Todo comenzó en el espejo.<br>La estrella guiñó mintiendo al pez incauto;<br>la luna escribió música que no despertó a nadie.<br>Y en el espejo una mañana<br>reconoció el viajero su secreto fantasma,<br>se vio pómulo y sien,<br>pupilas de agua para siempre cautiva,<br>frente como una lápida de sí mismo.<br>Se vio por fuera, se olvidó por dentro.<br>Y comenzó a clasificarse<br>según color y pelo.<br>

Josefina Pla

Donald Trump puede perder y lo sabe. Con menos de 40 días para que tengan lugar las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, va abajo en todas las encuestas contra Joe Biden. Su golpeteo al sistema democrático y sus instituciones ha sido continuo. Ya anunció que, de no estar de acuerdo con los resultados, impugnará los comicios ante el poder judicial.

El energúmeno naranja busca la reelección a toda costa, y desde ahí pertrecharse en el poder. Su última acción en ese sentido: presentar la nominación para el hueco dejado por la jueza Ruth Bader Ginsburg.

Cuando hace 4 años falleció otro ministro de la Suprema Corte de Justicia y Obama seguía en el poder, tanto Trump como los republicanos exigieron que el nuevo juez fuera nombrado por la siguiente administración, que resultó trumpiana. Ahora que el presidente norteamericano debería actuar de igual manera a lo que él demandó —y obtuvo— no estuvo dispuesto a ceñirse a las normas éticas de la democracia.

No le conviene, requiere un poder judicial a modo. Y con el nombramiento de Amy Coney Barrett serán ya tres los ministros designados por Trump (el 40% de los jueces de la Suprema Corte). Además, se considera que al menos dos ministros más son conservadores, con lo cual la impronta de su gobierno durará el tiempo que estos jueces estén en funciones (en Estados Unidos esos puestos son vitalicios, salvo con contadas excepciones).

Trump desatará el pandemónium si no gana, tratando de extender una peligrosa tiranía basada en sus caprichos. Ello fuerza a Biden a ganar de forma muy holgada no únicamente  el voto popular, sino también los colegios electorales. Solo así no fructificará el asalto a la democracia del copete naranja.

No paga impuestos

El modus operandi resulta conocido: de no ganar, procede impugnar; o también llamado: “estás conmigo o contra mí”. Ergo, desacredito el sistema democrático —con todo y sus instituciones— para poder construir uno a modo.

Instaló en los órganos autónomos a personajes quienes no tienen la capacidad requerida para desempeñar el puesto. Basta con tener "lealtad ciega" y atacar de forma inmisericorde a todos aquellos que no estén de acuerdo con el ejecutivo. Por demás mencionar su expresión de odio — desde el púlpito presidencial— contra la prensa que no opina cómo él y que señala sus errores continuos y constantes ...

Le va a doler la investigación realizada por el The New York Times, la cual prueba con documentos oficiales que Trump solo pagó $700 USD de impuestos en los últimos años; esto es, defraudó al fisco estadounidense, mejor conocido como el IRS. Ya se ve venir: él seguramente tendrá otros datos... Una similitud más pues, aun sin tener los millones de dólares de su contraparte gringa, las declaraciones de los últimos 15 años del macuspano ante el SAT no cuadran con el tipo de vida que tuvo. Presumía tener solo un billete de 200 en la bolsa, la pregunta es ¿cuánto afuera de ella?

Volviendo al copete teñido, la estrategia de Trump sienta un nuevo precedente en el orbe, incluyendo a nuestro 2021. Pero hay formas de parar tanto al energúmeno como los planes de cualquier líder que se le asemeje en este u otro continente: salir a votar y asegurar observadores que dificulten y encarezcan las triquiñuelas electorales. Exigir el análisis y validación por entes autónomos e independientes de los programas sociales tanto federales como locales. Otra: que la menguada oposición privilegie a los mejores y más competitivos candidatos.

Hasta ahora, Trump de forma legal va logrando su cometido. Así sea cuestionar y debilitar económicamente al sistema postal (dado que mucha gente puede enviar su voto) poniendo en jaque su capacidad o nombrando jueces a modo. Pero vale subrayar el “hasta ahora”, porque este tipo de dirigentes usan la ley mientras les sirve en el camino para lograr su eternización en el poder. La modifican y tuercen para hacer su voluntad, luego pasan a desconocerla por completo.

Así que mejor ver el precedente que se dibuja ahora en el gobernante de dicho país vecino y otros semejantes, quienes buscan perpetuarse en el poder no importando la democracia ni el cuidado de sus ciudadanos, que verse forzados a observarse en un espejo más adelante.