Después de aquella emotiva y extraordinaria final del futbol mexicano en diciembre de 2015 (cuando el equipo Pumas pudo haber ganado el campeonato de no ser por la ayuda arbitral al equipo Tigres en el partido de ida en Monterrey), Rodrigo Ares de Parga reflexionó algo que diría en los medios meses después, ya desde su posición como presidente del equipo (cito con memoria aproximada): “Cuando vi jugar a los Pumas con 9 extranjeros en la cancha, sentí tristeza porque aquello no eran los Pumas que yo había vivido, no eran mis Pumas”. Y utilizaría este argumento para desmantelar al equipo y destituir a Guillermo Vázquez –el más reciente campeón universitario en 2011- haciendo énfasis en que volverían los años dorados de la cantera universitaria.

Hoy, más de tres años después de iniciada su presidencia, el equipo tiene alrededor de 10 extranjeros, ningún canterano juega en la selección nacional, no ha ganado nada, ha hecho jugosos negocios con la venta de buenos jugadores, tiene una muy mala reputación personal y la única temporada que ha sido brillante, la de David Patiño como entrenador, concluyó con el despido abrupto de este por un partido errático en semifinales. Por otra parte, en la Federación Mexicana de Futbol, Ares votó con entusiasmo, en 2016, la autorización para permitir 10 jugadores extranjeros en la cancha; regla 10/8.

En realidad, el desmantelamiento de 2016 habría obedecido a un desencuentro personal de Ares de Parga con Vázquez desde 2005, a un buen negocio con la venta y compra de jugadores y a un afán de imponer su autoridad y con ello a “su gente”. En mayo de 2016 declararía: “Yo llevo muchos años trabajando como consultor externo de la Universidad, trabajé en el Club, yo adoro este Club, el puesto [de presidente] es honorario; que los aficionados sepan que me voy a morir con este Club”.

Pues ni se ha muerto ni ha devuelto la gloria a Pumas. Y cuando mejor ha estado el equipo, ha actuado como saboteador del mismo. El amor de Ares a Pumas tiene que ver con algo más que “los colores” de la institución, “la garra” del equipo y el corazón de los aficionados. Tiene que ver con el negocio de la asociación civil privada que maneja Pumas y con sus propios negocios nada honorarios como contratista de la Rectoría de la UNAM, donde despacha su amigo, el rector Enrique Graue. Y así, lo que menos importa es el fracaso del equipo y el sufrido espíritu de los aficionados en las extrañas manos de otro itamita que ha fracasado, como ha establecido el analista económico Eduardo Esquivel (“El ITAM: La escuela que mal dirige al país”; SDPnoticias, 31-12-17).

Cuando Pumas estuvo más cerca de volver a un momento de gloria, cuando perdió por errores puntuales en el Estadio Azteca contra el América, Ares actuó como saboteador cuando destituyó de manera autoritaria a quien más se acercaba al ideal de entrenador para el equipo después de Vázquez, David Patiño -que había alcanzado una extraordinaria campaña ubicándose en el tercer lugar general con 30 puntos-, para imponer a otro de sus errores, Bruno Marioni.

Otros momentos de sabotaje del presidente de Pumas contra el equipo y sus aficionados han sido, además del desmantelamiento de 2016, la venta de buenos jugadores identificados con la institución como Ismael Sosa, Nicolás Castillo, Marcelo Díaz, entre otros. ¿Qué subyace detrás de las ventas del “honorario” Ares?, ¿un negocio millonario en dólares?

Una investigación de Mauricio Romero, presentada con Carmen Aristegui (“La cara desconocida de Pumas”; Aristegui Noticias, 30-08-19, que es una continuación del trabajo-denuncia presentado en 2014 en Contralínea), evidencia la realidad del equipo Pumas, la de su funcionamiento, la de sus socios y su presidente. (Con base en estas investigaciones había yo mismo escrito en 2016 sobre esta realidad en “Contradicción e hipocresía en @PumasMX; ni 1 peso a @UNAM_MX”; SDPnoticias, 29-05-16).

