Después de su reforma estatutaria del año pasado, donde uno de los puntos controvertidos fue precisamente el de abrir a la militancia la elección de los dirigentes en todos los niveles, en el Partido Acción Nacional (PAN) se ha iniciado el proceso para la elección, bajo esa modalidad, de su Comité Ejecutivo Nacional.

“Nos vamos a perredizar” decían algunas voces calificadas que se oponían a esa medida, tradicionalmente atribuida a su Consejo Nacional, con el temor evidente de las experiencias conflictivas que ha tenido el PRD cuando ha utilizado métodos similares para elegir a sus dirigentes.

El temor y las reservas tienen su  base en las experiencias intrapartidarias, cuando han elegido a sus dirigentes y candidatos por sus militantes, que en muchos de los casos han sido cuestionadas y deslegitimadas.

El asunto no es menor, pues tiene que ver no solo con la carencia de una cultura política democrática, que teóricamente tendría que estar plenamente arraigada en las estructuras partidarias, pero que en la realidad no es así, sino también con la construcción y consolidación de instituciones y procesos al interior de los partidos que le den confianza, certidumbre y legitimidad democrática a todos los actores participantes; es decir que cada partido cuente con sus propio sistema electoral que le dé certeza y credibilidad a sus procedimientos de elección de candidatos y dirigentes.

Para las elecciones constitucionales, construir un sistema electoral con esas características nos llevó más de dos décadas, conformando y desarrollando las dos instituciones pivote del mismo, el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), además de la serie de los instrumentos necesarios como un padrón electoral confiable, entre otros.

Los partidos políticos no han entendido, o no han querido entender, que para no temerle a realizar elecciones internas, es menester contar las herramientas básicas propias para que éstas se realicen sin sobresaltos, mínimamente un padrón de militantes o afiliados confiable y dos órganos internos respetables, uno para organizar la elección y otro para resolver las controversias, cuyas características y condiciones básicas y necesarias deben ser su probada capacidad técnica y su independencia y autonomía respecto de los grupos de poder intrapartidarios y especialmente de las dirigencias. Si no cuentan con esos elementos mínimos difícilmente podrán tener elecciones internas que satisfagan a todos y la opinión pública.

Tal vez sea un reconocimiento explícito de esa incapacidad el que hayan incorporado en el artículo 41 de la Constitución, en la muy reciente reforma político-electoral, lo siguiente: “A petición de los partidos políticos… podrá organizar las elecciones de sus dirigentes”, refiriéndose al Instituto Nacional Electoral.

Volviendo a la elección de la dirigencia nacional del PAN, se encuentran establecidos los actos,  plazos y términos para que el 18 de mayo próximo 220,000 militantes, como cuerpo electoral elijan seguramente entre las formulas encabezadas por Gustavo Madero y Ricardo Anaya y Ernesto Cordero y Juan Manuel Oliva, ante la declinación de la precandidata que presuntamente encabezaba todas las encuestas publicitadas, Josefina Vázquez Mota. El señalamiento en su discurso de declinación de que “… como se ha estructurado el proceso existen prácticas contrarias al poder del voto del militante que afectará el resultado” es un mal augurio para la elección panista.

A la posibilidad de la reelección del dirigente en turno, como es el caso de Gustavo Madero, viene aparejado el cuestionamiento de aprovechar esa condición para favorecer su nueva candidatura y que no haya “piso o cancha pareja”, como suelen decir algunos panistas, lo cual viene al caso una vez que finalmente se aprobó la reelección de legisladores y ayuntamientos y se tendrá que implementar próximamente, es otro punto de cuestionamiento previo.

Recordemos que Acción Nacional viene de una profunda crisis después de perder la Presidencia de la Republica y ubicarse en el tercer lugar de las preferencias electorales en 2012, y con todo y la recuperación relativa de 2013, no ha salido de la misma, y las diferencias y fracturas se han hecho públicas y evidentes, por lo que si la elección es controvertida y cuestionada, las consecuencias podrían ser muy graves para el PAN.

En la elección panista no solo está en juego la dirigencia nacional, sino la viabilidad de consolidarse como la principal oposición al PRI gobernante y volver a ser alternativa para el poder nacional en 2018, además de la correlación entre los dos principales grupos, “maderistas” y “calderonistas”, y todo indica que se inclinará por los primeros. Ya se apresta el Partido Humanista, el cual es muy factible que obtenga su registro legal en julio próximo, a capitalizar la muy probable desbandada panista.