Alimentar el odio, el rencor profundizar las diferencias entre los mexicanos, azuzar rencores, señalar resentimientos y avivar los motivos que todo ser humano tiene a veces en el fondo de sus pensamientos y de sus almas, darles razones para despertar aversiones y fomentarlas, alimentar todo pretexto negativo, para dividir a las personas, nunca puede ser fruto de buenas intenciones, ni buena voluntad de quien lo promueva, necesariamente viene de una mente enferma o resentida que se solaza y obtiene algún avieso beneficio de esa conducta. No puede tener jamás una intención noble o sublime, es sin duda ruin, mezquino y perverso.

Los niños en las escuelas, que son pasto fácil de las intenciones malvadas de sus propios compañeros, que ingenuamente, como dicen en el lenguaje coloquial, pican a unos en contra de otros para echarlos a pelear, con la única intención, de ver peleas a la salida de la escuela, no es un ingenuo ejercicio inofensivo, es semilla de violencia incipiente. Cuando recordamos los tiempos escolares, en que era divertido decir al más peleonero, que tal o cual compañero dice que no le gana a pelear, o que anda hablando de él, era el pretexto infantil que provocaba la reacción y el reclamo inmediato para desatar el pleito, o los niños que inventaban haber escuchado expresiones calumniosas o insultantes de uno a otro, pretexto suficiente para desatar una riña, práctica común para lo que no preparamos a nuestros hijos. Si a nivel escolar es nocivo y siembra la semilla de la violencia y desata el uso de la fuerza para redimir controversias – la mayoría de las veces mentirosas – inventadas para montar el espectáculo de una pelea acordada para “a la salida nos vemos” los incipientes o improvisados empresarios del boxeo, así arreglan las peleas escolares embaucando ingenuos que se lanzan a defender el orgullo o la vanidad “supuestamente” herida u ofendida, aparentemente provocada por una “inocente” provocación que garantiza el espectáculo de la salida de clases.

Esa actitud de división y confrontación infantil, en la edad adulta tiene mayores consecuencias, y mientras más poder y mayor capacidad de convocatoria se tiene para multiplicar la división y el coraje entre más número de participantes, el espectáculo es mayor, pero para los pueblos es mucho peor.

Goebbels el genio propagandístico de Hitler, conocía perfectamente de lo que las masas enfurecidas eran capaces. El estudio de las multitudes y su comportamiento es un tema que ha costado muchas vidas inocentes, combinado con la ignorancia o el fanatismo resulta mortal, casos inclusive en México abundan, el de la población de Canoa en el Estado de Puebla es ilustrativo.

Quienes tenemos acceso a los medios de comunicación o cualquier político que use a los medios masivos de comunicación, debe asumir su responsabilidad y ser muy cuidadoso midiendo las consecuencias de sus palabras y hasta de sus expresiones, porque el lenguaje corporal manejado tendenciosamente es aún más dañino, quienes han tenido que hacer un examen de locución para poder acceder a usar un medio masivo saben la relevancia de cuidar las formas y respetar hasta el uso del idioma para evitar confundir o desorientar a los niños que escuchan y repiten, y a veces a los adultos sin cultura o sentido crítico más.

Las expresiones que fomentan la división entre los mexicanos, debiera ser, como era antes, motivo de sanción a los locutores, hoy debe aplicarse a cualquiera – sobre todo a los políticos – el uso o abuso de los medios masivos de comunicación, más cuando se hace apología de la delincuencia y se alienta la división entre los mexicanos, eso debiera tipificarse como un crimen de “lesa Patria” tan grave o más que los delitos contra la humanidad, por el daño irreversible que causa y la destrucción de la armonía de la población y del tejido social, eso también puede llamarse “terrorismo” verbal sí, pero terrorismo al fin y al cabo.

Hoy vemos a un México balcanizado entre los del norte y los del sur. Dividido, entre familias, entre hermanos, entre padres e hijos, entre viejas amistades, en el trabajo, en las aulas, en los clubes, en el café, en los transportes públicos en las redes sociales en todos los espacios que anteriormente fomentaban la armonía y convivencia, hoy son motivo de ausencias, de confrontaciones, gritos y rencores, como es posible que no nos demos cuenta, que nos han utilizado, que han alimentado nuestros rencores, nuestras frustraciones y resentimientos en beneficio de la política y mientras México se confronta y divide, el país se parte en pedazos. ¡ya basta! México no puede seguir por el camino de la confrontación, con los mismos argumentos pueriles de niños de primaria, debemos sobreponernos a esa división, censurar y señalar con dedo flamígero a quien medra con la división, si nosotros no hacemos conciencia del camino de odios hacia donde nos han llevado, no podremos corregir el rumbo, corregir el camino y recomponer la unidad. No sabemos ni hemos aprendido a debatir, está claro que aún no estamos preparados para ello. Confundimos debate con disputa, deliberación con confrontación, nos hacen enemigos disfrazando el fondo con el concepto de adversarios, cargándonos de odio y resentimiento, encubriendo el verdadero fin. ¡Hasta cuándo! Hasta que las diferencias se profundicen ¿volviéndose irreconciliables? Hay que parar la dinámica en que nos han inducido. Privilegiemos el diálogo y la deliberación no el odio y la riña y si no estamos preparados para ello, al menos identifiquemos y denunciemos, a quien apuesta a la división. Por ahí debemos caminar, hacia la recomposición de México y de nuestras familias, combatiendo ahora sí, a quienes contribuyen a la desintegración de la Patria.