No haré mofa de un problema de alcoholismo que el señor Juan Pablo Sánchez Gálvez, de 27 años de edad y hasta este miércoles miembro del equipo de campaña de su señora madre, Xóchitl Gálvez.

El uso del alcohol es una enfermedad y no debe tomarse a la ligera. Lo que esta sustancia hace es quitar las inhibiciones, por algo existe ese refrán que dice que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

El escándalo por la aparición del video en donde don Juan Pablo aparece ebrio, insultando y agrediendo a guardias de seguridad de un antro, no es por su estado de ebriedad, sino por la manera en que exhibe el verdadero rostro de una derecha que por más que se disfrace de progre y buena ondita, muestra siempre su rostro asqueroso cuando trata con quienes considera sus inferiores.

La familia y las campañas políticas, por otra parte, se llevan como el agua y el aceite. Este misilazo debajo de la línea de flotación a la campaña de Gálvez se debió principalmente a que la candidata decidió involucrar a sus hijos en su campaña. Es posible, también -no seamos ilusos- que existiera un incentivo económico por esta participación. Sin embargo, con los propios antecedentes de “Juanpa” y su abuso de la bebida, esta decisión era una apuesta muy arriesgada y poco o nada ayudó a que su madre y aspirante del PRI-PAN-PRD a la presidencia de la república remontara la desventaja de 30 puntos que la separa de la candidata puntera.

En una variante más del mito de Edipo, el hijo hunde la campaña de su madre. Esta tragedia griega “xingona”, sin embargo, fue causada por las propias malas decisiones de sus protagonistas y por nadie más.