Los recientes disturbios en la Ciudad de México, bajo la bandera de una supuesta protesta contra la gentrificación, revelan algo más profundo: un uso político de la violencia y una narrativa construida desde el poder para dividir, distraer y radicalizar.
Clara Brugada, jefa de gobierno capitalina, ha promovido un discurso ambiguo que, lejos de atender los problemas reales de la ciudad, alimenta resentimientos y confrontaciones. Mientras promete combatir la expulsión de familias por el alza en rentas, omite que su propia presidenta, Claudia Sheinbaum, firmó en 2022 un acuerdo con Airbnb para atraer a nómadas digitales. ¿Entonces? ¿Progresismo selectivo o guerra interna por el control del relato?
El problema no es la gentrificación, sino el uso oportunista del término para justificar ataques, vandalismo y un nacionalismo disfrazado de justicia social. Lo vimos también en Los Ángeles, donde operadores como Jesús Ramírez Cuevas, cercano a Brugada, impulsaron protestas “espontáneas” con fines propagandísticos. Hoy, con el mismo guion, se busca construir caos en casa.
Todo esto sucede mientras Estados Unidos aprieta al gobierno mexicano por investigaciones de lavado de dinero que ya alcanzan a bancos, casas de bolsa y personajes muy cercanos a Andrés Manuel López Obrador. En vez de enfrentar la justicia, el oficialismo parece decidido a incendiar la calle para apagar los reflectores.
La migración —como la gentrificación bien gestionada— no es una amenaza: es parte del crecimiento natural de las ciudades globales. San Miguel de Allende, Ajijic o Los Cabos son ejemplo de cómo comunidades extranjeras pueden dinamizar la economía, crear empleo y promover la cultura local. Estigmatizar al extranjero mientras millones de mexicanos migran cada año, es además de hipócrita, profundamente peligroso.
La Ciudad de México no necesita más odio ni simulaciones ideológicas. Necesita movilidad, seguridad, vivienda digna, empleo formal y legalidad. Necesita un gobierno que no se esconda detrás del discurso fácil ni utilice el resentimiento como política pública.
Por eso ha comenzado un despertar. Aún sin estructura partidista, sin líder visible, sin financiamiento electoral. Pero con algo más fuerte: la voluntad de miles de ciudadanos que ya no toleran el abandono, la corrupción y la mentira.
La reconquista ciudadana ha comenzado.
Y esta vez, es en serio.
X: @diaz_manuel