“Confirmados” y  “no confirmados” de Covid-19

No recuerdo haber tenido tendencias orientadas hacia la invención de síntomas de enfermedades personales; es decir, no practico la hipocondría. ¿Qué hacer cuando te despiertas, una mañana, con ciertos síntomas parecidos al Covid-19?

Sensación de inflamación en la garganta. Leve carraspeo. No fiebre, no fluido nasal. Sin dolor de cabeza ni sensación de cansancio corporal. Eso sucedió, apenas, hace unas tres semanas.

Con ese cuadro, recurrí de inmediato a mi doctora de cabecera. Le escribí por What´s sobre los síntomas que acabo de describir. La pregunta fue: “¿Me lanzo a hacer la prueba de Covid-19 , antes, o sugieres una revisión clínica?

-Revisión, contestó sin titubeos.

En el consultorio, que no es del sector público, la doctora tomó los signos vitales luego de un breve interrogatorio.

-Respira profundo... Otra vez... Otra vez…Presión arterial, bien. Capacidad respiratoria, bien. Vamos a tomar una medición con el oxímetro. Bien. Entre 91 y 92, promedio, en saturación de oxígeno en sangre. Debes hacer más ejercicio, dijo…

-Qué tal duermes. En general bien, contesté. -¿Alimentación? -Bien. Con buen apetito, dije.

-¿Alguna otra molestia o algún otro síntoma que quieras describir? -No, es todo.

Diagnóstico: Leve resfriado. Medicamento para tres semanas. Listo.

Me pregunto si todos los consultorios médicos, en México, están interconectados a una base de datos nacional o estatal. Lo digo porque, según las lecciones aprendidas de las conferencias vespertinas, con el Dr. Hugo López-Gatell y el Dr. Alomía, todos los días hay reportes de “confirmados” y de “no confirmados” de Covid-19. ¿Solamente esa estadística se registra luego de registrar pruebas de laboratorio? ¿Se contabilizan los diagnósticos clínicos? ¿Ingresaron los datos de mi caso a una base de datos nacional o estatal?

Como política pública del sector salud, sería interesante y oportuno que los médicos y médicas, desde sus computadoras personales, de escritorio o lap tops, alimentaran una base de datos nacional o estatal para contar, como sistema y entre otras funciones, con una estadística más completa y confiable acerca de los casos de enfermedades y su evolución. Preguntaré a la doctora si esa base de datos ya existe.

Modestas sugerencias

Lamentablemente, la realidad es distinta a como quisiéramos que fuera. Sé, por buena fuente, que cuando un paciente del sector salud acude a consulta de rutina (por ejemplo, al servicio de medicina familiar del ISSSTE, que es el que me corresponde como profesor de una universidad pública), el expediente clínico que se abre sólo se registra en papel, no en una base de datos electrónica; de tal manera que ese expediente físico queda “estacionado” en algún lugar del centro de salud o de la unidad médica. Únicamente se tiene acceso a éste en ese sitio, no en ningún otro lugar.

La ausencia de automatización de la información, es algo que se podría calificar como increíble a estas alturas del siglo XXI. Por ello, propongo que el sector salud diseñe y ponga en operación, lo más pronto posible, una sistema automatizado de historiales clínicos de los pacientes en todo el país, de tal manera que cualquier médico o médica, previa introducción de claves de acceso y contraseñas, pueda consultar la información necesaria sobre dicho historial en la base de datos, desde cualquier lugar, y que incluso pueda alimentarlo con los más recientes signos o cursos de enfermedad del derechohabiente o paciente, así como su historial de medicamentos, con tiempos y movimientos.

Esta información podría ser útil para realizar, incluso, citas médicas, diagnósticos e intervenciones en cualquier punto del país donde lo requiera la ciudadanía. Sería una cuestión similar al de la consulta de la Clave Única de Registro de Población (CURP).

Al respecto quiero compartirles lo siguiente: En noviembre pasado hice una crónica, en este mismo espacio, donde describí cómo fui vacunado en un centro de salud público, en el municipio de Querétaro, y después de lo cual, curiosamente, nadie del personal de salud me pidió datos generales. Solamente al término del evento, la jefa de enfermeras y enfermeros, que me atendió personalmente, pidió que posteriormente pasara a tramitar la cartilla de vacunación respectiva. Cosa que no pude hacer en ese momento, porque la persona encargada de ese trámite no se encontraba en su lugar. ¿Por qué no registrar cada aplicación en una base de datos nacional o estatal?

Entonces ¿cómo se lleva el control de cada una de las dosis aplicadas, si no se hacen los registros correspondientes? Es obvio que, en el caso de niñas y niños pequeños, el manejo de la cartilla de vacunación es obligatorio, y que difícilmente se aplica una vacuna a un menor si sus padres o madres no portan dicho documento.

Pero en el caso de adultos (me aplicaron la vacuna para prevenir la influenza) pude verificar, de manera vivencial no documental, que el control estricto de estas dosis no se lleva a cabo. No al menos en ese centro de salud. Aunque debería ser un protocolo del tipo “sí o sí”. Conviene anotar que, por lo demás y en medio de diversas trabas burocráticas, estas vacunas preventivas son muy escasas.

Hoy en día, triste realidad, se tienen reportes acerca del desorden observado en los centros de vacunación donde se aplica el biológico contra la Covid-19. Aquí nuevamente se notan carencias tecnológicas en este segmento del “sistema”.

En un contexto marcado por una epidemia o pandemia de profundas consecuencias para la salud de la población, aparte de los estragos que ha causado en los ámbitos económico, educativo y social, hoy más que nunca es necesario que los sistemas y las instituciones de salud se adapten rápidamente a las nuevas circunstancias y demandas sociales, y que usen de manera más intensiva y pertinente las nuevas tecnologías de la información, la comunicación y el conocimiento.

(Columna dedicada a la Dra. Ilma Souza Teco).

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