En todas las capitales del mundo existen esos lugares especiales donde se dan cita los políticos para desayunar o comer, con el objetivo de disuadir, llegar a acuerdos, de platicar sobre los últimos acontecimientos; pero también para ver y ser vistos. Y la Ciudad de México no es la excepción.
Cualquiera que no pertenezca al mundo público y que por error o a propósito caiga en alguno de estos lugares, podrá fácilmente identificar una serie de dinámicas que son una gozadera para los que estudiamos el lenguaje corporal y sus significados:
√ Comensales levantándose como si les hubieran apretado un botón en la silla para ir a saludar a la figura que recién llega, abrazos efusivos con su obligada palmadita en la espalda que a veces es por gusto, a veces por necesidad... y a veces por coraje.
√ Miradas genuinas, miradas interesadas y miradas hipócritas; cuchicheo, chismerío...Pero eso sí, siempre un servicio impecable. Porque los responsables de operar estos lugares saben lo que implica tener el marcaje de ser el centro de reunión de las personas en cuyas manos está, estuvo o estará el rumbo del país.
Así que si usted, lector, decide aparecerse en alguno de estos lugares, me atrevo a recomendarle algunas reglas de urbanidad para que su experiencia sea placentera y como dicen en mi pueblo, pueda brillar en sociedad:
√ Siempre llegar con una reservación, porque mis amigos políticos son muy meticulosos para asegurar su entrada y muchas veces su mesa consentida. No vaya a ser que lo manden al rincón o lo dejen junto a la cocina.
√ Cuando quiera acercarse a saludar o intercambiar algunas palabras con la figura pública, trate de hacerlo tan pronto vaya llegando o justo antes de que se retire. Interrumpir a medio plato es muy incómodo, además de poco higiénico. Haga usted la matemática. Evite también abordarlos en el baño. A nadie le gusta eso.
√ Si es usted quien va a compartir la mesa con la figura pública y su intención es caerle bien, reserve para su invitado el mejor lugar de la mesa. Ese que tiene una mejor vista de todo el lugar. Aguántese el hambre y no pida nada de comer si lo hacen esperar; el tráfico capitalino y los imprevistos de última hora de la vida pública los hacen en su mayoría, ser muy impuntuales.
√ Cuide sus modales al comer. No es que nuestra clase política tenga los mejores; de hecho hay muchos que carecen de educación en el tema, pero pues que no quede en usted.
√ Lo que está terminantemente prohibido hacer es portarse despectivo con el servicio del restaurante, tomar fotografías tipo paparazzi o ser muy cínico al querer escuchar la conversación de otra mesa. Estos tres son los boletos ganadores para no ser bienvenido de nueva cuenta en ese lugar.
Si he despertado su curiosidad, le comparto cuáles son para mí estos lugares “especiales” donde se podrá codear con la clase política mexicana:
√ San Angel Inn, en el sur de la ciudad.
√ El Cardenal, el de la Alameda.
√ Cuchilleros, en la Tabacalera,
√ Casa Bell, en la Juárez.
√ El Capital Grill, en Reforma.
√ El patio interior del Four Seasons, también en Reforma.
√ Cualquiera de los lugares del hotel St. Regis, frente a la Diana.
√ El Mero Toro, de la Condesa, más frecuentado por intelectuales y periodistas que por políticos, pero en estos tiempos casi son lo mismo.
√ Todos los restaurantes, bares y cafeterías del Camino Real, ya casi llegando a Polanco.
√ El recién reubicado Arturo’s, en Polanco.
√ Dante Brasa y Fuego, en los límites de Polanquito.
√ El Balmoral, en el Presidente Intercontinental de Campos Elíseos.
√ El café del lobby del Hyatt, a un lado del Presidente.
√ El café del lobby del JW Marriot, en el otro lado del Intercontinetal, que es una de las grandes referencias grilleras en cualquiera de sus restaurantes.
No nos equivoquemos. Sin importar las filias partidistas o de grupos, hay cosas que no cambian; y comer bien en un lugar donde se siente uno cómodo es una de ellas.