Entre las personas puede ofender la palabra bizco o bizca. Por lo tanto, resulta preferible —por su contenido menos peyorativo— el término estrábico o estrábica.
Alguno de dos hermanos del Siglo de Oro español —Bartolomé o Lupercio Leonardo de Argensola— en tono de broma encontró una ventaja en bizquear o padecer estrabismo:
… es bien que en un instante
con el un ojo mires al poniente
y con el otro mires al levante".
SONETO de los hermanos ARGENSOLA
El estrabismo en las personas no es un bien, sino un mal que debe corregirse. Lo contrario podríamos decir, con los hermanos Argensola, del aparato de inteligencia de un gobierno. Este debe ser capaz de ver, al mismo tiempo, al menos en dos direcciones opuestas, aquella donde se origina la verdad y su contraria, en la que comienza el rumor.
Son varios los significados opuestas a verdad: falsedad, mentira, engaño, embuste…, rumor. En política el último es el más dañino.
El rumor siempre ha sido potente. Con las redes sociales incrementó sus superpoderes.
En 1994, después del asesinato de Luis Donaldo Colosio, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari nos invitó a platicar, a su oficina —como inicio del proceso de control de daños—, a algunas de las personas que habíamos estado cerca del candidato asesinado.
Salinas me recibió teatralmente, casi llorando de tristeza. Verlo tan afectado me llevó a comentar la primer cosa irrelevante que se me ocurrió. Le dije: “Llegué en taxi”. De inmediato me preguntó, ya no tan triste: “¿Qué te comentó el taxista?”. Respondí tuteándolo, lo que evidentemente le molestó —el ustedeo es una mala costumbre de la política—: “El taxista afirma que fuiste tú”.
Mi respuesta no sorprendió a Salinas. De su rostro despareció la tristeza y con la astucia de un zorro de la intriga, arte que él dominaba, añadió: “Son rumores… hay que crear la Secretaría del Rumor”.
Ayer Carlos Loret de Mola publicó en El Universal la columna “No haga caso, son rumores”. Presentó una lista de algunos pocos hechos y muchas afirmaciones falsas o de imposible verificación que este periodista obviamente difunde no porque las considere verdaderas, sino solo para dañar a un gobierno que detesta, el de la presidenta Claudia Sheinbaum.
El rumor es como la religión o el psicoanálisis —este último, una pseudociencia, en la lógica del filósofo Karl Popper—: no hay manera de refutarles mediante la experiencia.
Hoy, en El Financiero, Raymundo Riva Palacio cuenta lo siguiente: que AMLO “ha estado muy pendiente de los pasos y los dichos del embajador (de Estados Unidos en México, Ronald Johnson), y respiró tranquilo cuando después de que Johnson presentó sus cartas credenciales a la presidenta Claudia Sheinbaum, fue informado desde Palacio Nacional de que la reunión había sido cordial y sin referencia alguna a él”.
¿Cómo se refuta semejante afirmación? Antes de responder lo anterior, debe hacerse otra pregunta: ¿cómo carajos se enteró un columnista de que lo que habló la presidenta de México con el embajador de Estados Unidos y, también, de que Claudia informó a AMLO que su nombre no se mencionó en la charla?
Estoy seguro de que Claudia Sheinbaum no tiene trato personal con Raymundo Riva Palacio. Entonces, ella no le pasó el supuesto dato. ¿El columnista tiene comunicación, de absoluta confianza por lo demás, con Ronald Johnson? Lo dudo, pero realmente no lo sé: igual el querido Ray es agente de la CIA —no sería el primer periodista en tal situación laboral— y acuerda a diario con el embajador de Estados Unidos, quien por tal motivo le cuenta tantos detalles de sus pláticas con la presidenta de México. No me consta, por supuesto, pero...
Hay una tercera pregunta sin respuesta: ¿Quién le informó a Riva Palacio que el expresidente López Obrador “respiró tranquilo” después de que Claudia le contara de su reunión con Johnson? Tantas preguntas sin respuesta.
Digo que se trata de preguntas sin respuesta porque no quiero ofender a un periodista al que he apreciado en otros tiempos con la única respuesta lógica: son puros cuentos de Raymundo, esto es, fábulas, inventos, historietas de pésima política ficción.
A Riva Palacio no le voy a pedir seriedad —esto es, dar a conocer sus fuentes— porque él, desde hace años, decidió que no le interesaba ser serio y que iba a publicar lo que se le ocurriera. Muy su decisión, y se respeta.
A Agustín Gutiérrez Canet, este sí periodista serio —también diplomático: ha sido muy buen embajador—, por su trayectoria se le debe exigir que explique de dónde sacó la historia, además en inglés, de que la presidenta Claudia Sheinbaum muy pronto le quitará el cargo al canciller Juan Ramón de la Fuente.
Ayer la preguntaron a Sheinbaum por lo que dio a conocer Gutiérrez Canet. Ella respondió: “No. Juan Ramón está haciendo un gran trabajo. Son —¿cómo es la canción?, a ver, ponla―… “Son rumores, son rumores”. La canción, todo el mundo sabe, es El Venao.
El rumor con el que se pretendió golpearlo solo sirvió para fortalecer al canciller con estas palabras de la presidenta de México: “Está haciendo un gran trabajo Juan Ramón de la Fuente. Es un hombre muy reconocido nacional e internacionalmente, y está haciendo un muy buen trabajo”.
Por su biografia y en defensa de su prestigio, Agustín Gutiérrez Canet deberá explicar de dónde sacó el texto en inglés que hablaba del despido o la renuncia de De la Fuente. Busqué alguna referencia en Google y en redes sociales y no encontré ninguna.
No debe el periodista y embajador Gutiérrez Canet dejar las cosas sin aclaración porque, evidentemente, lo engañaron. Como su informante no le dijo ninguna verdad, no hay razón para no exhibirle. ¿Quién le dijo eso? Es justo delatar al embustero.
Supongo que las agencias de inteligencia del Estado mexicano, como las personas bizcas del soneto de los hermanos Argensola, ya deben haberse capacitado para buscar —y encontrar— el origen de ese y muchos otros rumores que en nada benefician a la política mexicana.
Enseguida dejo dos videos: uno con las palabras de la presidenta Sheinbaum sobre el canciller De la Fuente; otro con el merengue —o bachata, qué sé yo— El Venao, de Ramón Orlando Valoy, sí, la canción de “son rumores, son rumores”: