín es además un consumado periodista que escribe todos los jueves para Milenio y -por supuesto- para Detona.

Retomo el relato:

Acompañado por la pianista canadiense Connie Shih, el chelista londinense Isserlis (1958) hizo una lectura lírica, enérgica, detallada y humorísticamente gozosa de cada una de las piezas del repertorio que escogió para esta ocasión.

Le hubiera gustado interpretar para el público regio, música de Beethoven y de Brahms, pero a cambio incluyó en el programa dos de las sonatas más complicadas para violonchelo:

Programa:

1.- La Sonata en la menor para arpeggione y piano, D. 821, compuesta por Franz Schubert en noviembre de 1824 en Viena.

Esta sonata es la única composición de renombre para el arpeggione, y es prácticamente el único motivo por el que se recuerda dicho instrumento.

Forma parte del mismo período en la producción de Schubert, que el Cuarteto de cuerda n.º 14 (más conocido como La muerte y la doncella), una época en la que el compositor sufría por el avanzado estado de su enfermedad, alternado con frecuentes períodos de depresión.

2.- La Sonate pour violoncelle et piano, FP 143 compuesta por Francis Poulenc, esbozada a manera de ensayo en 1940 y completada en 1948.

Si autor la dedicó al violonchelista francés Pierre Fournier, que le ayudó con los aspectos técnicos de la parte de violonchelo, debido a que el compositor no estaba familiarizado con dicho instrumento.

Esta sonata consta de cuatro movimientos:

  • Allegro - Tempo di Marcia
  • Cavatine.
  • Ballabile.
  • Finale.

Cada movimiento fue escrito en forma ternaria, con una sección central contrastante. La pieza tiene un estilo neobarroco y neoclásico.

El público deliraba en aplausos, consciente del alto grado de dificultad que entraña la ejecución de esta obra maestra.

Steven y Connie “embistieron” los “Episodios de la vida judía, para chelo y piano de Ernest Bloch”, autor que nunca tuvo la pretensión de imitar el vocabulario de la música judía.

Bloch retomó en esta composición su folclore y sus giros.

Quiso recuperar el aliento bíblico y engrandecer la historia del pueblo judío a través de su música.

Esta noche en el Auditorio Luis Elizondo del Tec de Monterrey, Steven le “ayudó” al autor a realizar dicha faena y su cómplice fue la excelsa pianista que lo acompaña en todo el mundo en sus conciertos.

Por cierto, Bloch fue profesor en el Colegio de Música de Helsinki. Motivo más para celebrar la presencia en este artículo del embajador Gutiérrez Canet.

La noche cerró con la célebre “Elegía para chelo y piano”, de Gabriel Fauré.

El diletante

Como narrador diletante en estas artes, no me atreví a tocar los detalles técnicos de la interpretación de Steven y Connie sobre cada pieza.

Para eso están mis admirados amigos melómanos Ricardo Marcos, Lázaro Azar y Gabriel Rangel.

Los primeros escriben ya en Detona y andamos convenciendo a Gabriel para que se sume a este equipo.

Quise dar testimonio de la generosidad de artistas de ese nivel mundial por acordarse de esta parte del mundo.

Y quise también rendir tributo a la labor que realiza el ITESM a través de su Dirección de Arte y Cultura, heredera de la legendaria SAT (Sociedad Artística Tecnológico) a la que tal vez le cambiaron el nombre para no ser vinculados al otro SAT, el recaudador de impuestos.

Cajón de sastre:

  • Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván; la Infame e Infumable Ramle y los desabridos gansitos rellenos de nada: la Ardiente, Ardorosa y Metiche Lady Rabietas Cachanilla con su inigualable, infaltable e inflable patiño, el Inquisidor Beto Hogueras Fogatitas y la Insostenible Irene, última adquisición de este clan de chaleros -perdón- chateros.