Cualquiera que dé su vida en una guerra es un héroe, pero en una guerra contra los gringos es apoteósico.

En la clase de historia del segundo de preparatoria en la Universidad La Salle, de un día como hoy la miss a la que le decíamos la “rora” porque siempre se dirigía a los alumnos como “mi roro”, llegó y nos dijo: los niños héroes, ni eran niños, ni fueron héroes.

La verdad es que no entendí ese mensaje, pero era una maestra de avanzada carrera y yo no tenía el sentimiento por la nación muy arraigado, entonces me valió una reverenda miaja lo que dijo, es más ni puse atención a su clase, de hecho, no le ponía atención a ninguna clase, eran muy aburridas. Con el tiempo me di cuenta que para aprender historia hay que platicarla, no estudiarla, cuando platicas historia es como uno de los cuentos que contaba la abuelita. Lo más terrible de estudiar historia es aprenderse fechas y lugares, cuando la platicas esos datos surgen por consecuencia, no es lo mismo decir “el abrazo de Acatempan” a decir, se reunieron Iturbide y Guerrero en un lugar cerca de Taxco donde se vende la plata, para platicar de la alianza que permitiría dar paso a la independencia.

Hay varios mitos y leyendas en torno a los niños héroes, al parecer son los únicos que murieron en el castillo de Chapultepec cuando los gringos querían tomarlo, o eran los únicos cadetes más Juan Escutia que era un soldado adscrito al castillo, quien murió al caer por un balazo que había recibido y no porque se haya aventado envuelto en la bandera ni tampoco porque se resbaló y se quiso agarrar de la bandera y se la llevó consigo, no, no fue así.

Mucho de la historia la han diseñado para crear héroes por quienes gritar y vitorear, México fue una nación tan golpeada después de la independencia que requería que existieran figuras heroicas como el cura Hidalgo por ejemplo, el cura Hidalgo que duró menos de un año en batalla, fue apresado, decapitado y exhibido en la alhóndiga de granadita, fue más representativo Morelos que dicen las malas lenguas que Napoleón Bonaparte que ya había invadido los terrenos de la monarquía de lo que hoy es España, que le dieran dos como Morelos y conquistaría el mundo.

De los mitos y leyendas es Agustín de Iturbide el único que sus restos no están resguardados en la “fosa” de los honorables, cuando fue él, el que diseñó el Plan de Iguala en el que le pedía a Vicente Guerrero que se aliaran para lograr la independencia, él siendo del ejército realista; fue Iturbide el que encabezó la marcha del ejército Trigarante que llegó al zócalo y llegó a Palacio Nacional y se asomó por el balcón presidencial con Juan Odonojú para ser vitoreados por el pueblo por el triunfo de la independencia, fue él quien firmó el acta de la independencia, pero hasta nuestros días nadie lo ha sacado de los libros de la historia como traidor de la patria.

Pero de los mitos de más leyenda es uno espectacular porque se formó de tres personajes distintos y en distintos momentos; uno de esos héroes que nos dieron patria que no murieron, al momento de ser liberado del calabozo en donde lo tenían, encontró la bandera de su regimiento, la tomó se la guardó en el pecho y se la llevó.

Un poeta que su imaginación le permite enlazar historias para darle belleza a lo escrito, redactó que el episodio de Juan Escutia, no era Juan Escutia si no Agustín Melgar y mezcló el episodio de la recuperación de la bandera del soldado mexicano, que salió caminando con la bandera envuelta dentro de su camisola con el abatimiento de Juan Escutia. Pero así es la historia y sí, aunque los cadetes se hayan quedado castigados en el castillo de Chapultepec por mal comportamiento, sí, sí fueron héroes, al menos no fueron de esos que los están agarrando a balazos y piden abrazos.

Don Julio, hablemos de política