Yo no sé cuál ha sido el impacto editorial de este libro de Héctor Aguilar Camín, sé que es una novela a la que, de vez en cuando, hay que volver. Estoy seguro: nuestras escuelas de periodismo debieran tenerlo como libro de texto. He aquí las perlas:

“…uno de tantos talentos triturados por la componenda, la corrupción y la falta de estímulo intelectual de la vida mexicana, la encarnación insuperable del camino intelectual visto por Salvador Novo en los años cuarenta: juventud deslumbrante, madurez negociada, vejez aborrecible.”

“Un poder gratuito y displicente, ¿me entiende usted? La encarnación mayor de ese poder es Antonio López de Santa Anna, un tiranuelo querido, odiado, controvertido, indisputado, que encandiló a los mexicanos y los hizo perder medio territorio nacional. A los caprichos y flatos de ese estilo le llamamos hoy ‘presidencialismo mexicano’.”

“Hemos construido cuartos privados para los amantes, lugares secretos para morir y hemos echado un velo institucional sobre el origen de nuestra paz, que no es otro que la violencia ejercida contra los que la ponen en peligro: los locos, los criminales, los disidentes. ¿Dónde se administran esas segregaciones? En los sótanos. ¿Me comprende usted? Vea esa hilera de señoras que van al supermercado y ponen en su carrito chuletas, costillas, filetes. ¿Cuántas podrían soportar el olor a sangre fresca de los rastros donde se preparan esas carnes? ¿Cuántas podrían soportar la mirada melancólica de la vaca a punto de ser sacrificada y presenciar sin desmayarse la escena del puntillazo sobre el animal? …Pero sin ese repugnante oficio de matar y destazar vacas, no habría los limpísimos trozos de carne para uso de los limpísimos ciudadanos que aborrecen el proceso pero aman el resultado. ¿Me entiende usted?”.

“De entre toda la dieta triguera del norte, mira nada más lo que viniste a traerme, Vigil… Tiene que ser gente muy rara, ¿no? Por eso los destetan con cerveza, aprenden a hacer el amor con las botas puestas y usan lentes oscuros para aclimatarse en la oscuridad.”

“Pues no hagamos cosas que no podamos publicar, Rogelio –dijo Sala, conteniendo apenas su disgusto. –Eso es todo, tan sencillo como eso, querido Rogelio: no hacer cosas que no podamos publicar, que nos dé rubor publicar, que no podamos sostener ante el público.”

“…la moda como emisaria de la modernidad, la nota roja como lección moral, la exhumación del pasado inmediato como ejercicio de memoria colectiva, la crónica de sociales como antropología instantánea de la plutocracia posrevolucionaria.Y una batería de cartonistas y fotógrafos inspirados como no ha vuelto a haber en el periodismo mexicano.”

“No se apoya criticando, querido Octavio –dijo Galio Bermúdez.– Criticando se erosiona.”

“Donde hay poder, hay enemigos –dijo Galio. –La vanidad o la buena fe nos impiden verlos. Pero en política no hay peor pecado que la ingenuidad.”

 “La luz vela las fotos y pudre la negociación –completó Galio Bermúdez.

“–¿Por qué convienen las sombras a la negociación y a su oficio? En una sociedad abierta, ¿podría existir el oficio político mexicano?

“–La política real siempre sucede en la sombra. Es por naturaleza vampírica, secreta, cosa de pocos: una francmasonería de las decisiones que de otra manera simplemente no podrían ser, perderían completamente su eficacia.”

“No quisiera que confundiéramos la esgrima verbal con las convicciones políticas.”

“El arte, como el periodismo, suelen estar construidos del clientelismo más barato, promesa. La historia secreta de los artistas y los intelectuales es la historia de sus patrocinadores.”

La (nueva) república hizo también una serena intervención quirúrgica en el más arraigado de los vicios periodísticos mexicanos: la tentación de confundir los dichos con los hechos, la proliferación inaudita de declaraciones de funcionarios y personajes de la vida pública, como si esas palabras fueran la realidad.”

 “No preste oído a rumores. Sobre todo: no les preste su inteligencia. Si pasan por su inteligencia, las cosas crecen y cobran una coherencia que no tienen por sí solas. Luego de cederles la inteligencia, habrá que empeñar en ellos nuestra voluntad, porque esos rumores, mejorados por su inteligencia, serán frutos de un árbol más frondoso e inmanejable de lo que son en realidad. No hay que mejorar las intenciones de nuestros enemigos.”

“Esta es ya una empresa de propietarios –le dijo Vigil a Sala, resumiendo sus impresiones. –No quieren riesgos, quieren utilidades.”

“Oiga bien lo que le digo, promesa: en política casi todos los amigos son falsos, pero todos los enemigos son verdaderos.”

“–No quiero volver a saludar a nadie por ‘razones profesionales’: porque convenga al periódico o facilite nuestro trabajo. A nadie. Ni en público, ni en privado. Se acabaron las ‘relaciones públicas’ para mí.”

“–El dinero no tiene ideología –dijo Sala. –Sólo tiene dueño y oportunidad.”

“–No quiero incurrir en lo que llaman ‘relaciones públicas’: No quiero comer con nadie por compromiso o interés. No quiero ver a nadie porque conviene, ni saludar a nadie en público para dar la apariencia de un trato amistoso.”

“La moral de la vida pública no tiene que ver con los diez mandamientos, ni con las cuitas de las almas nobles. Tiene que ver con la eficacia y la eficacia suele tener las manos sucias y el alma fría.”

“La especialidad de nuestro país es corromper lo que crece: políticos, intelectuales, deportistas o periódicos. No quiero crecer, no quiero volver a corromper lo que hecho.”