Décadas atrás, para escuchar música se necesitaba un LP. ¿Qué es un LP? Si se le pregunta a una persona de 20 años o menos, probablemente no tendrá idea de qué responder y, por supuesto, lo siguiente que hará, será acudir a su smartphone o el dispositivo electrónico que tenga más a la mano para investigar al respecto. Aún con la búsqueda en Google, la respuesta no será sobre el objeto del que aquí nos interesa hablar.

Si hoy escribimos las siglas L y P en la barrita de buscar, los motores arrojan primero resultados sobre Laura Pergolizzi, una cantante neoyorquina que adoptó como nombre artístico las primeras letras de su nombre. Esto no fue así siempre, ella adquirió suficiente fama como para ser el concepto favorito de los motores de búsqueda, hace máximo un año, antes, el resultado giraba alrededor del Gas LP, pero sobre los discos con los que comparten nombre los dos sujetos anteriores, nada. Al menos no en las primeras páginas.

Así, ¿cómo va a saber un adolescente lo que es un LP? Empecemos por dejar asentado aquí el objeto de todo este embrollo: un LP, también conocido por su adaptación al español “elepé” es un disco de vinil que posee una duración mayor en comparación con otros de su tipo; de ahí proviene su nombre que, en inglés, es long play. 

El LP Fue uno de los distintos formatos usados para reproducir música entre la década de 1920 -cuando los discos de acetato fueron introducidos por Vitaphone para proveer de banda sonora al cine- y la de 1970 – momento en que la cinta se convirtió en el soporte favorito para estos fines-.

Además del LP, existieron otros formatos que se diferenciaban por la cantidad de pistas o minutos que podían grabarse en ellos (el extended play), o por el material con el que se fabricaban, ya que algunos eran más rígidos que otros, a pesar de que servían para prácticamente cualquier cosa.

Aún existen los discos de acetato

Durante casi medio siglo, los discos de vinil fueron objetos codiciados, el regalo ideal para toda ocasión y una colección infaltable en la mayor parte de los hogares, pues nunca se ha necesitado ser un melómano empedernido para disfrutar de escuchar una y otra vez la canción favorita.

El importante lugar que ostentaron antes, ahora se reduce a pequeños rincones en mercados de pulga, tianguis y una que otra tienda que se alza orgullosa bajo el renovado y pretensioso concepto de lo vintage.

El baratillo, un safari hacia el pasado

Cuenta la leyenda que, si se pone mucha atención al entorno, de pronto puede aparecer un disco de vinil a la vista; quizá decorando una pared, o convertido en la base de un reloj construido de forma artesanal por algún entusiasta de lo retro; puede ser que lo halles hecho pedacitos formando un mosaico en el recubrimiento de una maceta... Pero hay un lugar en donde aún se agrupan en algo así como manadas arraigadas que se niegan a la extinción. Ese lugar es el Baratillo.

El Baratillo, es un tianguis ubicado en la colonia Lagunilla, que se ha dado a conocer por ser uno de los más grandes de Latinoamérica, pero también por su peculiar oferta gastronómica, por tener a la venta cosas comunes y otras que jamás te habrías imaginada, pero, sobre todo por la gran diversidad de expresiones culturales que alberga.

Este mercado sobre ruedas no es como cualquier otro, porque en él se esconden secretos, historias y tesoros entre los pasillos bordeados por anaqueles improvisados a nivel de piso. Algunas décadas atrás, ese mágico espacio lleno de antigüedades se extendía con sus maravillas por varias calles, hoy, los “trebejos” que le dieron nombre, se acotan a un par de cuadras.

Para encontrar el lugar que cualquier amante de la Ciudad de México debería conocer, es necesario llegar a la estación Lagunilla del Metro y a partir de ahí, aguzar los sentidos para captar en el aire la pista del olor a naftalina o a roble viejo que se desprende de los muebles y otra clase de objetos antiquísimos que ahí se venden. Basta caminar por los estrechos pasillos que dejan los locales comerciales ambulantes irregulares en las banquetas, para entender que si de buscar objetos de otra época o que están en peligro de extinción se trata, no hay mejor sitio que este para hacerlo.

