Pensé que el nacimiento del primer nieto de Andrés Manuel López Obrador se iba a quedar como una tendencia más en Twitter y las “críticas” y comentarios estarían sólo en el ámbito de las redes sociales. Me equivoqué. Dos distinguidos comentócratas se han ocupado del tema. Pero qué necesidad o, mejor, pero qué necedad.

¿Qué se comentó en redes sociales? Básicamente: “Ya nació Salomón Andrés López Adams, primer nieto de López Obrador. No nació en una clínica del IMSS ni recurrió al INSABI. El nieto de López Obrador nació en una clínica privada en Houston, Texas”.

De ahí la “conclusión” de que haya nacido “gringo” y en un hospital “fifí”. Se entiende, son las redes sociales, a veces benditas, muchas veces pretendidamente malditas, sin lograrlo. Pero, ¿cómo entender a los columnistas?

Ayer, en su colaboración en El Universal, Salvador García Soto deslizó: “Detrás del feliz nacimiento del primer nieto presidencial y de la decisión de que el hijo del primogénito José Ramón López Beltrán naciera en Houston, hay una historia ‘complicada y difícil’ en la familia presidencial, según nos dicen fuentes muy allegadas al mandatario. Por eso no es de extrañar que, dado como es a compartir cualquier momento familiar o cotidiano, como lo hizo el lunes con el cumpleaños de su esposa en un video que fue elogiado hasta por sus críticos, por la sencillez y habilidad con la que conecta y comunica el Presidente, en el caso del nacimiento de su primer nieto, López Obrador no haya dicho nada, ni en la mañanera ni en sus habituales videos en las redes sociales. ¿Será que hay diferencias o desencuentros en la familia que habita en Palacio Nacional? Que conste que es pregunta…”.

El oficio de cortesano se le da mal a García Soto. Nunca nos cuenta la historia complicada y difícil y, cual Yago nativo, sólo pretende sembrar discordia entre los hijos del presidente y quienes “habitan” Palacio Nacional. Hoy quiere “argumentar”, respondiéndose a sí mismo: “Por fin ayer el presidente López Obrador se expresó públicamente sobre el nacimiento de su primer nieto: ‘Es una bendición’, dijo muy escuetamente, demasiado para tratarse del primer hijo de su primogénito, José Ramón López Beltrán. Todo indica que, detrás de la contenida emoción presidencial, hay efectivamente una historia de desencuentros familiares con su hijo y sobre todo con la relación con Carolyn Adams, la feliz madre…”.

Pues García Soto no da ninguna evidencia de que “todo indique” que hay desencuentros o una mala relación entre el presidente y la feliz madre de su nieto. Tramposo, un día lanza “ingenuamente” una pregunta y, al otro, maliciosamente la contesta. Salvador no aporta nada y su periodismo se estanca en lo que bien le viene: la rumorología. Ni trascendido ni información privilegiada ni filtración argumentada: chisme.

En su uno de sus artículos, Federico Arreola desmonta el periodismo alevoso de la columna de hoy de Sergio Sarmiento en Reforma. Escribe bien Federico: “Sergio no suele meterse en vidas privadas, ¿por qué lo ha hecho en este caso? Respuesta: (a) por necesidad de tener más lectores o (b) por ganas de molestar al abuelo, Andrés Manuel López Obrador, particularmente porque sin venir al caso el columnista involucra entre sus argumentos el debate del Insabi”.

Exacto, el Insabi ni al caso. Sarmiento se denigra porque una cosa nada tiene que ver con la otra y su nivel, al menos en la columna de hoy, se rebaja a los comentarios de las redes sociales, como el expuesto arriba en este artículo. Lo peor no es que Sarmiento confunda la gimnasia con la magnesia, las peras con las manzanas, lo peor es su epígrafe mañoso: “Houston, tenemos un problema”. ¿Sí? ¿Cuál?

Sergio Sarmiento y Salvador García Soto, pero qué necesidad o, mejor, pero qué necedad.