En semáforo “amarillo”, pero con indicadores señalando que deberíamos estar en naranja, así entregará el saliente gobernador Jaime Bonilla la gubernatura a la entrante mandataria Marina del Pilar, gracias al pésimo manejo de la pandemia que él y su bufonesco Secretario de Salud, Alonso Pérez Rico, realizaron durante el último año y medio.
Poco podemos esperar de un gobernador que siempre estuvo ausente de la capital, empecinado en “gobernar” desde unas oficinas improvisadas en Tijuana, utilizando indebidamente un helicóptero que debía ser utilizado para seguridad y no para ahorrarle 2 horas de trayecto todos los días y que se contagió dos veces de SARS-CoV-2, ya que su ludopatía no le permitió dejar de lado unos meses su afición a los casinos ubicados en el sur de California.
Actualmente, Baja California tiene casi 2 mil casos activos, mil de ellos en Mexicali (con la mitad de pobladores que Tijuana ¿a nadie le parece extraño?), seguidos de Tijuana, Ensenada, San Quintín, Rosarito, Tecate y San Felipe.
Antes de que alguien quiera “sorprenderse” por estas espeluznantes cifras, hay que recordar que el gobierno estatal y los gobiernos municipales autorizaron porquerizas antihigiénicas como el “Baja(sic) Beach Fest”, Las Fiestas del Sol y la Feria Tijuana 2021, con inexistentes medidas de seguridad y con la visita de personas del sur de los Estados Unidos, el país peor afectado por la pandemia a nivel global.
Esperemos que la llegada de Marina del Pilar signifique un cambio en esta trayectoria de desastre que la pandemia ha dejado en Baja California.