“… legado de nuestros héroes, símbolo de la unidad de nuestros padres y hermanos, te prometemos ser siempre fieles a nuestros principios de libertad y de justicia que hacen de nuestra Patria, una nación independiente, humana y generosa a la que entregamos nuestra existencia.”

Estoy segura que mientras leían esto se habrán acordado de aquellos lunes de ceremonia cívica que se daban en nuestras escuelas y en aquel patio escolar. Todos nos vestíamos de blanco mientras ondeaba nuestra bandera mexicana, al tiempo que además cantábamos o entonábamos  el himno nacional.

No podía dejar de sentirme tan orgullosa de ver esa bandera ahí ondeando.

Estos recuerdos que les comparto eran de cuando cursaba la primaria y desde ahí, desde aquel tiempo, ver la bandera de México para mí no nada más representaba el amor que siempre le tuve a mi país, sino una sensación especial y extraña como de cobijo y de protección.

Como si la bandera me envolviera a mí y yo a ella para que nada malo me pasara.

No sé si esto mismo que yo sentía, lo sentían los demás compañeritos de  mi escuela, pero yo sí lo sentía fielmente.

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Cada lunes para mí no era un pesar la presenciar la ceremonia cívica o bien conocida como los Honores a la Bandera. Es que sí, a nuestra bandera lo que se le rinden son honores.

En cada ceremonia encontraba algo  de majestuoso y de mágico y mi amor y fidelidad hacia mi país se hacía latente.

Mi bandera mexicana me ha acompañado a lo largo de estos cincuenta años de vida que tengo ya, la he visto ondear hermosa e imponente en múltiples ocasiones  y siempre la he visto ser tratada con amor y respeto. Como algo sagrado.

Pero no solo va una vez que el presidente en turno, en esta ocasión por órdenes de Andrés Manuel López Obrador, la bandera de México es arriada cuando hay marchas o concentraciones que no tienen nada que ver con él.

Nos las arrebata pues. En un hecho sin precedentes.

Es tal su rabia cuando se aglutina gente frente al Zócalo gritando consignas contra el gobierno o apoyando a otros candidatos que no son los que el presidente prefiere que nos castiga dejando desnudo el mástil sin nuestra bandera.

Ayer  el mismo dio una explicación muy burda de ello:

“Es que si llega gente al Zócalo, ya no pueden salir a realizar los soldados  la ceremonia de izamiento o de  arriamiento de la bandera, por eso mejor se quita y ya, es por protocolo” dijo.

Qué conveniente y qué absurdo.

Si el presidente nos mostrara un poco  más de empatía, solicitaría que un día antes se deje la bandera en su mástil para que pueda estar presente en la concentración cívica este 19 de Mayo. O bien, muy temprano el mismo 19 de mayo, cosa que siempre sucede así, pudiera colocarse la bandera antes de que la multitud se aglomere en la plancha de zócalo.

Pero además creo que ni siquiera habrá gente en el zócalo.

Sorprendentemente ayer llegaron a instalarse los profesores de la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación). Ahí mismo, en el Zócalo. Como para no dejar que la concentración cívica se congregue ahí.

Me sorprendería mucho que ellos se retiraran en horas próximas pues así lo han comunicado de ser que puedan hablar con el presidente y presentar su pliego de peticiones.

Si se retiran, entonces veremos a un presidente que no tiene intención de obstaculizar la “marcha rosa” como le llaman.

Pero más aún, si no toca nuestra bandera y permite que ésta ondee cobijando a todos el domingo, también será una señal de paz por parte del presidente.

Pero, la paz… ¡Uy!, esa palabra que López Obrador no conoce porque no la siente y no la tiene ni la ha tenido  y cuando uno no siente algo, no puede dar lo que no se tiene no se puede brindar al otro lo que no se conoce, entonces la paz no se la otorga a nadie, ni al país que prometió amar, cuidar, vigilar.

El presidente se toma personal, ya lo sabemos,  todo lo que no tenga que ver con él y asume que la gente que no le aplaude es su enemigo.

Por eso es que ahora dijo también López Obrador que no mandara quitar las vallas que rodean Palacio Nacional, pues dice alguien quiere incendiarlo.

Su paranoia es mucha, y su desgaste lo es aún más.

Por eso es que en esta columna, quizá esperando que de casualidad el presidente la lea, quiero pedirle que no nos quite nuestra bandera, que es el corazón de todos los mexicanos.

Jamás pensé que tendría que pedirle a alguien que no me tocara a mi bandera.

Pero llegó ese día y aquí por este medio es la forma en como se lo suplico.

Deje a nuestra bandera, suya y nuestra ondear en santa paz.

México, señor presidente le ha dado todo: Amor, poder, riqueza, cobijo, un futuro asegurado para usted y sus seres queridos.

¿No cree que dejar la bandera en paz es una forma de gratitud ante ello?

Se lo pide una ciudadana que siente que tiene poder cuando se pone a escribir.

Se lo pide una mujer que ama y amará a este país hasta el fin de su vida.

Se lo pide un ser humano que ya no quiere verlo a usted tan enojado e iracundo, que desea su paz y su calma, porque su paz y su calma es también nuestra.

Déjenos en paz a nuestra bandera mexicana, déjela ahí mirando cómo un país entero quiere lo mejor para los ciudadanos.

Déjela ahí cuidándonos como sentía que de niña me cuidaba.

Déjenos venerarla y honrarla  en paz.

Es cuanto