Rumbo a las elecciones presidenciales de 2024, no hay duda de que la alianza tripartita adolece de la ausencia de personajes carismáticos. Políticos como Lilly Téllez, Enrique de la Madrid, Santiago Creel o Ricardo Anaya, a pesar de que algunos de ellos cuentan con las credenciales profesionales y académicas para ser buenos jefes de Estado, se ubican hoy día muy por debajo de las preferencias electorales en comparación con sus rivales de Morena.

En otras palabras, Va por México necesita candidatos. Ha trascendido, a lo largo de las últimas semanas, que el canciller Marcelo Ebrard ha roto con Claudia Sheinbaum y el grupo de Morena que apoya incondicionalmente a la Jefa de Gobierno de la capital del país. Marcelo, a su vez, ha sido claro en sus declaraciones de buscar la presidencia de México.

Quizá, dentro de la camarilla de Morena, Marcelo Ebrard es el hombre moderado. A diferencia de otros radicales, el canciller mexicano se ha distinguido por la toma de decisiones a la luz de la evidencia.

Si bien es verdad que una amistad personal le une con AMLO y otros radicales, el lector recordará que Marcelo, antes de la irrupción del tabasqueño en la política nacional, fue el hombre más cercano a Manuel Camacho Solís, cuando éste último era miembro del gabinete salinista y cuando buscó la candidatura presidencial en 1992, siendo desplazado, por decisión presidencial, por Luis Donaldo Colosio.

Ebrard, por tanto, fue miembro tanto del PRI como del PRD. Sin embargo, como he mencionado, su relación personal con AMLO le condujo a apoyarle en temas bochornosos como la supuesta presidencia legítima de 2006.

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Por otro lado, se especula que, tras la ruptura con la cúpula morenista, Ebrard podría estar tentado a abanderar la candidatura de la alianza. Esto implicaría, desde luego, un desafío sin precedente para el PAN y el PRD, quienes, sabedores de que no cuentan con un candidato capaz de ganar las elecciones, tendrían que ceder ante un ex miembro del gabinete de AMLO, y que fue, a la vez, la mano derecho e incondicional del presidente de México.

No hay duda, al día de hoy, de que Ebrard cimbraría los cimientos de la alianza y podría ser capaz de ganar las voluntades de los morenistas moderados descontentos con la labor de AMLO y que no están dispuestos a votar por Claudia Sheinbaum.

Sería, quizá, una apuesta peligrosa. El PRI, PAN y PRD deberían renunciar a sus propias fichas y Ebrard se vería obligado a dar la espalda a su amigo y compañero. Los vaivenes de la política son impredecibles y el apetito de poder insaciable. Nada está dicho.