Quienes esperaban ver sangre en el debate de los candidatos capitalinos que se llevó a cabo en la noche del miércoles pasado, pues nada más se quedaron con las puras ganas, porque fue un ejercicio democrático intrascendente, sin sabor alguno, que no levantó pasiones ni en los propios debatientes, y claro, mucho menos despertaron el interés y el ánimo del público espectador. Más bien causaron aburrimiento, porque fue un evento apagado, sin chispa, que seguro causó infinidad de bostezos en los televidentes.
En general no hubo momentos encendidos, más bien fue un acontecimiento plano y todo tedioso, con algunos breves intercambios verbales y con propuestas en materia económica, movilidad y de reconstrucción de la ciudad, muy bonitas, pero que por parte de algunos candidatos ni ellos se las creyeron.
Sin embargo, veamos la sustancia de lo que podemos rescatar, expresada por los participantes en ese debate, que con ahínco pretenden afanosamente convencer a la ciudadanía citadina, mediante una campaña política, intensa y azarosa, que empieza a entrar en su recta final. Para ello se destaca que de nueva cuenta, Claudia Sheinbaum, aspirante morenista, se convirtió invariablemente en el blanco de los ataque de todos y cada uno de sus adversarios.
De forma irresponsable y con desmesura, principalmente de Alejandra Barrales, le señalaron a la morenista que tenía cuentas pendientes con el derrumbe del Colegio Rébsamen, que como todos sabemos parte de su estructura se vino abajo por los efectos del sismo de septiembre de 2017. Acontecimiento funesto, en que lamentablemente perdieron la vida 19 infantes y siete maestros. Pero lo cierto es que en ese debate de antier, no se esperaba que fueran tan infames y despreciables los contrincantes de Sheinbaum, al haber utilizado un tema escabroso, que tan solo con su puro recuerdo se vuelve estremecedor, estrujante y terrorífico, y que además, vuelve a tocar las fibras sensibles y dolorosas de las victimas, de los padres de familia, con tergiversaciones, falsedades y sacando acusaciones fuera de contexto.
Fue como revivir una herida que todavía no alcanza a sanar, y que posiblemente jamás será superada, no nada más por los deudos, sino por la conmoción tan grande que causó a la sociedad en general. Tampoco se vale que como si fuera un reality show televisivo, Barrales, quiso dar su espectáculo estelar, de mal gusto, escandaloso, con el que seguro creyó que traía el as bajo la manga, al puro estilo Bronco, lleno de frivolidad, vileza y de competencia desleal, porque puso una grabadora con la voz de un presunto padre de uno de los pequeños fallecidos, donde hacía reclamos a Sheinbaum.
Intervención vil de la neopanista, Barrales, que con ese despreciable argumento intentó sacar provecho político, pretendiendo engañar a los electores, a costa de revivir el dolor ajeno. Por qué no acusó a su anterior jefe, Miguel Ángel. Fue una intervención infame, que los moderadores se la tragaron, ya que no debieron permitir, porque jamás les constaba que fuera la voz de la persona que se había prestado a esa grabación. Acto que habrá de calificarse violatorio de derechos humanos. Un verdadero golpe bajo asestado a Claudia Sheinbaum, en complicidad de los señalados moderadores del debate.
En cuanto al priista, Mikel Arriola, se le desorbitaron los ojos cuando Barrales le espetó que ella renunciaría a su candidatura si le comprobaba que tenía un departamento en Polanco, y que si no lo hacía que él renunciara a su candidatura. Como decía Juan Gabriel, pero qué necesidad, de pretender sacarle nuevos trapitos sucios al sol, si tan solo bastaba que el priista le reiterara que aún no justificaba sus inmensas riquezas acumuladas, consistentes en su departamento de Maimi, que vale una millonada, su residencia de las Lomas de Chapultepec, y otras más, con lo que, incluso, Arriola, se hubiera evitado que le reviraran que era un mantenido de su suegro.
En cuanto al trillizo, me refiero al señor Rascón, mejor conocido como superbarrio, porque me parece que hizo alusión a Sheinbaum y a Barrales como las mellizas, aduciendo tal señalamiento porque las dos eran la misma izquierda, provenientes del PRD, cuando a él se le olvidó que mamó de la ubre de la izquierda, y de ese mismo partido, ya que fue diputado en varías ocasiones. Acusó al lopezobradorismo, porque, según él, Mancera era el hijo de Marcelo Ebrard y nieto de López Obrador, pero se le olvidó señalar, que en todo caso, Cuauhtémoc Cárdenas, que por cierto lo acompaña en su aventura, vendría a ser el bisabuelo de Mancera. Vaya, de escasa memoria el señor superbarrio, pero creo que lo único bueno que les dijo, fue hacerles la invitación a una comida en el Salón los Ángeles.
La candidata independiente, para hablar se trababa más que el deteriorado metro en plena lluvia. En cuanto a Carpinteyro parece que llevaba sus copitas. Quizá la candidata del verde ecologista hizo algunas propuestas en materia de medio ambiente que coinciden con las de Claudia Sheinbaum. Pues entonces, ¿quién ganó el debate? Lo ganó a quien hicieron victima, a la morenista, y más que por ese detalle, lo ganó por su seguridad que mostró al presentar propuestas viables, y no se diga por su cierre espectacular que hizo al señalar de forma contundente que va 20 puntos porcentuales arriba de sus competidores, e invitar a la ciudadanía a que todos hicieran historia por el inminente cambio que viene. Así que, este final de un debate irrelevante, posiblemente se convirtió en un debate que despertó la abulia hasta de sus contrarios. Lo veremos.