Ayer México conmemoró el medio siglo del fallecimiento del general Lázaro Cárdenas del Río; un hombre de su tiempo quien impulsó exitosamente reformas políticas y legales dirigidas a materializar la Constitución de 1917. Lázaro Cárdenas fue un digno representante de la corriente revolucionaria. Tras su llegada a la presidencia, desterró finalmente a Plutarco Elías Calles dando término al Maximato, y se convirtió en el penúltimo presidente surgido de las filas del Ejército mexicano.

Entre sus grandes éxitos domésticos destaca la consumación de la reforma agraria: principio inequívoco del zapatismo revolucionario. Sin embargo, su mayor legado se encuentra en la expropiación petrolera de 1938, por la cual se consuma la nacionalización de las propiedades del subsuelo, concretando así lo plasmado en el artículo 27º. Constitucional, mismo que había sido condenado a letra muerta desde el Constituyente de 1917, y que representaba uno de los triunfos más memorables de la Revolución Mexicana.

En asuntos internacionales, Cárdenas ofreció refugio a los españoles que sufrían el embate del franquismo y la persecución política, lo que le valió un recuerdo inestimable por parte de la República Española. Ayer el Ateneo Español de México, institución que busca la preservación del legado republicano, ofreció un emotivo homenaje con la presencia del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.

El presidente López Obrador, por su parte, admira a Cárdenas, al hombre, a su vida y legado. Al lado de Francisco I. Madero, el general es un símbolo de los adalides de la justicia del siglo XX. Allí está el general, detrás del presidente cada mañana, al lado de otros próceres de la historia de México como Hidalgo, Morelos, Juárez y Madero.

AMLO busca reivindicar el legado de Cárdenas con miras a enriquecer su discurso transformador. En este contexto, conviene realizar algunas apreciaciones. Lázaro Cárdenas —como he señalado— materializó el texto constitucional; un documento que fue el resultado de años de guerras fratricidas que culminaron con el triunfo de la causa liberal.

En materia económica, Cárdenas acogió los principios del keynesianismo y las ideas emanadas del New Deal estadounidense, pues la crisis de 1929 y el consenso global empujaban hacia esa dirección. En otras palabras, el general fue capaz de encauzar la realidad nacional de acuerdo a lo que era abrazado entonces en el mundo.

Nuestro actual presidente, López Obrador, parece dirigirse en otra dirección en su persecución transformadora. Si bien su discurso está plagado de elementos dizque progresistas, su actuar no corresponde a los consensos globales adoptados por la izquierda. El presidente parece enzarzarse en una ideologización extrema de un proyecto que adolece de la ausencia de acciones que emanen de la realidad nacional e internacional.

En otras palabras, a diferencia de Cárdenas, López Obrador no busca la materialización de la letra constitucional ni la adaptación de México a las nuevas realidades, sino que se empecina en un discurso que se traduce en proyectos nacidos de un mesianismo personal y de una causa reformadora que naufraga en las aguas de la depresión económica y de la emergencia sanitaria.

Cárdenas fue un buen presidente, escasamente ilustrado y quien hoy es recordado por su legado histórico. Supo interpretar los principios constitucionales, y contó con la fuerza política para implementarlos. Contemporáneo de Franklin Roosevelt, Adolfo Hitler, Francisco Franco y Manuel Azaña, entre otros, el general Cárdenas fue amigo del liberalismo revolucionario y de las causas democráticas.