Por supuesto que el amor es un sentimiento; el impulso neuroquímico de la atracción que nos mueve a querer estar cerca de alguien que despierta en nosotros una necesidad de satisfacer un deseo.
Sin embargo, también es una decisión. Piénsalo de la siguiente manera: la persona con la que estás o quieres comenzar una relación, ¿merece tu tiempo? ¿Es realmente el tipo de persona con la que te conviene compartir tu vida, por el tiempo que sea?
Tu pareja tiene que convenirte
Lo anterior quizá sea lo más fuerte que pudieron haber leído, pero es una gran verdad. Te tiene que convenir estar con una persona, por múltiples factores.
La decisión va más allá de la duración del primer impulso, uno decide quedarse al lado de una persona por la voluntad de seguir manteniendo ese amor, pese a los cambios que en el sentir puedan haber.
Es decir, la emociones de los primeros encuentros disminuyen, pero la decisión está allí. Decides quedarte con una persona porque te ofrece tranquilidad, estabilidad, paz.
¿Quién quiere estar dónde no le conviene? Estamos donde nos tratan bien, donde nos quieren y respetan, donde no sufrimos. Cuando confundimos el amor con sufrimiento, creemos que allí debemos estar.
Amas y decides amar
Nada más alejado de la realidad. El amor no pide sacrificios. Claro que puedes adorar a alguien que no te conviene. Cuando decides amar, el otro no está obligado a amar en reciprocidad.
Sin embargo, metidos en el primer sentimiento, y cuando este comienza a transformarse y aterrizamos al mundo real, al mundo de la convivencia, es cuando decidimos quedarnos o no con ese alguien.
Te quedas no porque amas al otro, sino porque amándolo, así decides hacerlo. En algunas ocasiones, renunciamos a alguien por un bien mayor, porque no nos conviene amarlo.
Ejemplo de ello son las relaciones tóxicas, los amantes, aquellas parejas que se maltratan... Aún sintiendo mucho, decides renunciar a esa persona.
Con información de Mario Guerra, psicoterapeuta y tanatólogo.