El autor de "La Reina Del Sur" por poco nos logró convencer con aquella edición de que su mirada lograba contar la narrativa del narcotráfico colocando a una mujer como la protagonista de la historia.

No sólo porque así haya sido en la realidad, sino porque a través de sus ojos logró plasmar el empoderamiento de Teresa Mendoza, una mujer que contrario al papel de buchona, fue más temida y valiente que otros narcotraficantes de Sinaloa. Pero este episodio en la carrera de Reverte fue breve e inconcluso, pues a pesar de su trayectoria, en varias ocasiones se ha negado a aceptar que la Real Academia Española es una institución misógina. A propósito 'De mujeres, palabras y alfileres', texto de la ensayista Yadira Calvo en donde la autora  denuncia del machismo en la lengua española y la indiferencia de sus miembros ante la discriminación  contra las mujeres, cabe abrir la reflexión para entender el absurdo de regir nuestro lenguaje ordenados por una institución obsoleta. Las palabras son como las varillas del sistema: lo construyen, lo soportan y lo edifican. Sin ser arquitecta, puedo decir que las varillas son un esqueleto para las construcciones, y justamente eso son las palabras para las sociedades: el esqueleto de su cultura.  Las palabras en sí mismas no tienen sentido hasta que se les dota de un significado y un contexto, el entorno que le reconoce ciertos significados a ciertas palabras encierran todos los vicios que se combaten en la posmodernidad: la discriminación, la homofobia, la misoginia, el racismo y la segregación. 

Por eso cuando decimos "indio " pensamos en una ofensa discriminatoria y cuando escuchamos  "mamacita" no nos imaginamos precisamente a una madre pequeña, sino a una mujer de figura simpática o voluptuosa.

Así es que la lengua española tiene sexo: es masculino y es falocéntrico. Yadira Calvo retrata perfectamente la visión del mundo que la RAE tiene del hombre como género, y no del ser humano, como centro de la cultura. Y esa cosmovisión masculina es con la que escriben en diccionarios y manuales de uso: por eso el diccionario de la RAE habla de las mujeres "públicas " como putas y de los hombres "públicos " como poderosos.

Esta es la tesis de la filóloga y ensayista Yadira Calvo, que en su nuevo libro De mujeres, palabras y alfileres aborda el patriarcado en el lenguaje, explica las razones por las que éstas palabras  lesionan la dignidad de las mujeres.

LA VIOLENCIA TIENE AUTOR GLOBAL

Si el lector busca en el diccionario de la RAE la palabra “sexo”, aparece la definición de “sexo débil”, y lo que ellos consideran que es: el "conjunto de mujeres", en la misma búsqueda arroja como resultado la definición de “sexo fuerte”, lo que ellos consideran que es el "conjunto de hombres".

Esta institución asegura tener como misión  "velar por el buen uso de la lengua española" pero queda claro que el problema es que esta institución no trabaja por lo correcto en el lenguaje sino por perpetrar un sistema que mira a las mujeres con estereotipos, prejuicios y desprecio.

Un ejemplo más: una de las acepciones de la palabra "Fácil" , la RAE le da contexto y dice" "Dicho de una mujer: contiene en su significado liviana en su relación con los hombres."  Pero olvida agregar el significado de la palabra en el contexto "Dicho de un hombre"; ¿Por qué? Es simple: los hombres no son fáciles ni difíciles, a ellos no se les juzga ni califica por su comportamiento con una mujer.

El asunto es que los diccionarios no pueden dictar significados dependiendo del género que tiene la persona en quien se aplica un adjetivo. Es incorrecto etimológica y hasta filológicamente.

Pero esto no nos sorprende. La de la RAE es una historia impregnada con desprecio a las mujeres; hasta 2017 hay  apenas ocho mujeres miembro de 44 académicos que la componen.

LA HISTORIA DE LA DECADENCIA DEL LENGUAJE

Hasta en tres ocasiones (1889, 1892 y 1910) rechazaron en la Real Academia a Emilia Pardo Bazán con el argumento de que “las señoras no pueden formar parte de ese Instituto”.

Antes de ella, ya había intentado formar parte la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda. Hasta los hombres más  prestigiosos han sido excluyentes: en 1853 el escritor José Zorrilla dijo que la mujer que escribe era “un error de la naturaleza”.

Uno más, Juan Valera, afirmó sobre las mujeres en la RAE que "No sería esto lo peor, sino la turba de candidatos que saldrían luego (...) en cuanto abrieran los espacios, la Academia se convertiría en aquelarre".  En perspectiva, once de casi quinientos miembros en toda la historia han sido mujeres. Como académica honoraria nunca se ha nombrado a una mujer.

Y para terminar con el ridículo global de la más prestigiosa institución de la lengua española, en su diccionario mantienen dentro de la definición de 'histeria',  la acotación acerca de que es “más frecuente en la mujer que en el hombre”, una aseveración que ofende cualquier criterio médico. Y Pérez -Reverte justifica todo lo anterior. 

LA NECESIDAD DE ENTENDERNOS

En su libro, Yadira relata diversos experimentos que explican la forma en la que el lenguaje tiene capacidad de influencia en acciones concretas de los individuos.

Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Nueva York arroja que participantes eran expuestos a palabras con connotaciones más agresivas (fastidiar, molestar o intromisión, entre otras) o más apacibles (respeto, educado, cortés...). Posteriormente debían buscar a uno de los responsables del proyecto para que platicara con otra persona y pudieran medir su reacción.

Toda la gente expuesta a las palabras más agresivas tendían a tardar menos tiempo en interrumpir la conversación, es decir, se mostraban más ansiosos. Yadira Calvo le apuesta a una lengua "que cuente otra historia" y que también, incluya a las mujeres en una visión objetiva, sin ideas sexistas como asociar masculinidad con fortaleza y feminidad con debilidad.

La lucha de la autora reclama cambios como el realizado por la Academia Sueca, que ha incorporado en el diccionario un pronombre personal neutro.

La autora critica la pasividad de la RAE y los pronunciamientos de algunos de sus miembros, como Javier Marías o Arturo Pérez-Reverte que minimizan y desacreditan esta lucha.

Arturo Pérez -Reverte podrá tener una buena pluma, pero su pluma es machista y lacerante para la dignidad femenina. Por eso es que merece el adjetivo de "feminazi", no por feminista radical como lo usan los otros machos, sino por extremista con ceguera moral para las luchas que podrían cambiar a la comunidad de habla hispana.

Y sólo porque es urgente deconstruir el lenguaje, para efectos de este texto deberán entender como "feminazi" al que repudia al género femenino, como una inflamación del misógino.