El pasado lunes platicábamos en el análisis nocturno en vivo con Manuel Díaz y coincidimos en algo: la comparación, en sus justas proporciones respecto al manejo de la pandemia, deja a Sheinbaum como la servidora pública que más se superó y a López-Gatell como el epidemiólogo que quiso jugar a ser político.
Sheinbaum ha sido paciente y constante en explicar las etapas del manejo pandémico con la rebeldía científica más sensata: como decía Manolo anoche, dejó el protagonismo para priorizar acciones de seguridad, salud, información y medidas de reactivación, eliminando gran parte de la propaganda en sus mensajes.
En los errores de su equipo, como en el caso de la administración del Metro, ha asumido liderazgo a diferencia de un López-Gatell que se postra delegante y cantinfleador para explicar que el personal que transportaba las vacunas llegó tarde, como sucedió en la última entrega.
Lo feo
Es cierto: en el primer día, no se lograron anticipar las necesidades más básicas de descanso, hidratación, alimento y baño para adultos mayores. La espera y las filas son normales, pero no por 7 horas. La asignación de citas es necesaria, pero no dentro de un margen de 8 horas. Claro que no es digno que las personas de la tercera edad esperen en la calle pero por supuesto que es revelador el enfrentamiento de intelectuales como Sergio Aguayo con la realidad. Pareciera que este lunes descubrió que en México hay ambulantes y pobreza, como si nunca hubiese estado esperando por un servicio, en la calle o bajo el sol.
La superioridad de la clase intelectual está desnudando los privilegios que la clase política mantuvo en su favor como negocio circular. Tal vez, por eso sea tan digno que serán los adultos mayores con mayor vulnerabilidad los que recibirán su vacuna en casa, gracias a las brigadas móviles de atención.
Ya siéntese, señor
No todo puede ser perfecto y para demostrarlo llegó Attolini con su falso discurso de pobre a combatir a los “privilegiados quejumbrosos” que pedían trato digno para sus abuelos y padres. ¿Con qué cara habla la pequeña cúpula del servicio público a la salud que abandonó sus cargos en plena emergencia sanitaria? En fin, la hipocresía.
Ahora que la vacunación avanza a pasos acelerados con la promesa de reactivar la capital mucho antes de lo esperado, toca reconocer que los dos científicos obradoristas respondieron hasta sus capacidades: López-Gatell enloqueció con la fama, ofendió a la ciencia con “la fuerza moral, no de contagio”, la volvió a ofender al descalificar las publicaciones de la revista The Lancet y se negó a dar cambios estratégicos para la contención de la pandemia, cayendo en una negligencia letal. Afirma que se pueden combinar las vacunas como si fuesen guisados a la mexicana, que no importa el componente genético ARN con los que cada una se han desarrollado.
Al rato dirá que no importa si la temperatura falló al momento de la conservación porque la vacuna tiene fuerza de vida y no de muerte.
Sheinbaum evolucionó. Sin histrionismos innecesarios, aprovechó el confinamiento para instruir al equipo de seguridad y tener récord en detenciones e investigaciones sobre feminicidio, narcotráfico y posesión de armas.
El famoso registro fue dulcemente ignorado por Sheinbaum que, con padrón en mano, ha tenido la facilidad de vacunar a quienes llegan a la fila, aunque no lleven la engorrosa ficha de Internet. Optimizó, se reveló y tal vez sin notarlo, saldrá más fuerte de esta.