La revista Proceso de esta semana dice en su nota de portada lo siguiente: “Proyecto ‘Alternativa por México’. Los patrones preparan su asalto al poder.”

Se trata de esta situación:

1.-  “Con el apoyo logístico de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey —dirigida por Alejandro Poiré, excolaborador de Felipe Calderón—, la Coparmex...”, encabezada por Gustavo de Hoyos —quien no oculta sus aspiraciones presidenciales por el PAN para 2024— “...impulsa su propio proyecto de nación para reclutar a por lo menos mil 320 líderes, convertirlos en ‘agentes ciudadanos del cambio’ e integrarlos a la política a partir de 2021.”

2.- Tal ‘aliado estratégico’, el ITESM, “...capacitará a los ‘líderes’ que estarán listos para participar políticamente en las elecciones intermedias.”

Se ha especulado ya en estas páginas que Poiré —quien no se manda solo— tuvo que haber consultado tal proyecto con el empresario que controla al Tec de Monterrey, José Antonio El Diablo Fernández. No sería la primera vez que este participara en proyectos políticos de derecha y hasta identificados con un partido específico: el PAN.

Ahora bien, está circulando en WhatsApp una especie de aclaración a la información dada a conocer por Proceso. La justificación que da el Tecnológico de Monterrey es que Coparmex es solo un cliente más de la división académica de la Escuela antes mencionada.

¿Ese es el estatus de una poderosa organización empresarial que ha contratado al Tec para capacitar candidatos en tiempos no electorales (eso además)? Creo que se trata de una decisión que Alejandro Poiré no analizó suficientemente y que ya está teniendo consecuencias.

Politólogo bien preparado en México y el extranjero —de los más brillantes que conozco—,  desde hace años Poiré es más un político que un académico. Tiene todas las virtudes —y también algunos pocos de los defectos— de quienes se dedican a la política. Por sus virtudes, fue secretario de Gobernación con Calderón, lo que no es poca cosa. Por sus defectos, que aquejan a todos los políticos, no supo separar el activismo de su trabajo universitario en el Tecnológico y ya se ha metido dos veces en polémicas innecesarias: la primera, cuando le dio empleó a Carlos Urzúa inmediatamente después de que este renunció al gabinete en un contexto de conflicto con el presidente López Obrador; la segunda decisión incomprensible de Poiré es haber aceptado que el Tec capacite candidatos para la derecha mexicana.

No sé si habrá consecuencias mayores, pero al menos los reclamos aparecerán, porque también hay importantes personajes con autoridad moral y académica en el Tec de Monterrey cercanos a la 4T y a Andrés Manuel. No solo el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, es un ex-a-Tec, sino que en esta dependencia colabora uno de los ex rectores del Tecnológico más queridos, más honestos y más entregados a la academia: David Noel Ramírez, un hombre apreciadísimo en los sectores empresariales y hasta en los religiosos de la capital de Nuevo León.

Sobran consejeros nacionales y regionales del Tec muy molestos con el tal activismo, hombres y mujeres de negocios que pronto elevarán su voz protestando por la politización de la universidad privada más importante de México. No se trata de consejeros pejistas, pero sí de empresarios sensatos que no ven en el conflicto con el gobierno la solución a los problemas de México. Es gente que valora más la colaboración que el enfrentamiento. 

Uno de tales consejeros, Carlos Salazar, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, es el hombre de negocios que más ha hecho, junto con Poncho Romo, por poner en la misma sintonía a AMLO y al sector empresarial mexicano, lo que es fundamental para que se detonen las inversiones que generan los empleos que la nación necesita y, también, la riqueza privada que es la única salida para empezar a sacar de la pobreza a millones de mexicanos.

El Tec, pues, es más grande que sus problemas y superará su actual situación, no hay la menor duda.

Personas inteligentes y cultas, ojalá Alejandro Poiré y José Antonio Fernández moderen su actitud. Pueden hacer mucho por México si dejan la política a los políticos en activo —Poiré ya no es uno de ellos— y dejan a la academia al margen de la lucha por el poder.