Más falsa que una moneda de cuero.<br>Cada moneda tiene dos caras.<br>Moneda falsa, de noche pasa.<br>

Refranes populares

¡No me ayudes comadre!

En la alcaldía de Álvaro Obregón de la Ciudad de México, gobernada por Layda Sansores de Morena, acaban de lanzar los “obregones”. Algo que quiere ser moneda, pero que por ley (y por lógica) no puede ni debe serlo.

La idea según la alcaldesa y su equipo es generar confianza y que el dinero circule y se quede en su demarcación. Omiten decir, claro está, que uno puede cambiar pesos mexicanos por obregones —donde la paridad es uno a uno— pero una vez que se tienen los obregones, no se puede hacer el cambio a moneda nacional. ¡Negocio redondo!

Cuando una moneda pierde su valor, se deja de usar y entran al quite otras formas de pago. Cuando se da por forma natural, es una pésima señal, pero finalmente es parte de las leyes de mercado. En los casos que los fenómenos se dan de manera forzada o artificial, se está ante un atentado contra la misma moneda. En este caso es impresionante que se realice por alguien que milita en el mismo partido que en el gobierno federal, además de hacerlo a pesar de los reclamos de nuestro independiente y autónomo Banco de México.

Otros tiempos, otras monedas

En México, en época de la Revolución cuando el peso mexicano perdió su valor (el oro de BANXICO desapareció), los diferentes grupos revolucionarios imprimían su moneda.

Ello causó muchos problemas y, por obvias razones, dichos papelitos solo se aceptaban mientras un grupo detentaba el poder o se aceptaba porque las armas y la guerra así lo señalaban. La moneda que más tiempo duró fue la que imprimía Doroteo Arango y sí, la sostenía el poder militar del Centauro del Norte.

En algún momento, las monedas revolucionarias no las aceptaba nadie, ni siquiera quienes las habían impreso (igualito que ahora en que no se pueden cambiar los obregones por pesos). La moneda aceptada tenía un valor intrínseco al valor del metal del que estaba hecha: plata u oro. Ello terminó por lastimar aún más a las ya muy medradas clases media y baja.

En tiempos más recientes, en Argentina surgieron los “patacones” mientras se ponía orden en su economía. Resultaron tan falsos de valor que en muchos lados no se aceptaban y se tuvo que volver a reformar todo el sistema monetario.

En fin, el punto es: cada vez que se tiene que retirar el dinero temporal, las personas que se quedaron con esos billetes son las que más pierden, porque aun en el supuesto que el gobierno los “compre”, siempre será por un valor menor al que se debieran tener.

Señal de alarma

Sí, el Banco de México ya estuvo en la demarcación de Obregón y pidió no se le llame a eso moneda; señaló que, si acaso, deben ser vales y no puede parecerse a los billetes de circulación nacional. Pero mismo con todos los señalamientos de su ilegalidad, y que el costo de ponerlo en marcha fue de seis millones de pesos, los obregones andan circulando en Álvaro Obregón.

Imaginemos que cada alcalde saca su moneda, su propia fuerza de economía. Imaginemos el desastre que sería salir de una demarcación y ya no poder usar esa “moneda” y tener que cambiar y otra vez. Los costos para el usuario serían terribles. La desconfianza e incertidumbre creada sobre la moneda nacional mayores.

Las razones esgrimidas por quienes asesoran a la alcaldesa rayan en lo absurdo y solo lastimarán a los usuarios y amenaza al gobierno del país. Urge que Claudia Sheinbaum ponga un alto total a tan tremendo disparate. Es una de las formas (imprimir moneda) en que se erosiona la confianza del consumidor y se dinamita las bases de la economía. Sea formal o informal.

Hace falta también recordar a los ocurrentes alcaldes como Layda que hacer moneda (o para el caso vales con valor monetario) no es una facultad que va con el puesto.

Su propuesta es una muestra inequívoca de divisionismo e ilusionismo que esfuma el verdadero valor del trabajo de quienes lo utilizan. Las cosas por su nombre: es dinero falso, es un delito; los obregones no pueden continuar.

PD

De nada sirve que la delegada Sansores detenga obras irregulares en la parte alta de Calzada de las Aguilas, si en la parte baja —concretamente entre la avenidas Las Flores y Barranca del Muerto—, en Calzada de los Leones, se esté haciendo de la vista gorda (o en una de esas hasta beneficiando) de la proliferación del ambulantaje, de los tugurios de mala muerte (y de aun peor música, misma que se escucha en toda la colonia hasta altas horas de la madrugada), del cochinero y de los asaltos con arma de fuego.

Este asunto quedaría circunscrito únicamente a esos problemas — que de por sí no son cosa menor— si no fuera porque Felipe Calderón y Margarita Zavala viven precisamente ahí, por esos rumbos. No tardarán, por tanto, y más cantando pronto con su nuevo partido, México Libre, en encender voces de alarma sobre lo que está ocurriendo en dichas vialidades, dándole un fuerte “llegue” (y con razón) a Sansores y a Morena, y de paso un rozón a la jefa de gobierno de la CDMX. No digan después que no se los advertí.