A un año de Covid-19, no sabemos cuál va a ser el final de esta película de terror

No soy experto en salud pública, pero creo que podría identificar algunas de las lecciones que hemos aprendido sobre esta pandemia de Covid-19, a un año de distancia.

Yuval Noah Harari, historiador y filósofo, autor de Sapiens: De animales a dioses; de Homo Deus: Breve historia del mañana; y de 21 lecciones para el siglo XXI, publicó en la edición del Financial Times de fin de semana,  aquíun excelente análisis en donde intenta resumir el año de Covid-19 desde una perspectiva histórica amplia.

La primera conclusión es que 2020 demostró que la humanidad se encuentra lejos de estar indefensa. Las epidemias ya no son fuerzas incontrolables de la naturaleza. La ciencia las ha convertido en un desafío manejable. Harari se pregunta entonces: ¿por qué ha habido tanta muerte y tanto sufrimiento? “Por malas decisiones políticas”, es la respuesta. No podríamos estar más de acuerdo con el historiador israelita.

Imaginemos nada más el momento en que los países se enfrentaban a la Peste Negra y no tenían idea de qué la causaba ni cómo se podía detener. O la influenza de 1918, cuando los científicos de la época no pudieron identificar el virus mortal y los intentos de desarrollar una vacuna eficaz resultaron inútiles.

Al hacer frente al Covid-19, el poder de la biotecnología y de la tecnología de la información han sido decisivos. La vigilancia digital facilitó el seguimiento y la localización de los vectores de la enfermedad. Las cuarentenas fueron más selectivas y eficaces. La automatización y el Internet fueron los que hicieron viables los encierros prolongados.

Una gran parte de la agricultura se realiza mediante maquinaria inmune a las enfermedades. El Covid-19 no tuvo un impacto significativo en la producción mundial de cultivos básicos como el trigo, el maíz y el arroz.

El comercio mundial pudo seguir funcionando de manera más o menos fluida porque involucra a muy pocos seres humanos. Los barcos de contenedores son automatizados.

"Vivimos en dos mundos: en el físico y en el virtual"

La digitalización y la robotización han tenido un impacto aún más profundo en los servicios. Como dice bien Harari, “hoy en día, muchos de nosotros vivimos en dos mundos: el físico y el virtual. Cuando el coronavirus circuló por el mundo físico, muchas personas cambiaron gran parte de sus vidas al mundo virtual, donde el virus no pudo seguir”.

Una de las cosas más notables del año Covid es que el Internet siguió funcionando. Las escuelas y oficinas funcionaron en línea casi de la noche a la mañana. Milagrosamente, la vida pudo continuar incluso cuando todo un país está encerrado físicamente. ¿Qué pasaría si nuestra infraestructura digital falla? Somos vulnerables a los virus digitales y a la guerra cibernética. Nuestra infraestructura digital podría colapsar en unas horas.

Lo más valioso del ensayo de Harari en el Financial Times es que nos recuerda que “la ciencia no puede reemplazar a la política. Cuando llegamos a decidir sobre políticas, debemos tener en cuenta muchos intereses y valores, y dado que no existe una forma científica de determinar qué intereses y valores son más importantes, no existe una forma científica de decidir qué debemos hacer”.

Harari expone la preocupación principal de su ensayo: “El riesgo de la digitalización y la vigilancia es que ponen en peligro nuestra privacidad y abren el camino para el surgimiento de regímenes totalitarios sin precedentes”.

Desafortunadamente, demasiados políticos no han estado a la altura de esta responsabilidad. Algunos minimizaron el peligro, se negaron a prestar atención a los expertos y, en cambio, vendieron teorías de conspiración. No elaboraron un plan de acción federal sólido y sabotearon los intentos de las autoridades estatales y municipales para detener la epidemia.

Noah Harari, historiador y filósofo, expone tres lecciones principales:

Primero, necesitamos salvaguardar nuestra infraestructura digital. Ha sido nuestra salvación durante esta pandemia, pero pronto podría ser la fuente de un desastre aún peor.

