A esa<br>Le he enseñado yo a besar<br>A sentir y a ser mujer<br>Y ya ves que aventajada<br>Quién se lo iba a suponer<br>A esa<br>La he querido yo a rabiar<br>La he querido yo a morir<br>Tú no puedes figurarte<br>Como la he podido amar<br>A esa<br>Que la ves ahí dando tumbos<br>Con borrachos, con ilusos<br>Hasta el alma le entregué.<br>

José José, 'A esa'

No es la primera vez que The New York Times y otros diarios extranjeros, para intentar explicar las realidades de la política mexicana, prefieren defender a Claudia Sheinbaum que tratar de explicar la lógica (¿la hay?) con la que actúa nuestro gobierno federal. (Ocurrió en ese mismo impreso a principios de septiembre, por ejemplo, cuando de manera abierta aplaudió la gestión de la jefa de gobierno; conste, no juzgo si el trabajo de Sheinbaum merece, o no, el aplauso: simplemente subrayo cuánto llama la atención el elogio, que no es lo acostumbrado en el diario más influyente del mundo).

Solo así se puede entender la nota que ayer publicó dicho rotativo con respecto al manejo de la estrategia contra la pandemia en la CDMX. Una publicación que algo impactó en el sentimiento de la ciudadanía y en el de diversos funcionarios públicos: “Hay hoyos en dicho análisis”, por lo pronto dijo, como es su costumbre sin demostrarlo, Hugo López-Gatell... 

Dejando de lado este nuevo intento del subsecretario por desautorizar el diario, existe otro aspecto importante que se debe visualizar en este tipo de editoriales: Estados Unidos ya tiene candidato —mejor dicho, candidata— para las elecciones presidenciales de México del 2024. Y lo hace saber (de hecho ese es el objetivo de estas publicaciones) contraviniendo los tiempos políticos marcados por la propia titular de gobierno de la CDMX, pero sobre todo por encima de lo que desearía estar manejando en estos momentos López Obrador.

El hecho es que, ante lo que ha sido un enigma insondable de tratar de comprender a AMLO y al gobierno de la 4T, los formadores de opinión de los Estados Unidos ya “trabajan” la candidatura para dichos comicios. Y es que desde la perspectiva norteamericana, la atención se enfoca en la única persona con la que se PUEDE trabajar (esto es, cuyo proceder se puede más o menos comprender), si bien lo anterior no significa que estén de acuerdo con todo por lo que hace a la gestión y el proceder de Claudia Sheinbaum.

Algunos pensarán que también podrían trabajar con Marcelo Ebrard. Después de todo, él lleva la cartera de las relaciones internacionales y siempre es mejor no apostar todo a una sola “carta”. Pero por alguna razón que apenas se esboza o se adivina, solo lo están haciendo con Claudia.

¿Estarán literalmente trabajando con ella o por lo pronto únicamente se enfocan en promocionarla? No lo sabemos, aunque para sus rivales en la 4T no habrá duda de que sí están trabajando de la mano y, por ende, promocionándola. Pero esto se da debido a que, como ya fije, es la única gestión cuyo proceder los norteamericanos entienden medianamente.

Por su parte, tan cierto como lo fue en septiembre, Sheinbaum juega en un escenario de tres pistas: la pandemia, la crisis económica y la estrategia política. En los dos primeros casos, con todo y todo, su actuación ha sido definitivamente mejor que la del gobierno federal (que no es decir mucho). Así, mientras los López desestimaron las pruebas rápidas y el cubrebocas durante un largo tiempo, la gobernadora ha sido una ferrea defensora de tales medidas. Sheinbaum sí presentó un plan de trabajo en conjunto con los empresarios, cosa que sigue siendo incierta entre el gobierno federal y el sector privado. Y así hay varias.

En cuestiones de política, la historia se cuenta de otra manera: a Claudia le gana la lealtad; la fuerza del haber trabajado en otros momentos de forma directa con Andrés Manuel. Lo que es más, no nos engañemos estimados lectores, si alguien en verdad cree y representa la Cuarta Transformación, es ella.

Obviamente impera la posibilidad de ser la opción del “dedito electoral” del presidente, y por ende no hará un quiebre definitivo con él. De ahí que haga sentido negar la verdad vertida por el rotativo estadounidense en aras de proteger un proyecto transexenal...

Pero seamos claros: debido a que López Obrador se propuso trascender en la historia (es decir, dejar un “legado” para se perpetuara), las elecciones del 2024 iniciaron al día siguiente de su victoria en el no tan lejano 2018. Quizá inmediatamente, al calor de su mayoría aplastante, nadie vio dibujarse a los próximos candidatos. Pero ya con una tercera parte del sexenio conclusa, se esbozan de forma más firme las posibles cartas de la sucesión. Y todo este asunto del NYT es una pieza más de ese rompecabezas. Una donde la otra “mafia del poder”, la del otro lado del Río Bravo, ya tiene candidata.

Ya tendrá tiempo López Obrador de cantarle a Sheinbaum una versión política de la de José José.