La mujer que provoca una sensación del peor gusto, clase y mínimos buenos modales en la política mexicana, qué no sé de dónde diablos la sacó Vicente Fox en su campaña, sin límites esta de ningún tipo, que comenzó desde 1996 hasta el 2000 y recibió dinero a raudales de todo tipo de origen y nulo control, y que arrancó su virtual campaña al 2024 en el Zócalo capitalino con un ‘finísimo’: “me comprometo a encabezar un gobierno sin pendejos ni huevones ni corruptos”, la ex funcionaria foxista, qué desde el momento de su incursión en política, está documentado, cayeron a sus empresas contratos con gobiernos por miles de millones de pesos, es una copia al carbón de la patética ya citada campaña de Vicente Fox qué aseguraba, lanzando consignas facilonas y dictadas desde oficinas de agencias publicitarias cómo “erradicar el sistema de complicidad y privilegios qué fomentan la corrupción, reducir la desigualdad social, y crecer a una tasa mínima del 7% anual”, y una serie interminable de cosas muy lindas pero directamente proporcionales a una prácticamente inexistente voluntad política verdadera para cumplir; que parecida es esta señora, qué luce cómo a una actriz de películas de ficheras de los años 80, pero sin la menor de las gracias, ni a su ex jefe Fox, qué hasta la “X” comparten.
La pregunta es cuantos ciudadanos los hay tan incautos como para votar por una mujer con nula mística ni talento político, por una señora que volvió al servicio público, básicamente y es bien sabido, para intentar mover influencias con el fin de sacar de prisión a su hermana, presa por el gravísimo delito de secuestro en flagrancia; también cuántos se pueden ir con la finta de la grosera contradicción de una panista, de ultra derecha por definición, qué asegura tener una formación y un pasado en filas de grupos filo comunistas, cuántos votantes serán tan poco avispados cómo para ir a dar su voto a quien ha festejado a los peores gobiernos qué en un siglo hubo en México (Fox, Calderón y Peña Nieto), en fin, de cuántos mexicanos de a pie pueden confiar en una funcionaria tanto cínica cómo de vocabulario ladino y vacío de sustancia.
Todo eso se verá en el 2024, pero el hecho de la ocurrencia de la oligarquía de imponer a la señora de la “X” (Xóchitl Gálvez) se adivina ya cómo una hecatombe electoral, un despropósito, un disparate no tan lejano a aquellas reales intenciones de que Martita Sahagún abanderará la candidatura panista del 2006 para suceder a su esposo. Y uno de los motivos es que los oligarcas que manejan al PRIAN, la eligieron fundamentalmente por mal hablada, porque piensan que el apoyo popular al presidente AMLO es debido a que el pueblo es corriente y que la señora de marras se granjera millones de votos tan sólo por pelada, principalmente porque en ese concepto tienen estos señores a las mayorías: malhablados, tontos y corrientes; tal es su mezcla de ceguera y soberbia.
El tiempo me dará la razón estoy cierto, la postulación de la señora de la “X” quedará en la historia de este país cómo un episodio vergonzoso, una mancha que sobaja a un oficio que debiera ser noble cómo la política a un espectáculo de antigua carpa errante de cómicos groseros, cuándo es que no, de plano, de cantina de poca monta.