Jesuitas culpan a la gobernadora, pero la prensa a AMLO

Con excepciones la comentoracia mexicana culpa al presidente AMLO del asesinato de dos jesuitas en la sierra de Chihuahua.

Una de tales excepciones es Guadalupe Loaeza, de Reforma, quien en su artículo “Luto en la sierra” simple y sencillamente cita lo que dijo a Carmen Aristegui el vicario de la Diócesis de la Sierra Tarahumara, Héctor Fernando Martínez Espinosa:

Que “se pudo haber evitado” el homicidio de los sacerdotes Joaquín Mora y Javier Campos, y del guía de turistas Pedro Heliodoro Palma.

Que los jesuitas denunciaron ante la gobernadora panista Maru Campos, “desde que era candidata”, lo que ocurría en la Tarahumara, donde se ubica la comunidad de Cerocahui, donde mataron a los sacerdotes.

Que la gobernadora no atendió a los jesuitas.

Que los jesuitas se decepcionaron de la gobernadora: “Este gobierno de Maru Campos, sobre el que teníamos muchas expectativas, es un gobierno que no escucha, no atiende y nos duele porque es la primera gobernadora mujer del estado y ahora sale, da la cara, pero en un contexto casi de obligación”.

Que, espera el vicario, “ojalá y le doliera —ella es una creyente— tanto como a nosotros, para que aunque sea un poco se pueda transformar esta realidad de mucha violencia en la sierra, de muchos desplazados por esta violencia criminal”.

Lo anterior llevó a la señora Loaeza a plantear un par de preguntas:

“¿Por qué diablos nunca los recibió la gobernadora, acaso no estaba al corriente de los problemas que han creado los narcos precisamente en esa zona?”

¿Cómo desestimar el llamado urgente de los jesuitas, los que mejor conocen la realidad de la presencia del narco?”

La conclusión de Guadalupe Loaeza es sin duda correcta: “Sí, señora gobernadora, estos crímenes se pudieron haber evitado si usted hubiera sido más profesional y más empática”.

Fuero común

Hay delitos del fuero común y del fuero federal. Los primeros deben ser perseguidos —desde luego también evitados en la medida de lo posible— por las fiscalías de cada una de las entidades federativas. Los otros debe investigarlos la FGR.

No se asesinó a los jesuitas porque participaran en el narco; tampoco porque lucharan para evitar un ataque a las vías generales de comunicación; mucho menos por una disputa relacionada con impuestos; ni se les privó de la vida por razones religiosas, políticas o ideológicas.

A los sacerdotes se les mató porque quisieron impedir que un delincuente dañara a otra persona, con quien había peleado por el resultado de un juego de beisbol. Ese es un delito del fuero local, es decir, que debería ser perseguido por el gobierno de Chihuahua.

¿Que el asesino es un narco y que debió haberlo arrestado el gobierno federal? Seguramente sí, lo admitió el presidente Andrés Manuel López Obrador: el criminal es jefe de alguna banda narcotraficante cuya carrera delictiva inició en el pasado sexenio y a quien nadie molestó.

Calderón dio permiso a la muerte, dice Aguilar Camín

El columnista de Milenio cuenta en su artículo de hoy que en 2008 la revista que él dirige, Nexos, inició una reflexión “sobre la espiral de sangre que desde entonces baña al país, y por momentos lo destempla”.

Ena 2008, recordémoslo, ya era evidente que México había perdido la guerra que Felipe Calderón declaró al narco dos años antes, lo que nuestra sociedad iba a pagar con un mal futuro, el que tristemente ya nos alcanzó.

“La muerte tiene permiso”. Fue el título de la reflexión que inició Nexos hace 14 años acerca de la violencia desatada por Calderón.

En la primera parte de su diagnóstico dice la verdad Héctor Aguilar Camín:

hace 14 años, en Nexos, hablaban “del crimen vinculado al narcotráfico, al que el gobierno federal le había declarado una guerra frontal, mal diseñada, cuya consecuencia no fue contener la violencia sino multiplicarla y desperdigarla”.

“Bajo el fuego gubernamental de entonces, los dos o tres cárteles grandes que peleaban por el control de rutas y plazas se fragmentaron en una gran diversidad de bandas, de las que Eduardo Guerrero llegó a contar 280″.

“Estas bandas seguían unidas al negocio del narco pero empezaban a mostrar un rostro criminal cualitativamente distinto, porque su negocio principal empezaba a ser no el trasiego de drogas sino la exacción de sus comunidades”.

“El crimen organizado que padece México hoy es doble: el de las drogas y el de la exacción social de las bandas criminales. Quizá este último, en su diversidad, sea ya más importante que el primero, pues incluye derecho de piso y extorsión, secuestro, huachicol, trata de migrantes, tala clandestina, mercado de homicidios, apropiación de negocios, captura de territorios, desplazamiento de autoridades, usurpación de gobiernos”.

Noo hay duda, el asesino de los jesuitas es jefe de una de las tantas bandas que surgieron gracias a la fallida guerra de Calderón contra el narco.

Se equivoca Aguilar Camín en la segunda parte de su diagnóstico:

“Esta doble variedad criminal, la del narco y la de la exacción social, han prosperado bajo la inacción del actual gobierno. Hay más homicidios y hay más exacción social. Florece el narcotráfico y florece la opresión criminal sobre negocios, regiones, ciudades, pueblos y gobiernos enteros”.

“El crimen organizado sigue estando en el narco, pero también está el de la captura de la sociedad por bandas locas y siniestros sicarios, cuya impunidad muestra, como en Cerocahui, cuánto creció en estos años ese otro crimen, inherente al tejido social, su parte podrida en expansión”.

Sin duda se equivoca el director de Nexos y colaborador de Milenio porque nada hay más complejo que volver a la normalidad existente en el país que se perdió con la estúpida guerra de Felipe Calderón.

No es “inacción” la del gobierno de AMLO, sino una acción distinta: no más guerra imposible de ganar a balazos, sino ir a la raíz del problema. Hay avances, como la Guardia Nacional. Desgraciadamente la estrategia del presidente López Obrador no parece contar con el apoyo de los gobernantes locales, que han fallado.

Me equivoqué en mi cálculo acerca del gobierno de la panista Maru Campos: pensé que iba a trabajar correctamente, y no ha sido así. Ella tiene que cambiar.