TU DECIDES

La práctica del aborto no es nueva, fueron la Rusia de Stalin en 1920 y la Alemania Nazi los primeros países del mundo en legalizarlo. En América Latina el primer país que lo hizo fue la caribeña isla de Cuba en el año 1965, donde gobernaba ya Fidel Castro. Estados Unidos lo hizo años después, cuando la Corte Suprema en 1973 decretó positivo el caso Reo vs Wade, un caso plagado de mentiras e irregularidades, que por cierto fue anulado hace unos meses por la misma corte de los Estados Unidos y los humanos en proceso de gestación en USA volvieron a ser protegidos por la constitución americana.

La esclavitud -un capítulo de la historia de la humanidad, tan penoso y triste como el aborto, ya superado, por cierto- en su momento fue una conducta aprobada por prácticamente todos los países, no así el aborto que solamente ha sido despenalizado en 67 de los 193 países que hay en el mundo, es decir el 35%.

Es por todos sabido que el aborto en el mundo no tuvo su origen en las bases sociales, en las calles o en los barrios populares, no; nació en la mente y el escritorio de hombres -no mujeres- que buscaban el poder y el control del planeta. El aborto en su origen fue la imposición de unos cuantos, más que la petición de las mayorías. Una oferta que impulsó la demanda. Por cierto, en México siempre han sido más los que lo rechazan a los que lo aprueban.

Hablamos entonces de dos industrias, la industria del aborto que según la revista Forbes, solo en México, vale más de 4 mil millones anuales y de la industria de la promoción del aborto, de esa que han empujado, desde mediados del siglo pasado, grandes capitales cuyo único interés es el poder y el control.

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Durante los últimos 12 años, según una investigación periodística de Red 6-6 se han destinado en México más de 3,700 millones de pesos para la promoción del aborto, de los cuales casi el 70% -2,500 millones- han ingresado del extranjero, faltando el respeto a la soberanía nacional.

Cuando escuchamos las mismas voces de hace años como la de Olga Sánchez Cordero o Martha Lamas promoviendo el aborto, no podemos dejar de pensar cómo es posible que sigan ofreciendo, cuando hay un embarazo inesperado, la misma vieja receta de hace 50 años.

Antes se creía que la diabetes solo se controla evitando el azúcar, era una receta del pasado que ya ha sido superada, hoy sabemos que el tratamiento eficaz incluye una alimentación balanceada, ejercicio, monitoreo constante y apoyo emocional. Lo mismo sucede con el caso de un embarazo inesperado, Olga, Martha y demás promotoras del aborto, deben entender que las cosas ya cambiaron, que ahora se puede ayudar de un mejor modo a la mujer que tiene un embarazo inesperado, de un modo menos cruento y doloroso.

Cualquier mujer que esté bien informada y piense joven pedirá a la camada de mujeres de los sesenta, -Olga Sánchez Cordero, Martha Lamas, Consuelo Mejía, Malú Micher, Patricia Mercado-que abran los ojos, que existen nuevas y mejores alternativas para resolver lo que hace años ellas pensaban que resolvía un aborto.

Una mujer joven ahora está en todo su derecho de pedir a estas señoras sexagenarias que se actualicen, que abran los ojos y entender que su receta llamada aborto ya es vieja, que no pueden seguir recomendando lo mismo que hace años.

La mujer mexicana tiene derecho a soluciones más humanas y modernas que el aborto, tales como la ayuda y el acompañamiento, la prevención, la protección… Ante un embarazo inesperado. El tema no es aborto si o aborto no, el tema es cómo ayudar a la mujer mexicana, sin dolor y sin sangre, cuando tiene un embarazo inesperado.

La sociedad ha cambiado. Las mujeres también. Hoy tenemos más información, más conciencia sobre la salud mental, más redes de apoyo, más tecnología, más recursos médicos y más instituciones civiles dispuestas a tender la mano. ¿Por qué seguir empujando a una mujer hacia una decisión solitaria, dolorosa y definitiva, cuando podemos ofrecerle acompañamiento integral, opciones de apoyo, espacios donde no se le juzgue sino se le abrace?

Finalmente, como alguna ha dicho Chesterton y es otro argumento para sepultar esa práctica: “la vida humana no comienza cuando le conviene al gobierno o a la ciencia moderna, sino cuando Dios hace chasquear los dedos en el silencio del vientre. Los hombres modernos han inventado relojes para medir todo, excepto el instante en que un alma comienza a cantar. Y sin embargo, ahí está, como una sinfonía que aún no ha sido oída pero ya vibra en la partitura. Defender al no nacido es, en verdad, defender la esperanza. ¿Y qué es un pueblo sin esperanza sino un cementerio que aún cobra impuestos?

X: @pablomieryteran