El día 23 de este mes de octubre, 2020, se cumplieron siete meses desde que la Secretaría de Educación Pública (SEP) decidió suspender las clases en todas las escuelas de Educación Básica, de Media Superior y Superior a su cargo del país, a partir de la resolución del Consejo Nacional de Salubridad. Estaba declarada públicamente la epidemia-pandemia del Covid-19. Más de 30 millones de estudiantes, niños, niñas y jóvenes, habrían de continuar sus labores académicas en casa, en confinamiento voluntario.

Si se descuentan los días de vacaciones (Semana Santa y Pascua), así como los días de descanso obligatorio para las y los estudiantes durante el periodo inter ciclo escolar (que es receso para las y los docentes), de todos modos estaríamos frente a una suspensión oficial de actividades educativas de poco más de un semestre.

Los esfuerzos de las y los docentes de todo el país (no de las autoridades educativas, federales y estatales), de dar continuidad a las actividades pedagógicas a distancia, a través de las plataformas electrónicas, vía internet, primero, y por medio de las televisoras públicas y privadas, después, junto con el apoyo de los paquetes de libros de texto gratuitos, han hecho creer, según las autoridades, que todo va viento en popa; las propias autoridades han llegado al extremo de afirmar que “la educación no se ha detenido”.

Tanto el secretario de educación federal, en sus comparecencias ante el poder legislativo, como los subsecretarios del ramo, sostienen la creencia de que los dispositivos “Aprende en casa I y II”, han sido exitosos, porque las señales televisivas y los mensajes en las redes sociales se han multiplicado por millones de “hits” o de “accesos”, y que la estrategia educativa nacional se ha llevado a cabo como se había esperado. ¿Cuál es la sana autocrítica que podrían externar al respecto?

Sin embargo, no se puede afirmar, de manera contundente, que los hechos se desarrollan de la manera en que lo narran o se la autor representan las autoridades educativas. Veamos algunos puntos finos:

1) Es necesario reconocer que en uno o varios niveles educativos (sé del caso de Telesecundaria, por lo menos) no se han actualizado debidamente dichos materiales de lectura y de apoyo didáctico, conforme a los nuevos Plan y Programas de estudio (que fueron renovados en 2017-2018, es decir, a finales del sexenio anterior). En algunas entidades federativas, incluso, las maestras y los maestros de Telesecundaria reportan que los libros que utilizan sus alumnas y alumnos, son del año 2006.

2) Con respecto al cierre del ciclo escolar anterior ¿Qué nos puede informar el secretario Moctezuma, acerca del 20 por ciento de estudiantes que no fueron contactados durante el último trimestre del ciclo escolar 2019-2020, según sus propios dichos durante una conferencia vespertina? (Por cierto, ¿por qué ya no se ofrecen esas conferencias de la tarde a través de la TV oficial?)

3) Aún no se ha contabilizado la cantidad de estudiantes que no continúan más en el sistema educativo nacional, aún con los altos niveles de “rating” televisivo que nos informan y presumen en tribuna las autoridades educativas. Está por concluir el primer trimestre del ciclo escolar 2020-2021, y ya se debería de contar con la estadística más reciente sobre las cantidades de estudiantes que permanecen, o no, en las comunidades educativas a distancia, durante esta difícil crisis sanitaria prolongada. Se tiene un cálculo aproximado de un 10 por ciento de la matrícula de Educación Básica (Preescolar, Primaria y Secundaria, sin incluir a la Educación Inicial), que ya no regresó a cursar el actual ciclo escolar 2020-2021, ¿De cuántos estudiantes hablamos? ¿2.5 millones a tres millones de estudiantes “expulsados o excluidos del sistema” durante los últimos 7 meses?

4) La contención a estudiantes y docentes en el ámbito de los conflictos socioemocionales, parece ser una prioridad, a veces más apremiante que los conflictos relativos a los procesos de enseñanza y aprendizaje. ¿Qué medidas se llevan a cabo para atender las necesidades psicológicas y psicopedagógicas más visibles y latentes entre los miembros de las comunidades educativas? Cabe mencionar que estas necesidades no sólo se presentan en las y los estudiantes y sus familias, sino también en docentes y directivos escolares.

5) ¿Cuáles son los programas de formación continua (de mediano y largo plazos) dirigidos a docentes, directivos escolares y asesores técnicos, durante esta crisis sanitaria? ¿U obtener una cuenta de correo electrónico (con todos los riesgos informativos que ello representa) se cuenta por la SEP como “capacitación y actualización” del magisterio? ¿De cuántas horas/docente al año hablamos, que estén destinadas a la formación continua profesional (y de “calidad” o “excelencia”) para favorecer la labor de las figuras educativas? ¿Cuál es el presupuesto que se perfila para estas tareas esenciales durante el siguiente año fiscal 2021?

6) Si, en parte importante, las actividades académicas, sobre todo en la Educación Básica, descansan en los hombros de las familias de las y los estudiantes ¿Cuáles son los programas o las acciones encaminadas a habilitar a los padres, madres, cuidadores o tutores de las niñas, los niños, adolescentes y jóvenes, en materia de elementos básicos de didáctica, acompañamiento pedagógico y contención psicológica? (esta última no para dar tratamiento a los casos complejos que lo requieran, sino para identificar situaciones emocionales adversas y canalizar a las personas con los profesionales capacitados o certificados para atenderlos).

Entre otras, éstas serían algunas de las cuestiones sobre las cuales las autoridades educativas habrían de informar a la ciudadanía nacional. Cuestiones de fondo que van más allá de la simbólica decisión de no quitarse el cubre bocas durante una comparecencia pública.

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