Elon Musk, emprendedor multimillonario y cofundador del fabricante de automóviles Tesla, está en los titulares de todo el mundo por sus afirmaciones despectivas sobre el golpe de Estado boliviano, que tuvo lugar en noviembre pasado, contra el gobierno presidido por el Presidente constitucional, Evo Morales.
En un tweet, Musk se había opuesto a la aprobación del gobierno de los Estados Unidos por un nuevo paquete de incentivos económicos para el coronavirus, diciendo que "no era lo mejor para la gente ".
Otro usuario de Twitter le respondió que en realidad lo que no es interés de la gente es el golpe de Estado contra Evo Morales que Estados Unidos ha apoyado para permitir que el empresario obtenga litio boliviano.
La respuesta de Musk fue muy clara: “¡Golpearemos a quien queramos! Acéptalo”.
La declaración del emprendedor no es sorprendente, considerando que estamos hablando de un hombre cuya familia acumuló riqueza en Sudáfrica durante el Apartheid (el padre de Musk era dueño de una mina de esmeraldas).
Además, Musk recientemente demandó a un condado de los Estados Unidos para evitar que continuara produciendo durante la pandemia; y ha mantenido sus plantas de producción abiertas, a pesar de las ordenanzas restrictivas, obligando a sus trabajadores a correr el riesgo de ser multados, además de enfermarse, para no perder sus empleos, yendo a la fábrica en contra de cualquier prohibición.
Una infamia que sin duda ha contribuido, en los últimos meses, a hacer posible que suba en el ranking de Forbes para convertirse en el quinto hombre más rico del planeta, con un patrimonio neto de 74 mil millones de dólares.
Después de su tweet, el debate sobre el golpe boliviano y sus causas se ha abierto nuevamente.
El pasado 27 de febrero, los periodistas John Curiel y Jack R. Williams, en su artículo Bolivia dismissed its October elections as fraudulent. Our research found no reason to suspect fraud, escrito para el periódico estadounidense The Washington Post, han publicado una reconstrucción detallada que niega la existencia de evidencias creíbles de fraude electoral en la victoria popular de Morales en las últimas elecciones en Bolivia.
A pesar de la arrogancia con la que Musk se mostró en su tweet, no es posible, al menos por ahora, demostrar que el golpe de Estadi fue ordenado por él en persona, sin embargo, podemos decir que la renuncia de Evo es perfectamente compatible con sus intereses y con los de muchas otras multinacionales que hasta ahora no habían podido obtener los recursos del País.
Finalmente, el litio es el componente principal del tipo de baterías recargables actualmente más utilizadas y, para tener una idea de la importancia estratégica del suelo boliviano, hay que tomar en cuenta que el 50% de los depósitos de litio conocidos en el mundo se encuentran en el famoso “Triángulo de litio”, que se extiende entre Argentina, Bolivia y Chile; pero también en México, donde la presencia de ese recurso estratégico es bastante grande.
En particular, los desiertos de la alta montaña de Bolivia, el Salar de Uyuni, tienen una extensión que constituyen las mayores reservas de litio conocidas hasta ahora.
Morales había dejado en claro que Bolivia no transferiría estos preciosos recursos a las multinacionales. Durante los gobiernos de Evo Morales, los beneficios de la minería se utilizaron para financiar los programas sociales necesarios para el País y, por lo tanto, se compartieron adecuadamente con los pueblos indígenas bolivianos, que - como todos sabemos - no solo representan la mayoría de la población en ese País andino, sino también han representado (hasta que no llegó Evo Morales) los pueblos oprimidas, saqueados, explotados, los “condenados de la tierra” (como diría Frantz Fanon) de las políticas coloniales de la corona española, antes y de las políticas imperialistas de la Roma americana (según cómo definía el apóstol de la Revolución cubana, José Martí, a los Estados Unidos del Norte América), después.
Estas políticas que llevó adelante Evo Morales no fueron lo suficientemente favorables para las compañías multinacionales, especialmente para aquellas estadounidenses, que fueron "obligadas" a dirigirse a la Argentina de Mauricio Macri. Así que veamos cómo, justo tras el golpe, el nuevo gobierno golpista boliviano ha abierto a la inversión de las multinacionales estadounidenses y la expropiación de dicho recurso.
Hace unos meses, en vista de una reunión entre Elon Musk y el Presidente brasileño Jair Bolsonaro, el vicepresidente y socio principal de la Presidenta de la junta golpista en Bolivia, Jeanine Añez, Samuel Doria Medina, invitó al industrial a considerar la posibilidad de construir una nueva fábrica en el Salar de Uyuni.
En resumen, cualquier supuesta "novedad" cae miserablemente en los pliegues del llamado "eco capitalismo". Además, Bolivia también tiene reservas moderadas de gas y petróleo, que hasta ahora habían sido la razón principal del "interés" criminal del imperialismo multinacional. Los supuestos "eco capitalistas" traen solo un pretexto más para sus antiguas prácticas golpistas en “Nuestra América”.
Hasta ahora, sin embargo, estos individuos, con sus promesas sobre un "futuro eco sustentable", han sido el eje de una "narrativa innovadora", en la que el medio ambiente y los recursos libres de petróleo podrían fascinar fácilmente a una gran parte de los consumidores occidentales más sensibles a los problemas ambientales y, hasta a unos movimientos de la extrema derecha, sectores del neofascismo que ven en este plan gatopardesco - cambiar todo para no cambiar nada - del grande capital financiero para reformar el capitalismo tardío en su tapa neoliberal, una puerta abierta para infiltrarse en unos cuantos movimientos populares de izquierda, perdidos en conceptos “post” (Post estructuralismo, post modernismo, post marxismo) sobre el “fin de las ideologías” o el “fin de la historia”.
Tendremos que comenzar a buscar de nuevo la verdadera esencia que representan las compañías multinacionales, un tumor criminal contra la humanidad, no lo que producen, liberándonos de un así llamado “pensamiento débil”, que nos quiere objetos de la historia y armarnos de nuevo de un pensamiento crítico transformador y por ende, de una estrategia revolucionaria.
Después de todo, el cinismo de las multinacionales, como también del gran capital financiero, no tienen límites, al comprender muy bien cómo llevar adelante su odio de clase enmascarado de una narrativa en defensa del ambiente: mantequilla orgánica, drones para matar a niños o automóviles eléctricos, para ellos no cambia nada, siempre y cuando se puedan beneficiar de ello.
La salvación del planeta es asunto nuestro, de los pueblos trabajadores e indígenas que luchan para un nuevo orden mundial basado sobre la justicia social y la amistad entre los pueblos, no de ciertas personas con las manos sucias de sangre. La guerra sin límites contra los pueblos sigue en auge, bajo una nueva prosa, es nuestro deber refutarla.