Desde mi punto de vista, uno de los sistemas que le dan coherencia al mundo tal y como lo conocemos, es el de las fronteras. Las fronteras, no sólo establecen los límites territoriales que dan origen a los 164 países que integran al sistema internacional, sino que también establecen las barreras entre los diversos espacios que integran a una sociedad.
La frontera entre lo público y lo privado, parece debilitarse cada vez más en nuestro país, dando origen a una notoria falta de ubicación dentro de la función pública. En donde lo público pasa a ser privado, y el servicio anda un poco desorientado.
El caso de David Korenfeld, ilustra de una manera significativa la naturaleza porosa de la frontera entre lo público y lo privado dentro de la función pública mexicana. El uso de un bien público para fines de orden personal, resulta meramente reprochable, además de vergonzoso. Sin embargo, hay que ver más allá de simplemente Korenfeld.
El ex titular de CONAGUA, no ha sido el primero y seguramente no será el último funcionario en traspasar la frontera entre lo público y lo privado, a menos que las autoridades competentes hagan valer las responsabilidades que establece la ley. Con esto quiero decir, que sus acciones no son exclusivas, sino también compartidas por todo aquel que ha olvidado el significado o la comprensión de lo que es ser ?servidor público.? Pues a diferencia del sector privado, éste no produce recursos, los consume, y por lo tanto debería ser no sólo un poco, sino muchísimo más humilde en su manera de actuar.
La variedad de traspasos en esta frontera es amplia y se ha dado en diversos momentos. Después del suceso que ha dado origen a estas líneas, me parece que lo más lógico sería empezar por quienes comparten el gusto de transportarse en helicóptero. Recordemos a Sergio Estrada Cajigal, ex gobernador panista de Morelos, famoso por su helicóptero del amor, y las imágenes que recientemente fueron captadas en donde destacados representantes del PRD, como los gobernadores de Morelos y Guerrero, así como también su presidente del comité nacional, se trasladaban a un evento de campaña en Michoacán de la misma manera. También, podría citar una lista interminable de casos en donde espacios públicos, como lo son los patios del Senado y el Castillo de Chapultepec, han sido víctimas de los ánimos fiesteros y delirios aristocráticos de algunos funcionarios, pero el fin ilustrativo de este escrito se perdería. Puesto que su objetivo es mostrar que hay algo más alarmante que abusos de poder individuales.
La naturaleza porosa de la frontera entre lo público y lo privado dentro la función pública mexicana, resulta inquietante. Ilustra la escasa comprensión que se tiene acerca del servicio público y el paralelo desequilibrio de nuestra democracia. Por lo cual, resulta de vital trascendencia que nuestras autoridades pongan en práctica lo establecido por la ley para empezar así, un verdadero reforzamiento de nuestras fronteras.
Las fronteras son necesarias en cualquier índole de las relaciones humanas. Son parte fundamental de la coherencia, definen. Necesitamos demarcar de una manera firma la frontera entre lo público y lo privado, entre lo que sí y lo que no, para poder avanzar hacia el modelo de nación que todos queremos. Así pues, insisto: Hay que ver más allá de Korenfeld.