De la ocurrencia reiterada, observación y estudio de las múltiples conspiraciones y desestabilizaciones ocurridas en América Latina se han construido distintas teorías al respecto, algunas más precisas y cercanas a los hechos verificables que otras, y agrega Emilio Crenzel, que son procesos que han transcurrido entre la historia y la política, y tan se popularizaron en nuestro subcontinente, que incluso en un episodio tan terrible como el de la pandemia global que devastó aparatos de salud pública completos, decenas de miles de ciudadanos en distintos países del área, aunque no sólo de ésta, dudaron de que la pandemia y el virus eran reales y se negaron a aceptarlos y después a vacunarse.
Los consideraron producto de noticias falsas y manipuladoras para el control social, es decir, conspirativas, y que incluso las muertes y hospitalizaciones, eran inventos malévolos. Autores como Senkman y Roniger (2021) aproximan la explicación a la lógica del pensamiento conspirativo, presente según ellos, desde los años posteriores a la independencia de los poderes europeos coloniales y al largo periodo de la construcción de los Estados nacionales. Y dentro de ello diferencian las conspiraciones reales de las discursivas dentro de los escenarios nacionales.
Una característica particular de las teorías conspirativas fantasiosas es que suscitan una duda que es prueba de la existencia de lo oculto, de las intenciones secretas las cuales evitan a toda consta ser desenmascaradas para mantener la conspiración en secreto. Pero con todo ello, devine la casi imposibilidad no sólo de probar sino de convencer a cualquier interlocutor de la veracidad de la conspiración.
Pero dentro del campo de las conspiraciones verídicas, probadas que han hecho historia y se han convertido en enseñanzas históricas políticas para los gobiernos y sociedades latinoamericanas, están como ejemplos abundantes las conspiraciones para provocar cambios de régimen en América Latina que se procesan bajo planes previos de desestabilización socio-política e ideológico-cultural desde los servicios de inteligencia de la super potencia del norte del continente, los EUA, no inventados por historiadores, politólogos, sociólogos y economistas, y hasta por religiosos, sino contados por ellos mismos, en documentos clasificados y luego desclasificados, negados contundentemente primero incluso por los gobernantes, y reconocidos después por los mismos.
Tal vez uno de los casos más reconocidos de esta negación-aceptación, son los discursos y luego escritos y análisis académicos de Henry Kissinger, secretario de Estado en dos o tres administraciones republicanas, quien fue un ícono en la criminalización desde la ideología y la praxis política de la lucha social en el subcontinente latinoamericana en el feroz tiempo de la “Guerra fría” y las dictaduras latinoamericanas fincadas en la doctrina de la seguridad nacional y los bloques de poder contrainsurgentes que conducían la guerra contra el enemigo interno. Pero, aún después, aunque con otros protagonistas. Las revelaciones en torno a la movilización de los servicios de inteligencia occidentales, pero especialmente de los EUA en torno a la última fase de la caída de la URSS, es altamente ilustrativa por su carácter polifacético con base en operaciones especiales.
De la misma manera que se produjo mediante el plan de desestabilización derrocar a Salvador Allende, echado a andar antes de su toma de posesión, cuando llegaron a la conclusión de que no podrían impedir su llegada al poder en 1970. Al otro día de que tomó posesión del cargo empezó a tomar forma práctica la conspiración mediante un detallado proceso de desestabilización que incluyó la fabricación y circulación de papel moneda falso para provocar un proceso inflacionario que resultara en escasez de alimentos, mercados paralelos (negros), especulación y alza de precios, y luego la organización de protestas de las clases medias, las “machas de las cacerolas”, pero fundamentalmente, el trabajo conspirativo y desestabilizador al interior del ejército chileno.
En fin, allí están los libros de historia y política que detallan los crímenes cometidos, primero negados después y hoy, conocidos como absolutamente reales. Los agentes altamente especializados, con recursos multimillonarios a su disposición de la Dirección de Operaciones Especiales de la CIA, junto con la Dirección de Operaciones Técnicas, aunque en realidad toda la organización, fueron llamados “Los Maestros del Caos” quienes a su modo y bajo su concepción, defienden los intereses vitales de su país, brutalmente para otros Estados y naciones.
