La decisión de Alessandra Rojo de la Vega, alcaldesa de Cuauhtémoc, de retirar las estatuas del “Che” Guevara y Fidel Castro del Jardín Tabacalera trasciende lo administrativo. Bajo el argumento de “recuperar banquetas” y supuestas irregularidades en su instalación, la funcionaria despliega una maniobra política cargada de simbolismo fascista y abiertamente anticomunista.

Rojo de la Vega insiste en presentar el acto como un mero cumplimiento técnico: ausencia de cédulas del Comité de Monumentos, falta de documentos en archivos, y un resguardo “irregular” por un trabajador. Sin embargo, el lenguaje del retiro de las obras revela otro trasfondo.

Su crítica ignorante de contextos históricos de las figuras de Guevara y Castro es en sí pésima. Su falta de resultados en la alcaldía, evidente. Que el retiro de estas estatuas haya sido días después de su patética e innecesaria visita con elementos de la extrema derecha en España es sumamente sospechoso. Pero la realidad ahí está. Ante la falta de resultados y argumentos, la alcaldesa se suma a la odiosa “guerra cultural” de la extrema derecha que ya ocurre en otras partes del mundo.

Sin embargo, México no es Estados Unidos ni Argentina. Las esculturas (del valor artístico de las mismas una persona tan limitada en lo intelectual como Alessandra no tiene ni remota idea) regresarán y muy pronto, la alcaldesa se irá a donde van todos los personajes y títeres manipulables de la historia de la humanidad... directo al basurero de la historia.