“Are we human

Or are we dancer?

My sign is vital

My hands are cold

And I'm on my knees

Looking for the answer

Are we human

Or are we dancer?

(¿Somos humanos

o somos danzante?

Mi signo es vital

mis manos están frías

Y estoy de rodillas

buscando la respuesta

¿Somos humanos

o somos danzante?)”

The Killers

No hay un error tipográfico en la letra de esta canción. ‘¿Somos humanos o somos danzante?’ es una de las canciones, digamos, más metafísicas de la música pop. La discordancia con la palabra ‘danzante’ en singular está diseñada para llamar la atención y de acuerdo a lo que he leído se basa en el estilo del periodista norteamericano Hunter S. Thompson que invitaba a ser un participante activo y no limitarse a desempeñarse como un observador pasivo de lo que sucede.

Y sí, hoy no hay más. Estamos viviendo uno de esos momentos álgidos de la historia del orbe, el cual no permite medias tintas ni actitudes indiferentes.

Vladimir Putin, en un acto de autoritarismo puro, decidió atacar Ucrania. Los apologistas del crimen y los obcecados con una ideología ya ida darán pretextos del porqué hacerlo estuvo justificado. Lo cierto es que no hay excusa alguna.

Los tibios, esos ni siquiera se atreven a condenar de frente la tragedia. Vean el tuit del canciller Marcelo Ebrard de anoche: “México rechaza el uso de la fuerza, reitera su llamado a una salida política al conflicto en Ucrania y respalda al Secretario General de la ONU en pro de la paz. Trabajamos con otros países para encontrar un espacio de diálogo”.

De verdad, ¿no podía referirse a Rusia o a Putin por su nombre? ¿Qué le debe México —fuera de una mezquina (e igualmente errada) lealtad de credo— para que nuestro canciller no ose condenarlos? ¿Salida política en medio de una ofensiva militar? Que quede claro: los líderes que NO reprueban con todas sus letras a un tirano son cómplices de este.

La agresión de Rusia, mediando el cinismo de Putin de avisarlo por televisión, es una flagrante violación al derecho internacional y a la soberanía de las naciones. De todas, no solo la de Ucrania.

Para que entienda usted, señor López Obrador, este sí es un acto intervencionista y de ocupación ilegal. Ergo, además de desear la paz (por favor no vaya usted a sacar nuevamente su pañuelo blanco), se debe señalar con energía a Rusia y a su líder nacional por lo que están haciendo.

Hay pocas circunstancias en que se define a los hombres y a las naciones. Si uno lo piensa con cuidado, hay realmente pocas. Esta es una de ellas. México puede pasar a la historia (esa que tanto le preocupa a nuestro presidente) como un defensor de la paz y la legalidad o como un pusilánime que no tuvo el valor de señalar la vileza de Putin.

Para hacer la guerra hoy ha bastado uno solo: Rusia. La invasión que se fragua sobre Ucrania, país libre y soberano, utiliza el manto del oscurantismo, del miedo y de la voluntad de un tirano. Poco importa la vida, la libertad de miles de personas. Todo por la ambición de un autócrata.

Quienes justifican o callan ante esta barbarie permiten la injusticia, pero también contribuyen a naturalizar la idea de que parecerse a este villano es tolerable o, peor, está justificado.

No se olvide, tenerlo presente en México es importante: los dictadores no surgen de la noche a la mañana; se van “cocinando” lentamente.

Ante la situación de Ucrania, no valen los sofismas. Tampoco la palabrería hueca y ¡menos participando en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas! (Por cierto, ¿dónde está Juan Ramón de la Fuente ahora que México, como miembro de dicho consejo, debe hacer valer la Carta de las Naciones Unidas?)

Ebrard y López Obrador deben tenerlo claro. Es menester ponerse del lado correcto de la historia y condenar a Putin. Cualquier otra cosa es en sí misma reprobable y ameritaría encender las alarmas pero ahora en México.

Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero