Mi héroe
Tendría 18 años cuando vi mi primera película de Woody Allen: “Robó, huyó y lo pescaron” (1969, coescrita con Mickey Rose), la cual, es una de las películas más cómicas del mundo (otra, también suya, es “La última noche de Boris Groushenko”, 1975); de inmediato me convertí en su fan.
Yo amo la comedia y me he dedicado a hacerla, por lo que el cineasta se volvió una de mis principales influencias, particularmente toda su etapa francamente cómica (años 60-70), antes de clavarse en el “cine artístico”. Manejaba el absurdo de los Hermanos Marx, la sátira y un cierto tipo de humor intelectual, con reflexiones metafísicas, que lo hicieron único dentro de la comedia.
“Manhattan”
En 1979 filmó su obra maestra: “Manhattan”. Una de las películas que motivaron que yo estudiara cine en la UNAM. Me gustó tanto que compré el guion (publicado por Tusquets Editores), el soudtrack (con música de George Gershwin, interpretado por la Orquesta Sinfónica de Nueva York, dirigida por Zubin Mehta), y me robé el poster de la película, extraído de una vitrina a la que le quité el vidrio (y me corté la mano) en el Cine Pecime.

Michael’s Pub.
En agosto de 1992, Mía Farrow (actriz y pareja del cineasta), grabó en video a su hija adoptiva Dylan (de entonces 7 años de edad), cuando la niña le confió que Woody Allen había abusado de ella en el ático de una casa en Connecticut, tras desaparecer 20 minutos (en la serie, su testimonio es ratificado por varias niñeras), desatándose un escándalo.
En septiembre de ese año, viajé con tres ex compañeros del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos a Nueva York (donde compraron equipo para formar una productora de televisión), y entre otras cosas, fuimos al Michael´s Pub, ver a la banda de jazz donde Woody Allen toca el clarinete. Pensamos que quizás el cineasta no se presentaría a tocar, pues ese día había iniciado el rodaje de “El asesino de Brooklyn” y mucha gente había acudido a apedrearlo en la locación (en NY, Woody Allen era noticia diaria de ocho columnas). Pensamos que no estaría de humor para tocar.
Sin embargo, sí acudió a la cita (ahora pienso que, incluso presentarse a tocar, formaba parte de una estrategia de su equipo de abogados y promoción de imagen).
En aquel entonces no teníamos muy claro si era Mía Farrow o Woody Allen quien mentía. La artillería mediática y legal del cineasta contra su pareja, estaba muy fuerte, pues el argumento del acusado era que la niña había sido manipulada y entrenada; fue hasta el 2017, con el movimiento #MeToo, que comenzó a tomarse en serio la acusación de Dylan. Solo sabíamos que Gabriel García Márquez estaba entre nosotros, entre el público, quien había ido al Michael’s Pub tan solo para darle su apoyo a Woody Allen.
Woody Allen priísta
Muchísimos crecimos viendo sus películas, obras de teatro, leyendo sus libros y tiras cómicas. También agrego que hace algunos años, una sobrina de mi mejor amiga falleció de una enfermedad terminal, y mientras estuvo hospitalizada le suministré las películas de su época de esplendor en el cine cómico (entre “Robó, huyó y lo pescaron” y “Manhattan”), lo cual, fue bastante positivo.
Ahora, mi veredicto: Woody Allen sí es culpable de abuso sexual infantil. Tras una ardua batalla legal, el caso se cerró cuando un juez determinó que Dylan no estaba en condiciones para presentarse al estrado de un tribunal, pues la niña ya no quería cooperar (tras varios meses haciéndole las mismas preguntas, y un equipo mediático en su contra, pagado por Allen).
Ahora me decepciona mi héroe, porque dentro del desarrollo de la historia (con hechos probados y documentados), Woody Allen se comportó como un individuo adinerado, poderoso e impune (no muy diferente a Mario Marín), usando una estrategia de enorme bajeza, que incluye:
-Convertir su aventura con su otra hijastra (y actual esposa) Soon-Yi Previn, en una “historia de amor” (cuando el anciano ligador la buscaba en su escuela, mientras era menor de edad, y hasta le tomó fotos, desnuda, que encontró Mía Farrow en su departamento, que el propio cineasta reconoció haber tomado; además, Woody Allen jamás había sido partidario del matrimonio, por ello no vivía con Mía, aunque fuera su pareja). Qué casualidad que justo cuando se le acusa de pedofilia, descubre que está enamorado de otra de las hijas que adoptó Mía Farrow.
-Pedir la custodia de Dylan, con el fin de demostrar que es un padre amoroso, cuando nunca antes había mostrado interés como padre. Afortunadamente se la negaron; muchísimos padres acusados de abusar sexualmente de su prole, siguen cometiendo abusos cuando obtienen la custodia (acusando a la madre de “estar loca”).
-Espiar a Mía Farrow para encontrarle algo “chueco” que pudiera usar en su contra.
-Sobornar a otros hijos adoptivos de Mía Farrow (con dinero, viajes, universidades caras, salir en sus películas) para que la acusaran de incompetente y violenta como madre. Solo le entró Moses Farrow (quien, tras entrar en una serie de contradicciones, se negó a participar en la serie documental).
-Las obvias influencias en autoridades políticas, judiciales y mediáticas de Nueva York, para poner a la opinión pública a su favor y contra Mía Farrow.
¿Se puede separar al monstruo de su obra artística?
La decepción de Woody Allen como persona, me es inobjetable. No volveré a ver las películas que haga después de enterarme de lo que vi en la serie documental. Eso es una decisión personal; no obstante, no creo que los jóvenes que también estén decepcionados, pero desconozcan su obra, ganen algo ignorándola.
Marcel Duchamp ya lo había dicho, pero yo lo reitero: El arte es un asunto entre la obra y el espectador, el creador solo es un pretexto para que la obra exista. Yo ya vi la mayoría de sus películas, desde “Whats Up, Pussycat?” (1965) hasta “Día lluvioso en Nueva York” (2019).
Por otro lado, no creo que me duela mucho perderme sus filmes. Honestamente, después de “Manhattan”, ha hecho un montón de películas mediocres, y otras francamente malas (“Medianoche en París”, del 2011, es horrenda, aburrida, chocante, snob, repleta de lugares comunes y solo apta para pretenciosos intelectualoides).
Ya solo filma por filmar, sin tener mucho que aportar. De su extensa filmografía, pocas realmente tienen el apoyo del público y la crítica:
“Zelig” (1983)
“Broadway Danny Rose” (1984)
“La Rosa Púrpura del Cairo” (1985)
“Días de Radio” (1987)
“Crímenes y pecados” (1989)
“Balas sobre Broadway” (1994)
“Descontruyendo a Harry” (1997)
“Match Point” (2005)
“Blue Jasmine” (2013)
Independientemente del escándalo Hollywoodense, los invito a ver “Allen vs. Farrow”, dirigida por Kirby Dick y Amy Ziering para HBO, pues toca una fibra delicada de nuestro tiempo: el combate a la impunidad de los varones poderosos, en cuanto a acoso y abuso sexual.