"¿O cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, déjame sacarte la mota que está en tu ojo,' cuando tú mismo no ves la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás con claridad para sacar la mota que está en el ojo de tu hermano”-  

Lucas 6:42

Por cosas de la vida, me tocó estar en la CDMX el día del temblor del 19 de septiembre del 2017 en Paseo de la Reforma. Estaba en un piso 22 de un edificio de apartamentos cuando oí el crujir del edificio. Es difícil de describir es ruido de un edificio hasta que te toca ver y oír este crujido. Justo ese día en la mañana habíamos practicado la evacuación de un edificio de similar altura. Bajé de manera ordenada desde el piso 15 de otro edificio y esa tarde había hecho lo mismo, pero con una situación real.

Recuerdo la bajada de ese edificio, son de esos momentos que todo es como cámara lenta, en mi cabeza sonaban las recomendaciones de la práctica que habíamos tenido en la mañana. Nos tocaron las situaciones que ponen como ejemplo. Gente gritando de manera desesperada por las escaleras, una persona que no le dio la condición física para bajar de nuevo (lo había hecho en la práctica matutina). Llegamos a nivel de piso. La gente que había hecho la práctica en la mañana estaba de nuevo afuera de sus edificios. En las calles, coches estacionados en las avenidas principales como en escena de una película apocalíptica. El inconsciente que gritaba huele a gas, aunque no lo fuera así.

El teléfono lleno de mensajes preguntando cómo estaba y mandando videos de la situación actual. Tuvimos que caminar a un lugar más seguro. Buscando alimento, recuerdo que tuvimos que comer en un lugar con asadores de carbón pues, por precaución, habían cortado el gas en la zona.

Después fue llegar a casa a hacer el recuento de los daños. Paredes fracturadas, estructuras en mal estado y el miedo a las réplicas en un piso 15 de un edificio que está en la zona “que no se sienten los temblores” aunque este se sintió y mucho.

 

Junio del 2018 estaba muy lejos, el factor despolarizante de México no había llegado todavía. Los chairos, los fifís, los Americanistas, los de Pumas, los de Cruz Azul, los del Poli, los de la UNAM, los de la Ibero, los de la Anáhuac, los del Tec , todos eran los mismos. No había distingos, todos preocupados por la situación.

En ese momento, el vecino necesitado era al que ayudábamos, no había etiquetas. Recuerdo que, en esos días, varios amigos me ofrecieron dónde quedarme sabiendo la sacudida al edificio donde estaba en esa época.

Pegados a las noticias toda la noche, nos dispusimos a poner nuestro pequeñísimo granito de arena, llevando despensa y medicinas a los centros de acopio. Haciendo pequeñas colectas para darlas a los damnificados y poniéndonos a la orden de amigos, familiares y vecinos.

 

Empezamos de nuevo a polarizarnos y parece que ahora con más fuerza. Se nos fue olvidando, y muy rápidamente, que al que le tendimos la mano o los que nos tendieron la mano en esos momentos de incertidumbre piensa diferente a nosotros. Los muros que fueron tumbados por el temblor se reconstruyeron a las pocas semanas del fenómeno. Y no los muros físicos, esos siguen en reconstrucción por el manejo ineficiente de la ayuda, los muros ideológicos, esos son los más peligrosos y los que nunca debieron de haberse reconstruido. Ahora esos muros son más altos, más anchos y mucho más imprudentes.

Oímos hace poco, la voz de un funcionario misógino, al que solo se le mandó a un curso de manejo de la ira. Después, la desafortunada declaración de la piloto de avión que quería tirar una bomba en el Zócalo el día de la celebración de la Independencia de México. La joven no recuerda la letal combinación de un avión y las ganas de hacer daño. El recuerdo del 9-11 pasó por la mente de muchas personas con su “broma”.

Después de oír a estas dos personas, saltaron los defensores de cada lado. Los que defendían al misógino diciendo que “así es el”. Los que defienden a la piloto diciendo que hay “libertad de expresión” que era una broma o que a poco los del otro lado no ha dicho lo mismo sin ser satanizadas.

Olvidamos los hechos para defender nuestro lado, aunque no tengamos la razón. El misógino es misógino, sin dudarlo y merece su sanción. La piloto sigue siendo piloto de una aeronave, aunque lo que dijo haya sido una broma, es alguien que trabaja en la industria de servicio y hablar en un medio público de una bomba y de matar es bastante grave.

No podemos defender lo indefendible solo porque los “otros” son contrincantes de lo que nosotros creemos.

¿Tendrá que llegar otro temblor para despolarizarnos?

¿Qué tiene que pasar para que en México nos despolaricemos y nos volvamos a sensibilizar de la situación de los demás? ¿Tiene que temblar de nuevo para que la conciencia de los mexicanos pueda ver al prójimo como a un igual de nuevo?

Por el bien del mismo país, no tiene que haber tanta división. Diferencias de opinión y pensamiento, siempre. Que estas diferencias sean incapacitantes de lograr mejores cosas, nunca.