En febrero de este año el Fondo de Cultura Económica (FCE), dirigido por Paco Ignacio Taibo 2, sacó la segunda reimpresión, de la nueva traducción, de El Capital (1867), magnum opus del científico social Karl Marx. Muchos pensarán sin duda que este el primer paso del también escritor para convertir a la institución en un “instrumento de adoctrinamiento” como apuntó el Partido Acción Nacional (PAN) hace unos meses.

Pero calma, de hecho, fue el propio FCE el encargado de elaborar y distribuir en nuestro continente la primera edición traducida al castellano del magistral libro allá por el año de 1946. 

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Desde entonces, han existido tres ediciones posteriores: hasta la del 2014, todas se basaron en la primera traducción realizada por el exiliado español Wenceslao Roces, mientras que la última, que actualiza y corrige los errores de su antecesora, está basada en una segunda traducción que el célebre marxista recalado en México llevó a cabo un poco antes de su muerte en 1992.

El Capital: Un método más que un simple libro

Más allá de los fallidos experimentos, sobre todo los latinoamericanos, por imponer lo que en su visión es el marxismo, y también pese a los esfuerzos de la academia (extensión de la propiedad privada) y del pensamiento burgués por enterrar la obra de Marx, Friedrich Engels y sus sucesores, esta continúa viva, (debería estar) en constante renovación, y sobre todo vigente, pues lo que la inspiró, el modo de producción capitalista, sigue imperando en nuestro país y el resto del orbe.

Contrario a lo que los economistas burgueses, incluso muchos socialistas y de otras corrientes como el anarquismo consideran, El Capital no puede tomarse como un simple libro que sucede y complementa al lucido Contribución a la crítica de la economía política (1857), ni siquiera como la obra más completa del marxismo, sino más bien como un método para analizar la sociedad capitalista -de determinado tiempo- a través y desde su estructura, pasando por la superestructura de tal conjunto; de ahí que se afirme que es una obra viva, pues cientos de intelectuales han estado en permanente debate con ella para bien y para mal.

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Además de que El Capital es, quizá, el material más científico de Marx y Engels, también es, junto al Manifiesto del Partido Comunista, uno de los textos más políticos del dúo. Lo cual no le quita ni un ápice de su rigurosidad, pues está respaldado por la ciencia social socialista, es decir, una teoría tan científica como militante.

De modo que esta Biblia del Proletariado, como se le llamó en su momento en Inglaterra, no debe tomarse como un texto profético que dicta las normas de la futura sociedad comunista, más bien precisa ser continuado en tanto que es un método, un instrumento de análisis, es decir, un libro inacabable (porque el pensamiento humano lo es) más no incompleto.

Los marxistas terminaron con el Marxismo

Lamentablemente, los propios marxistas han dotado de una dosis de misticismo a El Capital y a otras obras del marxismo, hecho que haría llorar a Marx. Como consecuencia de esas confusiones, han existido experimentos “socialistas” (Cuba, Venezuela) en distintas partes del mundo, incluso el soviético, que han fracasado rotundamente por no aplicar el materialismo dialéctico e histórico como punto de partida. Esto deriva, como la historia no has enseñado, en que en tales naciones se dé una circulación de élites en el poder que perpetua las relaciones sociales de producción existentes en todo el mundo.

Las cuales se basan en, como denominaría Henri Lefebvre, convertir a los humanos en cibernántropos: seres explotados y sometidos a la lógica capitalista, sin capacidad crítica y que basan sus decisiones (de consumo) en una óptica binaria (Pepsi o Coca-Cola, dirían los poetas infrarrealistas).

No obstante, el marxismo, expresado en El Capital, sigue siendo un instrumento invaluable para entender (y transformar) la lúgubre realidad que nos asola nivel nacional e internacional, donde la explotación, la depredación de recursos (crisis de la naturaleza), la pauperización de las condiciones de existencia, la precariedad laboral, el irrespeto a la vida (femincidios, desaparecidos) y otras tantas vejaciones son el pan de cada día.

¿Es entonces el FCE un instrumento para adoctrinar al pueblo con el “temido” marxismo?

Con la caída de la URSS no sólo se declaró el Fin de la historia (Francis Fukuyama), sino también se trató de enterrar el marxismo debido a su gen liberador. Por fortuna, directa o indirectamente, distintos teóricos de varias disciplinas han retomado el pensamiento marxiano para entender o legitimar al capitalismo.

Más allá de concepciones sobre cómo transformar estos funestos tiempos, El Capital y el marxismo, leído y analizado bajo el método dialéctico, esboza líneas para construir una sociedad justa, solidaria, colectiva, comunal y libre, por ello la importancia de la divulgación de este pensamiento.

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Lo cual no vuelve al FCE, como afirmó el PAN previo a que Paco Ignacio Taibo 2 asumiera su cargo en la actual administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, en un “mecanismo de adoctrinamiento ideológico”, por el contrario, es precisamente un pueblo más informado, a través de obras científicas y rigurosas, lo que permitirá la liberación o transformación de los cibernántropos en seres humanos libres y pensantes, aunque quizá sea eso lo que tema el partido blanquiazul.

Es decir, la Cuarta Transformación que abandera AMLO y que representa el Taibo 2 en el FCE, deberá velar por propagar no sólo las obras del pensamiento marxismo, sino también a los teóricos del pensamiento liberal y/o burgués, en aras de confrontar ideas y que, fruto de un incesante e informado debate, México y el mundo pasen a ser lugares donde se pueda vivir en paz.