Tabasqueño que trabaja y piensa

Para ganar un debate bastante bobo, el secretario de Gobernación ofendió a la gente muy trabajadora que al mismo tiempo es muy inteligente. Dijo Adán Augusto López: “El que es más inteligente trabaja menos”.

Don Adán respondió con esa tontería a otra de Samuel García, gobernador de Nuevo León: que las personas del norte de México trabajan, las del centro administran y las del sur descansan.

En Monterrey se sabe que Samuel no se caracteriza por trabajador. Él mismo ha admitido que nació y creció en la cultura de la güeva, ya que fue un niño rico que sufría cuando su papá lo levantaba para realizar una actividad tan sacrificada como jugar golf. El gobernador García tampoco brilla por su inteligencia; no ha demostrado intereses intelectuales o culturales de ningún tipo. Es nada más un tipo astuto y con dinero a quien benefició la crisis del PRI y del PAN —y el rechazo a Morena— en Nuevo León. No llegará más lejos en su carrera. Es el diagnóstico que sus paisanos hacen del esposo de Mariana Rodríguez. De plano, se le ve como otro Bronco Rodríguez, aunque menos simpático.

Ignoro el diagnóstico que hacen de Adán quienes más le conocen, sus paisanos de Tabasco, así que no especularé. Carezco de elementos para estimar la capacidad de trabajo de don Adán y no he visto pruebas de inteligencia que se le hayan hecho, por lo que sin bases objetivas no me atrevo a concluir que él sea un hombre más inteligente que trabajador o más trabajador que inteligente o, quizá, que se trate de alguien al mismo tiempo trabajador e inteligente.

Mi experiencia me dice que entre las personas hay de todo:

  • Muy inteligentes y muy trabajadoras.
  • Muy inteligentes y poco trabajadoras.
  • Medianamente inteligentes y muy trabajadoras.
  • Medianamente inteligentes y poco trabajadoras.
  • Muy tontas y muy trabajadoras.
  • Muy tontas y poco trabajadoras.

¿En qué categoría ponemos a don Adán? Supongo que es un hombre trabajador e inteligente —de otro modo no lo habría invitado AMLO a su gabinete— , pero tuvo un momento de gran apendejamiento del que ya debe haberse arrepentido al expresar eso de “el que es más inteligente trabaja menos”.

Conste, la palabra apendejarse no es un insulto, sino un mexicanismo. Significa: “aturdirse (una persona) y actuar por ello de forma poco lúcida”. Esta definición la encontré en internet y es útil para aplicarla al secretario de Gobernación, así de plano.

Adán Augusto ofendió a toda la gente trabajadora, pero en especial a un tabasqueño que trabaja más que nadie que yo conozca y que posee una inteligencia excepcional: el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Soy de Monterrey, crecí en la cultura del trabajo, admiro a la gente de mi tierra siempre tan esforzada —y tan inteligente—. Entonces, les guste o no a mis paisanos, puedo decir con conocimiento de causa que Andrés Manuel es más trabajador que prácticamente todos los sin duda trabajadores líderes regios de la política y la economía. En cuanto a inteligencia, comparado con Samuel García y con los integrantes del Grupo de los 10 empresarios más importantes, pues, con la pena: AMLO ha demostrado ser mucho más lúcido que ellos. Hasta el más listo de los 10, Armando Garza Sada, sería incapaz de vencer en el debate al tabasqueño; y de los otros nueve mejor ni hablamos para no minimizarlos más de lo aconsejado por los buenos modales.

Es verdad, los empresarios que hicieron Monterrey —hablo de los del pasado— empezaban a trabajar a las siete de la mañana; AMLO comienza su jornada a las seis de la madrugada.

