Los datos de la encuesta de El Financiero sobre las intenciones de voto de los partidos y de las alianzas publicados el día de ayer son reveladores. En enero de este año, la diferencia entre el bloque de los partidos oficialistas y los opositores era de apenas 2 puntos. Un virtual empate para efectos prácticos. En el último levantamiento, esta diferencia es de 16 puntos a favor de Morena y aliados. El levantamiento es telefónico, por lo que más que la medición precisa de las intenciones de voto, el estudio coordinado por Alejandro Moreno nos da una idea precisa de los cambios que están ocurriendo. A la oposición le va mal, incluso si se sumaran los 8 puntos que se registran a favor de Movimiento Ciudadano.

Los opositores no han hecho nada bueno para mejorar. Al contrario. Quizás lo más pernicioso ha sido el escándalo protagonizado por el dirigente del PRI, Alejandro Moreno. La divulgación de diálogos ilegalmente obtenidos -algunos de ellos truqueados-, ha sido un factor más por abonar a que la alianza PAN y PRI es expresión de la resistencia de quienes quieren que México siga siendo el mundo de la corrupción y el abuso.

Rubén Moreira y Alejandro Moreno, dirigentes del PRI, representan lo que la mayoría no quiere y rechazan los electores. Por esta consideración, los ex dirigentes del PRI conminaron a Alito que facilitara un proceso de renovación de dirigencia, propuesta rechazada. Los datos dan razón a los renovadores y también al movimiento que crece en el PAN para no aliarse con el PRI. También para MC será difícil concertar acuerdos con una alianza a la baja por el descrédito de parte de sus socios.

López Obrador manifiesta su rechazo al pasado corrupto, como Layda Sansores documenta desde su programa “Los Martes del Jaguar”. Quizás Moreno haya ganado la causa ante sus correligionarios y socios de la oposición de victimizarse y de que el ataque es intento de López Obrador para dividir a la alianza Va por México. Cierto o creíble no significa que no haya tenido un impacto negativo en el PRI y/o en la percepción del bloque opositor.

Para la mejoría de la intención de voto es difícil acreditar a Morena mérito. Ni siquiera al presidente o a su gobierno. No hay nada que abone a la idea de que sus dirigentes o las autoridades que han llevado al poder están haciendo bien las cosas. En todos los frentes hay noticias negativas. La visita a Washington o la detención de Caro Quintero no dan para documentar los números; son muy recientes y la explicación debe remitirse a enero.

Lo que no alcanzan a decir las encuestas es que la mayoría de los ciudadanos no están propiamente interesados en las elecciones. Además, una buena proporción de los que expresan intención de voto la podrían modificar. Son cuatro los aspectos que deberán considerarse para un cuadro más preciso sobre el desenlace de la elección presidencial: candidatos y sus campañas, la dinámica electoral local, evaluación del presidente y su gobierno y el ánimo social. Cada uno de éstos y su combinación revelan que mucho puede todavía cambiar.

A diferencia de 2012 y 2018, ahora no hay un candidato con preferencias indisputadas como en su momento fue el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto; y seis años después, Andrés Manuel López Obrador. El mismo estudio de El Financiero revela que en la oposición y en el oficialismo hay variedad de opciones, además de los cambios que se están dando.

La aprobación de López Obrador ha mostrado consistencia a pesar de los malos resultados de su gobierno; pero, no significa que así persista hasta junio de 2024. Por otra parte, como ocurrió en 2021, los buenos números del presidente no necesariamente son los de Morena en votos. Asimismo, el deterioro del ánimo social, particularmente en las zonas densamente pobladas, es caldo de cultivo para la alternancia. Difícil anticipar un resultado a pesar de las evidentes dificultades y errores de la oposición.