Gordon Thomas ex agente del Mossad israelí narra en su libro “Las Armas de la CIA” (2007) cómo, ante las posturas y políticas nacionalistas del presidente de Indonesia Kusno Sosrodihardjo, mejor conocido como Sukarno, líder de la lucha por la independencia de Holanda, los más altos directivos de la agencia enviaron al director de Operaciones Especiales a Los Ángeles California, a las instalaciones de Hollywood para encontrar imágenes de algún actor muy parecido a Sukano porque deseaban desarrollar un operativo de desestabilización en donde se presentara al presidente de ese país, en una especie de orgía sexual que lo desacreditara poderosamente en un proceso de derrocamiento (p.208). Observen hasta dónde y más puede llegar un plan de esta naturaleza.
Allí lo dejamos, para no hablar de los más de 20 intentos de asesinar a Fidel Castro y de la Operación Mangosta en Cuba, que incluyó atentados terroristas en instalaciones urbanas y luego los años de la Guerra del Escambray, guerra contrarrevolucionaria con agentes armados por la CIA que combatieron durante años mediante ataques terroristas envenenado al ganado porcino, y muchos otros medios inimaginados que hoy se conocen a la perfección. En México hay diferentes ejemplos también que abordaremos en otra ocasión.
Todo lo que hace esta y las otras 12 agencias de inteligencia y seguridad que integran el Consejo Nacional de Seguridad, es decir, la comunidad de inteligencia de los EUA, hacen, en forma particular o mancomunadamente, es perfectamente planificado y con los medios, instrumentos y recursos necesarios en cada momento. Son siempre operaciones especiales, es decir, encubiertas en donde se conocen las acciones y los resultados, pero no a sus ejecutores, aunque puede sospecharse de quienes se trata, porque también poseen un modus operandi más o menos conocido, pero siempre diversificado.
En estos días en México, en el contexto de las muy diversas desavenencias con Donald Trump y en el cual llama la atención la afirmación de la presidenta Claudia Sheinbaum de que en una conferencia telefónica con el presidente Donald Trump recibió “solicitudes inaceptables”, sin precisar cuáles o de qué tipo, apareció en la prensa nacional un documento llamado “Marco List” que tiene todos los visos de ser un documento elaborado por las agencias de inteligencia para abrumar con una táctica de ataques de impacto en varios frentes las posturas irreductibles en algunos aspectos clave de la presidenta Sheinbaum, simultáneamente, se corrió el rumor de un operativo en que participaban agentes estadounidenses en una detención en suelo mexicano, y se conoció sobre “las peticiones inaceptables”, la intención de congresistas de imponer un 5% a los envíos de remesas de mexicanos en EUA, y la citada lista con 44 nombres de políticos mexicanos, la inmensa mayoría de Morena, con imputaciones de vínculos con el crimen transnacional organizado.
Distintos analistas, como el Sr. Soto de El Universal, youtubers y luego otros medios se precipitaron a competir por “la exclusiva”, pero se regó como la pólvora el documento en inglés y español. Parecía la portada de un reporte de investigación redactado en tono conspirativo y afirmativo (se sugerían hechos confirmados cuando eran imputaciones apócrifas), revelando una vez más el muy bajo profesionalismo en el análisis periodístico en México.
Era realmente una filtración oficiosa con fines desestabilizadores o de impacto mediático, la cual, los más experimentados analistas ahora tratan de detallar quienes más estaban en la “lista negra”, se sostiene que hay nombres de altos empresarios mexicanos, en vez de desentrañar la naturaleza e intencionalidad política del texto apócrifo, así como su manufactura más probable. Claro, ante preguntas directas sobre su hechura en la última rueda de prensa en la Casa Blanca, el documento fue negado, y lo harán siempre porque ello corresponda la naturaleza de las operaciones encubiertas.
Haría extraordinariamente bien la presidenta de México en no limitarse a las formalidades de la comunicación oficial, este tipo de acciones por regla se niegan mil veces, y debiera también blindarse contra sorpresas en temas como este de posibles funcionarios ligados a la criminalidad, propios y ajenos, sobre la base de indicios sólidos. Aquí el rol de los expertos en inteligencia, contrainteligencia y operaciones especiales del gabinete de seguridad deben ponerla alerta. El presidente AMLO se quedó esperando meses la explicación oficial del gobierno de Joe Biden sobre el arresto de Ismael el Mayo Zambada. Al último una declaración escueta del embajador en México y un “no hay más información que dar” cerraron el caso para EUA. Experiencias son experiencias.