Aquellos primeros grandes hombres de negocios de Monterrey fueron suficientemente inteligentes como para no solo enriquecerse —algo que puede ser sencillo si se presentan ciertas condiciones—, sino para realizar algo mucho más difícil: crear empresas que han superado la prueba del tiempo y que en etapas complicadísimas de la historia de México, cuando el nuestro era un país económicamente atrasado, sentaron las bases para una modernización industrial que sigue siendo fundamental en el desarrollo nacional.

AMLO inteligentemente ha llevado a México a dar el salto hacia un sistema político que elimine los privilegios indebidos de quienes tanto patrimonio han acumulado durante décadas de crecimiento desigual y que, al mismo tiempo, abra la puerta de la esperanza a demasiados millones de pobres —del norte, del centro y del sur de Mexico— que merecen ser apoyados por las estructuras del Estado.

Las cosas como son… y las personas también: no son ni tan talentosos ni tan trabajadores como sus abuelos los herederos de los empresarios que construyeron Monterrey, pero todavía mucho representan e influyen bastante tanto en la economía como en la política nacionales. Más allá de diferencias ideológicas evidentes, la clase empresarial regia siempre ha colaborado con quienes gobiernan el país. Con el presidente López Obrador no ha sido la excepción. Así las cosas, es un acto de responsabilidad que las corcholatas de Morena —Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard— dialoguen con los empresarios regios, con todos, no solo con los más grandes, acerca del futuro de México.

Claudia en Monterrey

Ayer tocó el turno a Sheinbaum. Tuvo un desayuno con el Grupo de los 10 en la casa de Armando Garza Sada y una comida con integrantes de las cámaras del sector privado en el Club Industrial. Son reuniones importantes porque la jefa de gobierno de la Ciudad de México tiene posibilidades muy altas de llegar a la presidencia —lo mismo debe decirse del secretario de Gobernación y del canciller—. Es positivo que se entiendan empresarios de ideología neoliberal con quienes encabezan el gobierno de izquierda. Queda claro que nuestro país solo es viable con la participación de todos.

¿Qué opinaron los empresarios de Monterrey de Claudia Sheinbaum? No tengo información específica que me haya dado nadie, pero en estos asuntos los editores del diario El NorteReforma, en la capital mexicana; Mural, en Guadalajara— siempre están enterados de lo que se dice en reuniones cerradas a la prensa. Sintetizo enseguida la columna de M.A. Kiavelo, la principal de ese periódico:

  • Primero la columna cuestiona fuertemente a Adán Augusto por las mentiras que ha dicho acerca de Nuevo Léon.
  • Después M.A. Kiavelo compara la actitud de Claudia Sheinbaum con la del secretario de Gobernación: “Y mientras el titular de Segob busca subir en las encuestas presidenciales y desviar la atención de los graves problemas nacionales ‘agarrado del chongo’ con Nuevo León, la corcholata morenista Claudia Sheinbaum mostró ayer mano izquierda en su visita al Estado…”.
  • Lo “tal vez más importante” que hizo en Monterey la jefa de gobierno de la CDMX “fue su acercamiento con empresarios, primero, del llamado Grupo de los 10 en la casa del presidente de Alfa, Armando Garza Sada, en San Pedro, y luego con la Caintra en el Club Industrial…”.
  • ¿Qué ocurrió en tales reuniones? “Según cuentan, en estos encuentros privados y limitados a pocos participantes hubo buen diálogo y de frente con Sheinbaum, que ayer manejó un discurso moderado”.

¿Qué debemos entender por “un discurso moderado” de la más izquierdista —y por mucho— de las corcholatas de AMLO?

