Alentados por la contundente victoria obtenida en las elecciones del 5 de junio del 2016, con Carlos Joaquín González como su abanderado a la gubernatura, el PAN y el PRD prácticamente ya pactaron repetir la alianza para los comicios del 2018, aunque sus dirigentes locales y el propio gobernador Carlos Joaquín están seguramente conscientes de que la tendencia del voto será distinta y en algunos casos desfavorable.
Los escenarios son y serán diferentes a los de la arrolladora victoria de hace más de un año, cuando la coalición PAN-PRD arrebató la gubernatura al PRI y ganó en los municipios de Othón P. Blanco, Cozumel y Solidaridad, todo ello en un contexto de intenso rechazo de la población al saliente gobierno priista de Roberto Borge Angulo, actualmente preso en Panamá.
Cuando menos en teoría, el gobierno aliancista de Carlos Joaquín no será la excepción a la máxima en el sentido de que es muy diferente ser una atractiva propuesta de campaña, que un gobierno con todos sus inconvenientes y desencantos para el ciudadano elector.
Es decir, no es lo mismo prometer que tener que cumplir, y por eso se dice que en el mundo de la política es frecuente presenciar a excelentes candidatos en campaña y a pésimos gobernantes. No es el caso de Carlos Joaquín en Quintana Roo, aunque debe señalarse que varios de sus colaboradores no han estado a la altura de las exigencias.
Por eso desde que se cumplieron los 100 días de su gobierno, se especuló sobre el inminente cambio de cuando menos cinco de sus secretarios del gabinete, lo cual hasta ahora no ha ocurrido.
En todo caso, como cualquier gobierno el de Carlos Joaquín está sometido a los desgastes y a los costos del ejercicio del poder. Y por eso sería más que iluso esperar una victoria ya no digamos total sino mayoritaria, en los comicios para renovar o ratificar las presidencias municipales, y en la elección federal para elegir diputados federales, senadores y presidente de la República.
Era lógico ver otra vez en acción la coalición PAN-PRD, que tan excelentes dividendos electorales les reportó a esos dos partidos en el 2016, en sendos descalabros para el PRI que por momentos parece mantenerse aún en la lona, y que no termina de asimilar la derrota que sufrió el año pasado en varios estados de la República.
En Quintana Roo, el PRI no solamente no se repone de esa histórica derrota, sino que se niega a cambiar y a prepararse para los nuevos retos, con una dirigencia local en manos de quienes precisamente ocasionaron su caída en las urnas, por lo que la selección de sus candidatos podría ser un asunto que termine por minar lo poco que aún queda de ese partido en la entidad.
Pero tampoco se puede dar por derrotado al PRI en Quintana Roo, porque en el 2018 la coalición PAN-PRD no dispondrá del producto principal que lo llevó al triunfo en el 2016: el propio Carlos Joaquín, que ahora encabeza un gobierno sometido a los cuestionamientos e inconformidades propias de cualquier administración pública.
Pero el PAN y el PRD no tendrán otra opción que repetir la fórmula de hace un año, y en esta ocasión asomará la figura de Andrés Manuel López Obrador, quien de nueva cuenta podría ganar la elección presidencial en Quintana Roo, como lo hizo en el 2006 y en el 2012.
Eso dependerá, desde luego, de los candidatos que postulen el PRI y la propia coalición PAN-PRD, los cuales emergerán en cierta desventaja ante un López Obrador que está en campaña desde hace casi 18 años.
Claro, en esa misma situación se encontraban en su momento Felipe Calderón y el actual presidente Enrique Peña Nieto, quienes al final se alzaron con la victoria, en medio de sendas quejas y movilizaciones por presunto fraude electoral.
Habrá que esperar, entonces, las definiciones locales y presidenciales que harán los demás partidos, aunque de cualquier forma la contienda en las urnas se anticipa bastante cerrada, cuando menos en cuanto a la elección presidencial.
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