Querido presidente López Obrador:

No sé si vas a salir de gira este sábado ni si, en caso afirmativo, volarás a alguna otra ciudad desde el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Si ya pasaste o vas a pasar por el AICM te darás cuenta de las enormes colas —nunca vistas: son larguísimas, desde los mostradores de las aerolíneas hasta la zona de taxis— de muchísima gente desesperada porque no logra ser atendida para realizar satisfactoriamente el proceso de documentación.

Al menos la empresa Aeroméxico no es capaz, en este momento, de atender a los pasajeros y a las pasajeras porque un porcentaje importante de su personal está ausente contagiado de Covid. Es lo que aquí le dicen a todo el mundo, y lo creo: ómicron es la variante más contagiosa de la pandemia.

El problema de Aeroméxico en el AICM debe ser el mismo que afecta al aeropuerto de Cancún, donde hay demasiados turistas en problemas.

A mí no me afectaron las colas porque no traigo equipaje y me documenté electrónicamente. Pero la gente que viaja con grandes maletas —particularmente las familias con niños, pañaleras, carreolas, etcétera— debe a fuerza presentarse en los mostradores de Aeroméxico donde, por lo visto, hay un brutal déficit de trabajadores y trabajadoras.

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Todavía no sé si mi vuelo saldrá o no; me dicen que no ha sido cancelado, como muchos otros, pero igual no viajo a ninguna parte. Ya se verá.

Lo que me consta es que Aeroméxico ahora mismo no puede con su responsabilidad, y a esta empresa hay que ayudarla. No con recursos, que no los necesita —sus socios y acreedores son todos empresarios y empresarias de gran relevancia en México y el extranjero—, así que dinero no les hace falta. O seguramente sí lo necesitan, pero lo van a conseguir. A eso, a sembrar y cosechar pecunia se dedican y lo hacen muy bien.

La ayuda que en este momento le urge a Aeroméxico es de gente para atender al público al menos en la Ciudad de México y en Cancún. El ejército mexicano puede mandar a militares calificados en sistemas, que debe tener muchísimos, para auxiliar a la aerolínea. ¿Por qué soldados expertos en sistemas computacionales? Porque para operar las computadoras de Aeroméxico se necesitará una mínima capacitación, que será cosa de minutos para alguien entrenado en tal disciplina técnica.

No es justo que la gente pase tanto tiempo parada, sin guardar la sana distancia, con niños y muchas maletas en la terrible incertidumbre de si se le atenderá o no.

James Bond en la seguridad del AICM

Me encantaría, ya entrado en gastos, Andrés Manuel, que ordenaras al director del aeropuerto capitalino, que no es una empresa privada, la contratación de otro servicio de seguridad. El que ahora tiene el AICM solo genera aglomeraciones porque sus guardias —con cero capacitación— actúan como si fueran James Bond desactivando bombas al revisar ¡¡¡una de cada cinco maletas que pasan por sus equipos de rayos X.!!!

Entiendo que fue ese, guardia privado de aeropuertos en Londres, el primer empleo del novato James Bond y, seguramente, pudo llegar tan lejos porque no se le iba ni siquiera un biberón cuyo contenido no cumplía absolutamente con las cantidades exactas de nutrientes que la leche materna debe tener: aminoácidos, lípidos, proteínas, vitaminas A, E, C, D, K, B6, B12 y calcio, fósforo, cobre, zinc y hierro.

No exagero, Andrés Manuel: acabo de ver a un guardia del AICM analizar casi con ese detalle el biberón de una asustada mamá de tres niños —el bebé en sus brazos y dos traviesos chiquillos correteando por todas partes burlándose del sofisticado sistema de seguridad—.

Y ya ni te cuento, querido presidente, que casi me arrestan porque le dije al otro guardia: “¿En serio creen que ese biberón es una bomba con explosivos plásticos?”. Pinche lío en el que me metí. El enojado señor me gritó: “¡Aquí está prohibida la palabra bomba! Si la dice otra vez llamo a la policía”.

Me callé. Por un momento pensé en imitar a mi amigo Noroña y hacer un mega pancho, pero me arrepentí: ya no estoy en edad. Y es que, imagínate, Andrés, en segundos me imaginé esposado por agentes ¿de la Guardia Nacional, que comanda Rosa Icela Rodríguez? o ¿acaso de la policía capitalina, que tienen como su jefe a Omar García Harfuch? A mis 65 años eso podría resultar mortal.

Sí, admito que el tipo me intimidó. ¿Y qué crees, presidente? Cuando me tocó mi turno de ser revisado, pues me castigaron buscando con desesperante lentitud los innombrables explosivos en mi MacBook Air que no tiene nada de extraordinaria y ya ni tan nueva es.

Federico Arreola en Twitter: @FedericoArreola