La boda que no fue

El sábado hubo un barullo en las redes sociales, especialmente en twitter con el chisme, cuento y habladilla de que Andrés, el hijo de Andrés Manuel, se casaba en el marco de un casco de ex hacienda Uayamón, hoy carísimo hotel de lujo en la selva de Campeche.

Las fotos hechizas, mentiras disfrazadas

Las fake news empezaron con el arribo de Andrés Manuel y su familia a Campeche la mañana del sábado. Alguien decidió soltar el rumor que iban a una boda e inició la andanada de mentiras en las redes. Desde que las carreteras a la antigua hacienda estaban cerradas, a la disparatada idea de que la revista ¡Hola! tenía la exclusividad del enlace. Pero en ningún caso hubo fotos.

Algunos comunicólogos preguntaban la veracidad de la información y otros desde temprano compartieron el dicho de Andrés Manuel de que NO iba a ninguna boda. Desafortunadamente, Carlos Alazraki, el día lunes, se aventó a publicar fotos de otro evento, afirmando que eran de la boda de Andrés Jr. cuando que en realidad dichas fotos fueron obtenidas de un lugar especializado en hacer fiestas, bodas y guateques.

¿El resultado? Apoyar y fortalecer la tesis de Andrés Manuel de la prensa fifí (¡qué digo fifí!, vendida, calumniosa, mentirosa). Fastidiar a su familia y llevarse entre las patas al periodismo crítico.

Daño al periodismo y la fiesta ¿apá?

Una cosa es la crítica periodística y otra la mentira. Carlos Alazraki cayó en la última. Tal vez, alguien le dio las fotos y pensando que tenía una exclusiva se aventó a calumniar, olvidando la regla número uno de cualquier opinador –ya no se diga informador: cerciorarse, sin margen de error, de que el material a comunicar sea verídico. Porque si bien la buena crítica es parte fundamental del periodismo, el inventar y difamar convierten la noble profesión del comunicólogo y periodista en una farsa ni siquiera apta de guion para película taquillera como fue Nosotros los nobles…

Un periodista consumado, reitera la necesidad de checar las fuentes, de leer hasta entender y, sobre ello, volver a revisar datos y comprobar la información, para luego poder forjar una opinión y compartirla. Así, la diferencia entre la prensa libre, el ser crítico del gobierno (pasado, presentes y futuro) es diametralmente opuesto a ser mentiroso y calumniar.

El rigor periodístico requiere informar sin inventar y, con ello, fortalecer una profesión duramente atacada, tanto en palabra, amenaza y muerte de tantos periodistas por compartir la verdad.

Lo único logrado con la calumnia de Alazraki, de la cual aún no ha pedido disculpas ni siquiera quitarla de su Twitter¡–, es vulnerar más al periodismo. Dar armamento para quienes pretendan socavar información crítica, puedan argumentar que es cómo las fotos de Alazraki, falsas, sin fundamentos…

Se puede suponer en columnas de opinión, con información y datos, pero no inventar lo que no es. Para eso, las novelas funcionan muy bien. Si se aferra a su dicho, debe de comprobarlo sin lugar a dudas. En películas nos reímos de los equívocos, reales y provocados, pero en la vida real no.

Cierto es que él fue quien llevó la farsa al cenit con fotos falsas, pero no fallaron comunicadores y público en general que compartió, inventó y filtró falsedades de un bodorrio que no fue.

Prometo serte fiel

Citando a Alex Grijelmo en El estilo del periodista”, hoy más que nunca debemos apelar a los pilares que hacen de la profesión periodística un servicio público. Estos son, la obtención de informaciones en fuentes fiables, la verificación inmediata de los datos obtenidos, el contraste de versiones en el caso de hechos controvertidos o polémicos, el respeto a la intimidad y al honor de las personas, la separación entre información y opinión, la jerarquización de lo comunicado y la expresión de juicios respetuosos basados en los hechos publicados bajo esas exigencias. En síntesis, la búsqueda imparcial de un relato veraz y, por lo tanto, completo y contextualizado. Y todo ello, bien escrito.

En todo lo anterior falló este comunicador y, con su yerro, faltó al respeto de la intimidad y honor de las personas; faltó a la búsqueda imparcial de la verdad. Sin el menor escrúpulo asestó un dardo envenenado en una relación de por sí frágil; faltó a la veracidad de forma arrogante. El resultado es previsible: “Soltamos un libelo y ¡pum!, nadie cree en la prensa”. Frase digna de Javi Noble, no de la farsa compartida como realidad.