Más allá de la “niebla de la guerra” e infodemia sobre la inexistente “agresión rusa” a las provincias orientales de Ucrania, debemos tener en cuenta algunos hechos.

Dejando de lado la campaña belicista, rusófoba y llena de mentiras de medios y gobiernos estadounidenses y británicos contra la Federación Rusa y su dirigente, Vladimir Putin, la realidad es que desde hace cerca de una década, cuando un gobierno con vínculos a grupos neonazis como el “Batallón Azov”, incorporado a la Guardia Nacional ucraniana, todas las acciones tomadas por las autoridades rusas han sido defensivas, no ofensivas.

Basta leer un poco de historia reciente para saber porque Rusia no quiere, ni debe tolerar la presencia de agresores fascistas en sus fronteras. También, para repudiar la escalada armamentística que tiene rodeado de bases militares y sitios de misiles a los principales rivales militares y económicos de los Estados Unidos, Rusia y China, cuando ningún país soberano toleraría ese trato.

Lo que está en disputa es la integración comercial, económica y política de la Unión Europea, principalmente Alemania, con Rusia, mediante el gasoducto Nord Stream 2. La otra opción es el gas licuado, caro y más escaso, traído en buque desde los Estados Unidos.

El resto son mentiras y propaganda de guerra, con el apoyo de algunos medios de comunicación hegemónicos. Mención especial merecen algunos “analistas” localizados en nuestro país, que repiten de forma acrítica la propaganda norteamericana (igual de verídica que la de los inexistentes “asesinatos de bebés en incubadoras” en Kuwait, o las “armas de destrucción masiva” en Irak y Libia), aparentemente sin comprender el peligro que representa para nuestro país, y para la humanidad, una guerra “caliente” entre potencias nucleares.

El único beneficiado de una guerra que nadie más desea es el “complejo militar industrial” de los Estados Unidos y sus conocidas ansias por cada vez más “mercados” para su material bélico. Hay que evitar un conflicto de larga escala a toda costa.