Segundo, cada país debería invertir más en su sistema de salud pública. Esto parece evidente, pero los políticos y los votantes a veces logran ignorar la lección más obvia.

Tercero, debemos establecer un poderoso sistema global para monitorear y prevenir pandemias. En la guerra milenaria entre humanos y patógenos, la línea del frente pasa por el cuerpo de todos y cada uno de los seres humanos. Si esta línea se rompe en cualquier parte del planeta, nos pone a todos en peligro.

Harari concluye su ensayo: “si el Covid-19 continuara propagándose en 2021 y mata a millones, o si una pandemia aún más mortal golpea a la humanidad en 2030, esto no será ni una calamidad natural incontrolable ni un castigo de Dios. Será un fracaso humano y, más precisamente, un fracaso político”.

Después de reflexionar sobre las ideas de Harari, sin entrar en el juicio sobre la desafortunada política económica que se ha seguido, creo que nuestras autoridades deberían reconocer, adicionalmente, al menos 15 lecciones en el campo de la salud:

1. Esta crisis exige una mejora urgente de la infraestructura hospitalaria del país para mejorar la salud, la equidad, la prosperidad y la sostenibilidad a largo plazo.

2. Eliminar la pandemia es la estrategia correcta. La protección de la salud pública también protege la economía.

3. La acción gubernamental debe ser respaldada por la ciencia y requiere una comunicación sobresaliente para crear la legitimidad social de una respuesta efectiva.

4. La prevención sigue siendo una estrategia fundamental. La transmisión del Covid-19 se produce principalmente a través del aire en interiores, a menudo de personas presintomáticas. Esto resalta el valor del uso de cubrebocas y una buena ventilación.

5. No sabemos cuál va a ser el final de esta película de terror. Los escenarios van desde la infección endémica (como la influenza estacional) hasta la erradicación (como el SARS, la viruela, la peste bovina).

6. Fue impresionante la rapidez con la que el mundo desarrolló vacunas seguras y altamente efectivas. La estrategia de vacunación debe priorizar un control efectivo, proteger a los más vulnerables y promover la equidad en salud. Lograr una alta cobertura dependerá del apoyo del sector privado, la participación social, las redes comunitarias y los sistemas de información.

7. Sabemos que hay variantes emergentes del SARS-CoV-2 y que aumentan el riesgo de transmisión y probablemente reducirán la efectividad de la vacuna con el tiempo. Se requerirá una reformulación de la vacuna.

8. Se requiere un esfuerzo internacional coordinado para garantizar la distribución equitativa de las vacunas para contener la pandemia.

9. Debemos mejorar la bioseguridad fronteriza y de puertos de entrada para prevenir la reintroducción de variantes del Covid-19 en el país.

10. Es necesario mantener y mejorar los sistemas para la detección y el control rápidos de los brotes de Covid-19. Más pruebas y rastreo de contactos son indispensables.

11. Urge establecer procesos óptimos de toma de decisiones en situaciones de emergencia.

12. Tendremos que institucionalizar un conjunto mejorado de procesos para la toma de decisiones que fomenten el aprendizaje, la innovación, la mejora continua de la calidad y la transparencia.

13. Hace falta un mayor debate y un escrutinio altamente informados mientras se busca el apoyo de todos los partidos en las estrategias clave de respuesta (tal vez sería bueno formar un comité de legisladores para la respuesta epidémica).

14. Es necesario un proceso de asesoramiento que garantice aportaciones científicas multidisciplinarias de alto nivel en la respuesta de todo el gobierno (por ejemplo, la formación de un consejo científico Covid-19).

15. Debemos invertir en una estrategia de investigación y desarrollo con recursos suficientes para garantizar un alto nivel de evidencia científica para dar forma eficaz a la respuesta del gobierno.

La clave del futuro no está en la ideología ni la retórica sino en la evaluación. Se requiere un compromiso de las autoridades de salud, y un calendario para una investigación oficial, a fin de evaluar la respuesta a la pandemia e impulsar mejoras más eficaces del sistema.