Tras avanzar por las calles durante varios minutos, en una sucesión infinita de muñecas de plástico ya sin rojo en los labios, revistas, libros, pinturas (porque ahí también hay artistas exhibiendo su arte), es posible comenzar a ver, una vez por aquí y una vez por allá, cajas destartaladas en un rincón que como pueden, sostienen algunas decenas de discos de vinil descuidados y casi olvidados.

Entre todos estos escaparates que parecen salidos de una película o una fotografía antigua, se alza orgullosa una carpa con estampado de camuflaje boscoso que protege de las inclemencias del clima a uno de los bancos más grandes de vinilos -como también se les conoce- en el lugar. Ahí están, entre un barril con ruedas que vende tepache frío y un puesto de libros usados.

Cada metro de la Lagunilla cuenta una historia

“OFERTA: 4 LPS x $100”, dice un letrero que recibe a quienes visitan el espacio de Ema y Eduardo, los guardianes de la nada modesta colección que, gracias al orden con que está exhibida y la destreza de sus guardianes para aprovechar el espacio, bien podría ser parte de una clásica tienda de música, de esas que ya sólo se ven en las series televisivas ambientadas en un barrio de Nueva York o Inglaterra.

Ema y Eduardo, los dueños de uno de los últimos tres puestos dedicados a los discos de vinil en el Baratillo, entraron en el negocio hace quince años, momento en que los discos compactos comenzaban a tener mayor presencia en la industria musical, pero este hecho, no los desalentó; entonces aún sería común encontrar en los hogares mexicanos los sistemas de sonido que incluían reproductor de casetes, discos y acetatos. 

"¡Oferta!"

El emprendimiento de la pareja que recibe a cada visitante con disposición y una gran sonrisa, inició con una colección personal que inició con una copia de “Justice for all” de Metallica y fue creciendo hasta que el número de piezas y el deseo de seguir obteniendo tesoros, los llevó a tomar la decisión de comenzar a vender los discos repetidos o aquellos de los que habían conseguido una mejor edición.

Entre los cientos de cajas de grosor milimétrico que conforman la tienda, seguramente hay miles de historias que contar: cómo llegó cada disco, cómo se eligen los que van a parar a las cajas de ofertas, cuántas veces ha pasado una misma edición por ahí, por qué y quienes siguen manteniendo en movimiento el negocio… Los dueños del local, que también son músicos, parecen estar dispuestos a recordarlas, siempre que haya quien las quiera escuchar.

Las tendencias en el mundo análogo de los acetatos

Hay que tener el radar bien encendido para vender con éxito discos de vinil, porque nunca se sabe de dónde puede venir la próxima tendencia. Mauricio García, otro vendedor de discos de vinil recuerda que, en 2016, cuando estuvo de moda la película “Suicide Squad”, hubo un repentino aumento en el interés por los Rolling Stones, ya que su tema “Sympathy for the Devil” era parte del filme dirigido por David Ayer.

Todos los comerciantes instalados en el negocio de la música dentro de este tianguis coinciden más o menos en el hecho de que la cultura popular actual es capaz de hacer resurgir a figuras que podríamos creer olvidadas para siempre o que desde tiempo atrás guardaban su grandeza con modestia, limitándose a ser honrados por sus seguidores de antaño y uno que otro nuevo que supo de su existencia por una casualidad del destino.

Recientemente, por este fenómeno de consumo pasaron los álbumes de Queen que escasearon tras el estreno de la película Bohemian Rhapsody (2018); los de Elton John cuando se exhibió en cines Rocketman en mayo de 2019 y los de Michael Jackson que, a 10 años de su fallecimiento, volvió a estar en boca de todos tras la publicación del documental Leaving Neverland que lo acusó de violencia sexual en contra de dos hombres que en aquel entonces eran menores de edad. 

