Cada mañana el presidente López Obrador habla de lo bien que va todo, que ya se acabó la corrupción y que muchas cosas tomarán tiempo en arreglarse pero que México ya cambió. Unos lo dan por hecho, otros dudan y unos más de plano no lo creen. Esto se debe en parte, a que hay un sector al que no le están llegando mensajes claros: al de los no convencidos y a los que sólo ven de fuera para ver si quieren entrarle al baile con México o no. 

Quitando a los que tienen fe ciega y a los que sólo quieren destruir, existe un gran sector de la población que, habiendo votado o no por López Obrador, tiene el deseo que a México y al Presidente les vaya bien, porque nos conviene a todos. 

Muy meritorio que se esté dando prioridad a mejorar las condiciones de los menos favorecidos, a acabar con el lastre de la corrupción, que se inclinen por la llamada austeridad republicana; eso creo que casi nadie lo discute. Pero ¿dónde están dejando la parte del mensaje que da certidumbre y confianza a los no convencidos y al exterior? 

Tenemos un gabinete que en su mayoría no proyecta orden, ni una visión global, ni ganas de modernizar, de actualizar, de avanzar. Varios se ven opacos, grises, de zapatos desgastados y sin bolear. Falta cerrar esa pinza en la comunicación verbal y no verbal. Estoy convencida que muchos de los perfiles que ocupan puestos clave tienen la capacidad de hacerlo. 

Todos sacamos conclusiones personales después de escuchar hablar a alguien; y no sólo por lo que dice, sino por cómo lo dice. Una cosa es que el lenguaje sea más coloquial y cercano: es una estrategia de imagen clara y totalmente congruente con el gobierno. Lo de menos es que ahora empecemos a hablar “choco” y que nos riamos cuando el Presidente dice que alguien está “pusho”. Pero ¿qué conclusiones puede sacar este sector dudoso y curioso si ve a los gobernantes artificiales y tensos frente a una cámara, decir cosas sin sentido en las entrevistas, usar frases de Luis XIV de Francia, hablar con el fuistes, hubieron, setso en lugar de sexo, ¿es en serio? 

Insisto, la forma es fondo. El Presidente y el gabinete conforman esa primera impresión que sabemos es la que se queda. Es imperante que proyecten profesionalismo, seriedad y autoridad, esa que sus mismos puestos les confiere. solo con eso y mensajes claros, habrá credibilidad. 

Hasta donde he visto, no hay mensajes ni de forma ni de fondo para los potenciales inversionistas extranjeros que están buscando a dónde llevar su dinero y generar empleos, para los emprendedores y empresarios nacionales que están decidiendo si invierten en su propio país o mejor se van a otro lado; a los vacacionistas que están eligiendo su próximo destino turístico en algún lugar del mundo, por decir lo menos. 

¿Estamos esperando que todos los no convencidos y la comunidad internacional por un tipo de iluminación tengan fe ciega en nuestro México?. Dicen que santo que no es visto, no es venerado. ¿Dónde está México en el mundo? ¿Qué mensajes estamos mandando? ¿Quién está hablando bien de nosotros? 

Muchos estaremos atentos al informe de los 100 días que el Presidente ya anunció. A ver si ahí o en las siguientes semanas podemos contestar alguna de estas preguntas.