De la misma manera que ?el Universo puede ser comprendido en un solo átomo?, según el Dalai Lama, los cuerpos humanos pueden ser comprendidos como expresiones territoriales que nos conectan con nuestra existencia, de la misma manera que la geografía lo hace con los países. Es decir, que de la misma manera que no hay país sin territorio, no puede existir un ser humano sin un cuerpo que lo represente en el espacio. Micro o macro es lo mismo. Al final se trata de una expresión que conlleva a la existencia.
El pasado 15 de Julio la nadadora Fernanda González denunció a los directivos del Comité Olímpico Mexicano por obligarla a usar un traje de baño más chico en los Juegos Panamericanos de Toronto porque traía la marca de los patrocinadores. La amenazaron con quitarle su acreditación y regresarla a México si no usaba el traje de baño, además de que la tuvieron encerrada, a tan sólo unos minutos de que entrara a participar. Postura que es apoyada por Paola Espinosa, otra de las mejores nadadoras del país, quien dijo que a ella también la amenazaron y encerraron en un cuarto hace cuatro años en Guadalajara. En donde compitió durante su primera prueba de diez metros individual con un traje ?que le dieron y que se transparentaba.? Lo ocurrido con estas nadadoras, hace referencia a lo importante que es ejercer un sentido de propiedad sobre los atletas para algunos patrocinadores, pues al igual que los exploradores colocaban las banderas de sus entidades patrias al llegar a ?nuevos territorios?, dando inicio a actos de colonización o apropiación, los patrocinadores parecen hacer lo mismo con los atletas, quienes ?ondean sus banderas? al luchar por sus sueños y consumar sus logros.
El hecho de alterar la comodidad de un atleta por fines mercadológicos, no sólo tiene efectos psicológicos negativos, sino que también repercute en su rendimiento. Recordemos los sucedido con los Rarámuris, referencia a los indios tarahumara, que hacen una media de 100 km diarios corriendo por terreno montañoso, prácticamente descalzos, con unas sandalias que ellos mismos se fabrican reutilizando caucho de cubiertas de neumático que luego se atan a los tobillos con cordones de cuero. Los Rarámuris han demostrado ser corredores de primera, y en 1993 varios de ellos ganaron los primeros lugares en los 161 km de Leadville, carrera en que se les obligó a correr con gorras, playeras y zapatillas con amortiguación que mostraban el logo de sus patrocinadores. Sin embargo, no consiguieron seguir durante más de 60 km sin presentar molestias o lesiones. Así pues, se quitaron las zapatillas, y siguieron corriendo con las gorras y las playeras. Ilustrando de esta manera, la distancia y la falta de comprensión que de ella emana, entre el patrocinador y el atleta. Así como también el ?colonialismo comercial? al que estos últimos son sometidos.
Los casos de Fernanda González, Paola Espinoza y los Raramuris, exponen el ?colonialismo corporal? al que son sometidos los atletas una vez que son ?descubiertos? por los patrocinadores. Sus cuerpos se vuelven territorios en donde ?las banderas? de los patrocinadores deben ser ondeadas. Esperando mejorar su posicionamiento en el mundo del consumo, y por ende más poder, mediante el desempeño del atleta. Después de todo ese, es el fin último del patrocinio comercial.