Sinatra en la Lagunilla

José José vuelve a la vida en sus acetatos 

“Hace 15 días, estaba lloviendo aquí y no estábamos vendiendo muy bien. Acababa de morir José José, y nosotros nos fuimos al Parque de la China a vender sus discos”, cuenta Eduardo haciendo referencia a que el mercado es inestable y no responde ante temporadas como Navidad, día de las madres o día del padre, pero sí rinde homenaje a las figuras que se van como recientemente pasó con el ‘Príncipe de la canción’.

Quizá una semana antes, los acetatos de José José estaban junto a los de Barry Manilow detrás del letrero de “4x $100”, pero hoy, los acetatos que contienen temas como “El Triste”, “Si me dejas ahora” y “Buenos días, amor”, se venden en 200 pesos cada uno.

Eso lo saben en todo el Baratillo, pues incluso los locatarios que tienen pocos acetatos, colocan al frente o hasta arriba de la pila el rostro del intérprete mexicano fallecido en septiembre. Los precios de estas joyas recién descubiertas oscilan entre los 180 y los 300 pesos, pero claro, eso depende también de quién pregunta por ellos y del diálogo para negociar entre comprador y vendedor.

Mauricio, se pone feliz apenas habla del cantante recién fallecido y declara con orgullo que es relativamente fácil conseguir uno de sus discos en los tianguis o en Internet: “Eso demuestra que él, en su época, vendió muchísimos discos, parece que había uno de ellos en cada casa mexicana”.

José José viven en la Lagunilla

Tesoros escondidos e inolvidables guardados en vinil

Hablar de los más grandes tesoros que puede guardar una tienda de música cuando suena de fondo “September” de Earth, Wind & Fire, resulta casi un pleonasmo, pero es algo que no se puede dejar pasar porque al final, cada quien le da valor a cosas distintas que se relacionan con su historia de vida.

Contrario a lo que se podría pensar con respecto a un artículo que tuvo su auge hace varias décadas, para Ema y Eduardo, la joya más preciada data del 2012; es un LP producido en Inglaterra por Moon Shine Recordings. El material recopilatorio incluye un tema de Bungalo Dub, el grupo musical de la pareja de músicos.

En la misma colección, destacan otras piezas muy preciadas que van desde el primer Extended Play de Caifanes, hasta la discografía de los Beatles pasando por material de Nat King Cole, James Brown, Janis Joplin, Barry White y Frank Sinatra, entre muchos más.

Ema y Eduardo

Las cosas son diametralmente distintas para Mauricio. Para él, que hace cuatro años comenzó por casualidad a comerciar discos, los tesoros más preciados son otros. En principio, le da mucho valor a lo que otras personas no consideraría, pues una parte medular de su negocio es la música popular latina en donde igual se pueden englobar cumbias y salsas, que Maná y Juan Gabriel. “Alguna vez un turista me dijo que ‘ser mexicano está de moda’. Muchos extranjeros vienen y buscan a Chavela Vargas a Javier Solis a Rigo Tovar”, afirma orgulloso.

A pesar de apreciar la música popular, el disco que considera con más valor actual es uno de la banda mexicana de rock progresivo Chac Mool que estuvo en la escena musical entre 1979 y 1985.

Como dijimos antes, es probable que la mayoría de los jóvenes mexicanos vean a los discos de vinil como una antigüedad sin utilidad, pero tanto Ema y Eduardo como Mauricio, afirman que la diversidad entre la gente que los busca es tal, que igual puede llegar una mujer de la tercera edad, o una niña buscando un disco de los Ramones. Mientras esas personas existan, las tiendas de 2x2 que parecen haberle robado un cachito al tiempo para rendirle honor a la música y a la nostalgia, se mantendrán en pie y reproduciendo temas que nunca pasarán de moda.