El pasado y los intelectuales

Existe un grupo de intelectuales y líderes de opinión en México que han asumido una posición donde aseguran y reiteran que AMLO es copia calca del PRI de los 70s, siendo émulo de Echeverría o López Portillo. Vuelve “la dictadura perfecta” (dixit Vargas Llosa), el centralismo de antaño, “la biografía del poder” (diría Enrique Krauze). De hecho, han decidido utilizar varios términos acuñados por el propio Krauze para definir el porvenir de nuestra nación bajo la égida de Morena. Han conformado, de forma abierta, un grupo que está convencido y pugna por sostener que ello es cierto. 

En fin, se vale; en este país hay libertad de opinión (y hasta de asociación)...

Semejantes; no iguales

Yo sostengo, no obstante, que esa lectura no es correcta. Indudablemente existe el grave riesgo de conformarse un centralismo, un poder personalísimo y a modo en torno a López Obrador, pero ello no equivaldría a una vuelta al pasado que conocemos en Mexico.

Así, si bien comparto con ese grupo los motivos de preocupación y ciertas críticas que se hacen a la actual administración, difiero de ellos pues notoriamente no puede aplicársele a AMLO los mismos términos que se acuñaron en la historia reciente del país. La 4T inaugura nuevos conceptos, acompañados de nuevas problemáticas y —sí— hasta de algunos aciertos. 

Por ello, me resulta un poco simplista pensar o recurrir a categorías de análisis histórico probadas (y exitosas) que hoy simplemente no aplican.

Encuentro que los grandes críticos intelectuales de México se quedan cortos y no utilizan su creatividad ni capacidad de erudición para ver más allá. Vaya, un poco de lo que critican cuando señalan que AMLO solo se ve el ombligo.

El pensamiento de quienes no están de acuerdo con AMLO —sea por motivos de análisis nacional o por razones más bien personales— y ven las amenazas que encarna, no pueden ni deben pensar que es una calca de ese pasado setentero que tanto nos afectó y construyó lo que este país es ahora.

Krauze y su lectura de Andrés Manuel

A diferencia de lo señalado por Krauze en la Biografía del Poder (con un rigor histórico impecable, sin duda), en su descripción de Andrés Manuel se ha visto poco objetivo. La razón es natural: la gente cercana a AMLO, sobre todo caricaturistas como El Fisgón, Helguera, Hernández, y aun el mismo Andrés Manuel, no han dejado de pegarle en tiempos recientes. El maestro Krauze siente una agresión personal que antes no sufría y pareciera eso le resta objetividad intelectual.

En su (nueva) biografía del poder, Krauze no aborda la 2ª parte del gobierno de Zedillo, ni a los siguientes tres presidentes que tuvo México. Ello me parece intelectualmente poco serio. Olvida que Fox y Calderón también utilizaron o crearon instituciones a modo, con el agravante para ambos de la sospecha de una elección presidencial por lo menos inequitativa. Se reinstauró con ellos esa cuestión centralista y de violación de las garantías individuales que tanto le fastidia (y me fastidia a mí en lo personal). Siendo objetivos con la historia y con el fenómeno del absolutismo, quien ciertamente apostó por ello fue Felipe Calderón.

En el caso de EPN, si bien no se trató de un sexenio dictatorial o centralista desde el punto de vista institucional, se ejercitó abuso absoluto y sin medida del poder y de la corrupción. Tal vez, no por parte de Peña Nieto directamente, pero sí por quienes detentaron verdaderamente el ejercicio de gobierno (su equipo cercanísimo). Fue un sexenio de mucho abuso y no se puede ni se debe pasar eso por alto.

Entonces, la nueva modalidad dictatorial y autoritaria no inicia con Andrés Manuel. Si bien esta administración esboza tintes demagógicos y de centralización del poder, ello no es razón para encasillarlo en una vuelta al pasado.

Elementos importantes

Una de las razones fundamentales por las que Andrés Manuel constituye un “fenómeno” distinto, es que nos guste o no, llegó por la vía democrática al poder y si tiene tal nivel de control en el legislativo (sobre la hechura de las leyes) y en la federación, a nivel estatal, es porque así lo quiso la gente —y lo sigue queriendo. Basta ver los resultados que se perfilan para la elección extraordinaria en Puebla (la más reciente encuesta de El Heraldo); la gente sigue queriendo a Morena de forma abrumadora. Eso es algo que intelectualmente no debe pasar desapercibido y que le confiere a este gobierno (emanado democráticamente) de enorme legitimidad. Ese apoyo electoral, democrático y ciudadano, no es una cuestión menor; eso, antes —durante toda la dictadura perfecta— no existió.

El desencanto por administraciones abusivas, centralistas de los presidentes pasados, le da a Andrés Manuel ese apoyo popular que, guste o no, hasta hoy es absolutamente democrático.

Cierto, la gente se puede equivocar y en algún momento devenir en autoritarismo, pero eso no ha quitado el apoyo demostrado democrática y electoralmente. Habrá un momento en que esa equivocación se reflexione y que el poder se deba a los programas clientelares, pero hasta ahora ese no es el caso.

Vamos por partes (diría Jack el Destripador)

No se está volviendo a nada. Se está yendo hacia un autoritarismo pero no como el que habíamos vivido con el PRI. Simplemente porque la dictadura perfecta del PRI se sustentaba en un presidente, pero más allá de la persona, se basaba en el corporativismo, en el sindicalismo, en todas las instituciones que el sistema controlaba. Por eso era perfecta. Este nuevo autoritarismo que estamos viendo nacer se gesta alrededor de una persona, que es AMLO. Parte del temor que se vislumbra es que el personaje ha roto y ha minado a las instituciones que creemos vitales para ejercer el buen y justo gobierno. Pero no hay espacio para la comparación con las décadas del PRI. Y, naturalmente, a cuatro meses de iniciada una gestión, me parece prematuro aventurar juicios sumarios.

El sistema electoral que tenemos es democrático (o semi democrático), en la medida que la población elige a nuestros gobernantes. Ahí no hay nada que discutir; contamos con autoridades electas por la mayoría.

Andrés Manuel ¿demócrata?

Considero que en algunas cosas lo es, en otras no y en unas más lo está dejando de ser. Un líder autoritario va transitando hasta convertirse en uno, no nace siendo uno. En ese sentido, se deben señalar los peligros, pero no es posible decir que está detentando el poder de forma NO democrática. Hasta el momento, la gente lo está apoyando de forma mayoritaria.

¿Cuándo dejaría de ser demócrata? Cuando sucedieran cosas represivas, anti legales, y se perdiera el apoyo popular, pero eso ocurrirá —si se da el caso— de forma paulatina. El advenimiento es democrático y, poco a poco, termina en un modelo distinto, hasta que la oposición (y diversos organismos internacionales) de forma mayoritaria señalan que el régimen ya no es demócrata y exijan su reemplazo.

Importancia de la diferencia

Si uno se casa con la idea de que el actual gobierno es una copia de los viejos regímenes del PRI, y no un nuevo tipo de centralismo, se está haciendo un análisis errado y cualquier recomendación práctica no tendrá sustento. 

Esto es relevante pues, si no se interpreta correctamente la forma, estrategia y políticas de la 4T, el principal daño se le hará a la oposición que no tendrá elementos intelectuales precisos para ejercer su activismo democrático con eficacia y legitimidad.