Muchos sondeos y ejercicios posicionan a Mario Delgado como el favorito a encabezar el próximo CEN de Morena; es claro que en todas las contiendas hay obstáculos para resolver los procesos internos; y sobre todo, cuando se tratan de puestos claves donde se toman decisiones sustanciales. Hoy en día, quizá Morena atraviesa por uno de sus etapas de transición de dirigencia Nacional más significativo, porque ratificaría el éxodo masivo de seguir construyendo las bases de la alternancia política con la pieza estratégica de Andrés Manuel López Obrador. Asimismo, el esquema que visualiza la elección del 2021, tiene la posibilidad alta a ganar la mayoría de distritos y gubernaturas.

Es evidente que existe un conflicto interno de un grupo de personajes que siempre quieren empujar y sembrar divisionismo a fin de desestabilizar; es claro que hay condiciones inequitativas para algunos perfiles que han marcado una identidad de aceptación entre las bases morenistas. La ruta polarizante que ha simplificado la dinámica de estas actividades, han llegado hasta las manos del presidente. Inversamente, el mandatario ha respetado la autonomía institucional del partido, sin embargo, enfatizó y fue contundente que si las reglas de juego comienzan a manipularse, la competencia interna se verá mermada por un clima que muy probablemente produzca un desgaste político muy alto. Al mismo tiempo, fue preciso con los delegados federales de los Estados, a los que solicitó no inmiscuirse en el mecanismo de Morena.

Los alcances que han tenido algunas asambleas distritales, son sumamente preocupante. Podría ser naturalmente más gradual, si no se resuelven todos los problemas donde parece existen irregularidades. Frente a este clima, el escenario decisivo de Morena, sería alcanzar un consenso estratégico como una posible alternativa que buscará los mecanismos e instrumentos para evaporar los esfuerzos múltiples de grupos inflexibles que se quieren apoderar de las estructuras.

Este proceso, teóricamente no puede rebasar los principios doctrinarios de Morena; el partido está obligado a enfriar los ánimos sobre el intenso desarrollo constitutivo que instalará la nueva dirigencia nacional. Al parecer existen varias diferencias que han sometido el debate apasionado, sin embargo, el desenvolvimiento llega con una ventaja sustancial: la consolidación y el crecimiento exponencial que han ocasionado un efecto imponente bajo el liderazgo del Tabasqueño. (AMLO). Una guerra y contraofensiva de embestir a los candidatos, solo alimentaría el naufragio crítico, al que todavía no conoce Morena. El momento es sumamente clave; el reto es mayúsculo, pero debe ganar la flexibilidad.

A lo largo del proceso, hemos observado que Mario Delgado ha consolidado una ventaja en varias encuestas que lo colocan como puntero. Sin embargo, han existido escenarios en los se ha podido descifrar, que subsiste una ofensiva mediática, que ha tenido por lo menos, algunos momentos tensos en diferentes asambleas. Es evidente que en este terreno sumamente decisivo, existe una confrontación e intercambio que se ha centrado ya inclusive incertidumbre del desarrollo, o simplemente, la apuesta por descarrilar a uno de los punteros a través de distintas maniobras. Hay que recordar que históricamente, hay suficientes recuerdos de conflictos institucionales internos en otros partidos, que en su momento debilitaron su estructura y, provocaron división; eso lógicamente acarrea mucha suspicacia, porque pone en entredicho, la capacidad equitativa y, el esquema de principios que consolidaron rápidamente al movimiento.

El presidente ha enviado varios mensajes, y ha predominado una narrativa que ha incrementado en estos días. “Dejemos a un lado los intereses mezquinos, y dediquemos energías al proyecto de la 4T”, ese puede ser la paráfrasis lingüística que ha lanzado. Morena no debe ir con tibieza, es un partido joven, con un futuro promisorio sustancial en la vida democrática de nuestro país. La injerencia de grupos, y la lucha en los congresos, forman parte de una campaña negativa que ha movilizado ya un descontento entre su militancia; es medular que la dirigencia Nacional de Morena, proponga un itinerario estricto más flexible, donde las condiciones equitativas estén al parejo de todos los suspirantes.

Hay una tendencia favorable a Mario Delgado, algunos ejercicios así lo demuestran. De este modo, resulta insoslayable no transparentar un desarrollo, ya que hay indicios de viejas prácticas electoreras que muestra una vez que hay perfiles que quieren imponer candidatos; la puesta en marcha de este proceso venidero, debe imprescindiblemente ser analizada, porque lo que está en juego, permite vislumbrar que la realidad de Morena, representa una apoteosis potencialmente inclinada a la imagen de López Obrador. La evidencia más sencilla, es que nada ha mermado e impactado directamente en la aprobación del presidente; ni las estrategias manipuladoras de la oposición, que pretenden consolidar fracturas para penetrar competitivamente.

Mario Delgado ha movilizado una columna sustancial de diputados; su autoridad ha sido clave conforme a la coordinación de la cámara de baja (Morena). Abiertamente tiene una cercanía con el presidente, y con algunos referentes sustanciales, entre ellos: Tatiana Clouthier, Mario Campos Equihua, y un sinnúmero de legisladores que han jugado un rol central en el esquema reformador de la cuarta transformación. Aunque los datos cuantitativos y la lógica muestre que Delgado, sería el virtual líder del CEN, se está delineando un proceso que se ha entrelazando en fases poco transparentes.

Hay razones poderosas para llegar a consensos; una de ellas, es la derecha ultraconservadora, que perversamente ha acuñado una lingüística golpista. “No es por la democracia”, ellos quieres el poder, y las riquezas de la Nación. Si la Cuarta Transformación muestra civilidad, la incidencia aminora y, el éxodo será aún mayúsculo, porque la sociedad sigue mostrando su rechazo al bloque tradicionalista del PRIANRD.