El chavismo cometería un grave error si saca adelante una nueva propuesta para prohibir los juegos de video. El pasado 25 de agosto,en la Asamblea Nacional venezolana, fue aprobada en primera lectura la Ley para la Prohibición de Videojuegos y Juguetes Bélicos (LPVJB). La legislación, propuesta por el diputado José Albornoz, tiene como objetivo "la prohibición de la fabricación, importación, distribución, venta, renta y uso de videojuegos y juguetes bélicos de naturaleza violenta".

De inicio, la pretensión de los legisladores bolivarianos, apoyados por la oposición derechista, es tan ingenua como imposible de llevar a cabo. Si bien el Estado justifica la medida para proteger a la niñez, se entromete de lleno en áreas de la vida social que no le competen. Sería muy peligroso para libertad de los ciudadanos que se le otorguenpoderes al Estadopara supervisar la esfera privada de los individuos, con base en criterios demasiado subjetivos y laxos. Esto se vuelve evidente en el artículo 3o. de la LPVJB, dondese entiende como juguete bélico "cualquier otra manifestación tangible de agresividad".

El ordenamiento también castiga y fija multas a quienes ejerzan "todo tipo de publicidad o forma de difusión que directa o

indirectamente incite a la utilización de videojuegos y juguetes

bélicos de naturaleza violenta", poniendo en riesgo la libertad de expresión de las personas.

La legislación será letra muerta. Primero, porque la cultura del videojuego está tan arraigada y es tan popular, que será imposible perseguir y sancionar a los jugadores en un mercado que es legal en la abrumadora mayoría del mundo civilizado. Como resultado de esta prohibición inútil, la corrupción y el mercado negro florecerán, igual como ha sucedido con la prohibición y la guerra contra las drogas.

Los políticos tanto de izquierda como de derecha, para quedar bien con sus electores, llegan al extremo de proponer medidas irracionales, producto de su ignorancia y falta de sensibilidad. Piensan que con plasmar la palabra "prohibido" se resolverán de tajo los problemas que nos abruman. Nunca les pasa por la mente pensar en sus gobernados como seres responsables, autónomos y maduros, capaces de decidir por sí mismos.

Por eso la regulación, no la prohibición, es una forma más eficaz para controlar la violencia que aprenden los niños no sólo a través de sus consolas, sino a través de las acciones cotidianas de los adultos, mucho más influyentes en su vida que un Nintendo Wii.

Les recomiendo, sobre el mismo tema, el artículo "El proyecto de Ley para la prohibición de

Video Juegos y juguetes bélicos: ¿Posible muro de contención

conservador basado en derrotismo", de mi estimado amigo y orgulloso bolivariano Gregory David Escobar, publicado en Aporrea.