Las tesis económicas de Sheinbaum, por convicción y formación desde sus tiempos de activista universitaria, coinciden plenamente con las de AMLO y pueden resumirse en siete síes, pero: (1) a la economía de mercado, pero absolutamente regulada por el Estado; (ii) apoyar a los inversionistas, pero después de tender la mano a los pobres; (iii) participación privada en el sector energético, pero sin afectar a Pemex y a la CFE; (iv) —como ha dicho Daniel Servitje en un artículo de Reforma, El Norte y Mural— crear condiciones para que la llamada relocalización de las cadenas productivas mundiales beneficie a México, pero sin entregar trozos de soberanía; (v) a promover las exportaciones mexicanas, pero sin duda haciendo caso a la propuesta de Servitje: poner el énfasis en los mercados del este de Estados Unidos, lo cual solo podrá hacerse desde el sureste de nuestro país, cuya infraestructura debe ser fortalecida; (vi) trabajar para incrementar la productividad, pero sin las tradicionales injusticias laborales, y (vii) a mejorar el sistema de recaudación tributaria, pero nunca más permitiendo que las grandes empresas incumplan legalmente sus obligaciones.

Pienso que algo así deben hablar hablado los empresarios de Monterrey y Claudia. Pero seguramente lo que más debe haber gustado a los regios capitanes de empresa de lo que ella les dijo es lo que no dijo: esto es, que no se metiera al absurdo de hacer comparaciones odiosas entre los mexicanos y las mexicanas de las distintas regiones de la nación. No se dio cuenta Adán Augusto de todo lo que ha ayudado a sus rivales en la carrera presidencial al haber ofendido a la gente de Nuevo León y de los otros estados norteños; lo peor, el titular de Gobernación lo hace no porque sea tan torpe como para creer en esas cosas, sino solo por la desesperación de seguir hundido en el último lugar de las encuestas.

Daniel Servitje

Mencioné deliberadamente en uno de los párrafos precedentes el artículo de Daniel Servitje publicado en Grupo Reforma. Es muy bueno. Valdría la pena que este empresario —quizá el más admirado de México— lo reproduzca en sus redes sociales o en las de la empresa que dirige, Grupo Bimbo, ya que los diarios de la familia Junco solo pueden ser consultados por sus suscriptores, que son muy poquitos.

Solo una crítica le habría al señor Servitje... Aunque quizá no sea una crítica, sino una simple observación en la lógica de sus propias conclusiones.

Servitje destaca en su escrito que es amigo de Luis de la Calle, un analista sin duda trabajador e inteligente pero… Tengo información de que el señor De la Calle, lo mismo que otros expertos mexicanos en economía, además de realizar excelentes estudios que deben ser tomados en cuenta, cae en el terrible defecto intelectual de perder la moderación cuando discute sobre los resultados de AMLO y la 4T, lo que hace con frecuencia en reuniones, sobre todo informales, con otros analistas y con empresarios. Perder la moderación significa dejarse llevar por la ideología y, de esa manera, perder la objetividad, lo que implica pasar en segundos del razonamiento sensato y fundado en datos sólidos a la politiquería que siembra cizaña contra el actual gobierno.

Daniel Servitje —en mi opinión el empresario mexicano más importante, más trabajador y más inteligente de la actualidad— al final de su artículo propone “trabajar juntos” para aprovechar las grandes oportunidades que ahora mismo se le presentan a México. Trabajar juntos quiere decir colaboración positiva entre los empresarios y el gobierno de izquierda que, con elevada probabilidad, tendrá un segundo sexenio para consolidar sus proyectos. Creo que trabajar juntos exige dejarnos de peleas inútiles, muchas de ellas originadas en los círculos de asesores, economistas, sociólogos, historiadores, de la clase empresarial que todos sabemos andan desatados en la tarea de esparcir la semilla del odio contra Andrés Manuel.

Muy benéfico para todos habría sido que en su escrito el señor Servitje también hubiese llamado a los analistas que piensan como él a mantenerse ecuánimes, de tal forma de intentar ver lo positivo que hay en la 4T o, al menos, dejarse de estar alentando el resentimiento contra un gobierno que no comprenden porque no es ni será como todos esos gobiernos del pasado en que tales analistas colaboraron y se formaron. Un poquito de buena fe desde la derecha mucho ayudaría en la exigencia de Servitje de trabajar juntos por México.