Se la pasan criticando, ofendiendo, estigmatizando e insultando, pero cuidado y les contestes con un argumento porque lejos de entrar en razón, se vuelven más agresivos y te echan encima a su séquito de seguidores, simpatizantes o en muchos casos bots; son las hordas de fanáticos que pagados o no, y creyéndose dueños de la verdad absoluta, han secuestrado el debate en México y mantienen una guerra política estéril que no ayuda en nada a que las cosas cambien.

Esa descripción le queda como traje a la medida tanto a los seguidores de la extrema izquierda, como a los de la extrema derecha; quienes tienen como único o más importante objetivo, posicionar a sus partidos o líderes como la solución a todos los males.

Esta inercia que no ha llevado a nada bueno, es en la que nos hemos visto inmiscuidos la gran mayoría de los mexicanos quienes de alguna forma tratamos de participar en el debate público. La capacidad de conciliar ideas, de escuchar y entender razonamientos ajenos a los nuestros se ha vuelto prácticamente nula, y entramos en un terreno en el que o piensas como ellos, o te atienes al descrédito y la ofensa sin sentido.

En todos los partidos, en todos los frentes, tienen en menor o mayor medida, un grupo de personas que se comportan de esta manera; como si estuviéramos debatiendo sobre un partido de fútbol y no sobre el futuro de México. Los hooligans de las redes sociales se han esparcido y han provocado que cada vez más ciudadanos tomen bando y participen diariamente en estos enfrentamientos.

Por parte de algunos de los simpatizantes del partido oficial, se trata de defender las decisiones, acciones y resultados de gobierno a toda costa.

No hay para este grupo ni un argumento válido, ni un comunicador objetivo o periodista que no sea “chayotero” que les pueda criticar, porque al hacerlo, estaría confirmándose como una persona vendida a aquella infame mafia del poder, de la que por años han hablado. No importa que antes hayas observado y denunciado públicamente a los anteriores gobiernos, si lo haces con este, ya estas desacreditado.

Por el lado de la oposición pasa algo similar, han ido creciendo grupos que secuestran los reclamos y las causas legítimas de la población, para tratar de impulsar los intereses y ambiciones personales de algunos líderes políticos, ex mandatarios o partidos. Su nivel de debate es bajo e intransigente, y en el transcurso de los años su nivel de odio y fanatismo ha emulado a todo lo que antes criticaban.

Es precisamente desde la oposición, donde se deberían buscar construir nuevos puentes de diálogo y reconciliación con la población, porque es precisamente la oposición, la que tiene la pendiente en contra. Hoy, sin la estructura, el poder y los recursos que les da ser gobierno, tienen como única vía para recuperar el país, ganar la mayor cantidad de adeptos posibles, hacerse de la confianza de la gente y obtener una simpatía tan abrumadora, que ninguna operación electoral pueda vencer.

Pero para ello, antes deben de convencer con argumentos claros y objetivos, ser autocríticos y reconocer que para remediar el problema, primero tienen que ir al origen del mismo; analizar las razones por las que la gran mayoría de la población en México se decantó después de muchos años, por un régimen distinto. Encontrar esos errores no será difícil, reconocerlos y enmendarlos si es un reto.

Por eso es que el debate político debe de renovarse, debe de hacer a un lado a figuras que están más preocupadas por defender el pasado, que por proyectar un mejor futuro. Desde todos y cada uno de los partidos se debería incentivar la participación de todos por igual, escuchar voces y reclamos y propiciar un ambiente sano y abierto que fomente una mayor cultura política; solo así, empezaremos a cambiar el sentido de lo que esta ocurriendo en un país donde la improvisación y el encono, han ido ganando terreno cada día.

No importa su profesión, si es actriz, plomero, estudiante, ama de casa, profesor, empresaria, agricultor, todos tienen una realidad que contar, a todos les afecta en menor o mayor medida cada una de las decisiones que nuestra clase política tome, y por ende, su voz debería tener un mismo valor, que aunque no coincida con la mía, debería ser tomada en cuenta.

La situación política en México exige elevar la calidad del debate, necesita involucrar a toda la población en la política y requiere con urgencia, arrebatarle el micrófono a esa horda de pseudos líderes de opinión a los que lejos de interesarles México, les interesa más hacerle la chamba a alguien más, o en algunos casos solo ganar likes. Acabar con esta estéril guerra política debe ser una prioridad para comenzar a construir las bases de un sistema político en donde la participación de la gente y no los partidos o el estado, sea lo que defina una elección.