No es el amor a Pumas ni a los “colores” o símbolos de la UNAM lo que mueve al Club Universidad Nacional, Asociación Civil y a su presidente, más bien, el amor al dinero. Con la mascarada de que el equipo pertenece a la UNAM y que la representa, se lleva a cabo un gran negocio, pues como establece Romero, en realidad se trata de “una leyenda empresarial disfrazada de universitaria”. Los datos así lo indican.

1. Los Pumas no pertenecen a la Universidad ni la representan. Son propiedad de una asociación civil desde 1977; así se encuentra en el Registro Público de la Propiedad y Comercio de la Ciudad de México.

2. Los asociados son tanto exalumnos “distinguidos” de la institución como funcionarios de la burocracia universitaria (habría que investigar por qué son tan distinguidos, ¿por sus logros académicos o político-empresariales?).

3. La asociación no aporta ningún peso de sus ganancias a la Universidad (a pesar de que el convenio de 1977 así lo establecía).

4. Explota y subarrienda los símbolos de la UNAM.

5. Contrario a lo que se dice en el discurso y a lo que establecía el convenio de 1977, la UNAM sí ha entregado recursos al Club, que es privado.

6. De 2014 al primer semestre de 2019, la Universidad entregó a la A.C. por lo menos 338, 908,980.00. Parte del presupuesto de la Dirección General de Deporte Universitario también se destinó a Pumas. Y si el lapso se abre a 2008, el monto aumenta a 558, 106,970.00; en poco más de diez años.

7. La A.C. no paga por el uso del Estadio Olímpico (Patrimonio Cultural de la Humanidad y Patrimonio Artístico de México), las canchas de entrenamiento, los servicios de mantenimiento y limpia ni los de agua y energía eléctrica; todo esto está, de manera inaudita, a cargo de la Universidad.

8. Y por si fuera poco, la UNAM ¡paga a la A.C. cuando hace uso de la pantalla gigante! También compra miles de pesos en boletos (otra forma de patrocinio) para ¡estudiantes, trabajadores y académicos sindicalizados, y medios de comunicación! (es un absurdo que la UNAM pague por los boletos de los trabajadores y estudiantes, y mucho más que regale a los medios para “promoción”, esto tendría que hacerlo la A.C.).

Naturalmente, se trata de un negocio “genial” para la A.C., pues al estar integrada por exalumnos “distinguidos” y altos funcionarios, incluyendo al rector, tiene fácil acceso a este tráfico de millones que perjudican las finanzas de la UNAM y probablemente los beneficia a ellos (Romero establece que tanto Graue como Leopoldo Silva Gutiérrez, secretario administrativo de la UNAM, socios de la A.C., se han negado a dar a conocer su situación integral patrimonial y de intereses).

Y para apretar los negocios, por si faltara, el “honorario” y amoroso Ares de Parga es contratista de la rectoría. Su amigo Graue (también es amigo de Carlos Slim y acaso de Jiménez Espriú, otro socio) le ha otorgado cuando menos dos contratos a su empresa Arapau y Asociados, S.C., por $5, 631,800.00.

En el contexto de cambios en el país, se hace necesaria y aun obligada la transparencia en el manejo de los recursos públicos. Ha llegado el momento de la Universidad Nacional Autónoma de México como tendría que llegarle a todas las instituciones dependientes del erario nacional. Acaso estemos ante un gran negocio de una asociación civil privada que utiliza y usufructúa el bien que significa la Universidad per sé, así como el acceso al presupuesto público. Y todo, disfrazado del amor y la pasión por uno de los equipos más populares de México que es seguido a nivel nacional. Es tiempo de desenmascarar el “amor” del presidente del Club Pumas y de los socios de la A.C. propietaria del mismo. Se trata de exalumnos “distinguidos” (Carlos Slim, Jiménez Espriú y ex rectores, entre ellos) y altos funcionarios de la burocracia universitaria, empezando por el rector mismo. Es tiempo de terminar con ese malestar que siempre han tenido los verdaderos universitarios sobre el tráfico de influencia y el partidismo político de los rectores y la alta burocracia parasitaria de la UNAM. Que se empiece por los Pumas.

P.d. La UNAM envió a Aristegui una réplica, no obstante no pudo rebatir la buena argumentación legal, periodística y económica del reportero y hasta ahora se ha negado a “dar la cara” en los medios.